El síndrome del perro negro (BDS, por sus siglas en inglés) es un fenómeno que atraviesa las barreras de la adopción de mascotas, revelando un sesgo arraigado que afecta a los perros de pelaje oscuro en refugios y centros de rescate a nivel mundial. Este fenómeno no se limita a una ubicación geográfica específica; es un patrón generalizado que señala hacia una discriminación por color que va más allá de las fronteras humanas, afectando incluso a nuestros compañeros caninos.
Diversas teorías intentan explicar por qué los perros negros son menos adoptados en comparación con aquellos de colores más claros. Una de ellas sugiere una base cultural, donde el cine y la literatura han contribuido a estereotipar a los perros negros como agresivos, reforzando una asociación negativa con este color. Además, este color, en muchas culturas, se asocia con aspectos negativos, opuesto a los colores claros que evocan pureza y positividad.
Otra explicación se inclina hacia lo visual: los rasgos faciales y la expresión de los perros negros son menos perceptibles a los ojos humanos, dificultando la conexión emocional a primera vista. Esto se agrava con la dificultad para fotografiarlos de manera que se capture su verdadera esencia, lo que podría influir en la decisión de potenciales adoptantes al no poder empatizar fácilmente con ellos a través de fotos en línea o publicaciones en redes sociales.
Investigaciones han intentado dar luz sobre este fenómeno con resultados mixtos. Un estudio realizado por la Universidad de Columbia Británica mostró que, si bien los perros negros recibían puntuaciones más bajas en comparación con perros de otros colores, esto no necesariamente influía en la decisión de adopción, sugiriendo que el BDS podría ser más complejo de lo que parece a simple vista.
Sin embargo, la percepción de los trabajadores de refugios y centros de rescate es un testimonio poderoso. Muchos afirman que los canes negros permanecen más tiempo en adopción y, lamentablemente, tienen mayores tasas de sacrificio. Estas observaciones han sido respaldadas por estudios que indican que los colores oscuros del pelaje pueden influir negativamente en las tasas de adopción.
El síndrome del perro negro no se limita a los canes; los gatos comparten una suerte similar, afectados por supersticiones y asociaciones negativas que datan de siglos atrás. Este fenómeno refleja un problema más amplio de percepciones culturales y estereotipos que trascienden a las mascotas, incrustándose en la psique humana y afectando nuestras decisiones y actitudes hacia los animales basadas en el color de su pelaje.
La lucha contra el BDS requiere un cambio en la percepción y una mayor conciencia sobre el valor intrínseco de todos los animales, independientemente de su color de pelaje. Iniciativas como sesiones fotográficas profesionales para este tipo de perros y campañas de concienciación son pasos positivos hacia este objetivo. Adoptar un can, o incluso apoyar a refugios y centros de rescate, son acciones concretas que cualquiera puede tomar para combatir este fenómeno y asegurar que todos, sin importar su color, encuentren un hogar amoroso.