La costumbre de tomar una siesta después de la comida es muy arraigada en España, pero un límite en su duración podría ser crucial para la salud. Según explica la doctora Sara Marín, cuanto más extensa es la siesta, mayor es el riesgo de aumento de peso y de problemas cardiovasculares. Recientes investigaciones científicas han reforzado esta idea, alertando sobre las consecuencias para quienes extienden su descanso vespertino más allá de los 30 minutos.
En diferentes estudios, incluido uno realizado con más de 3.000 participantes, se ha detectado que quienes duermen la siesta más de media hora desarrollan varias alteraciones metabólicas. Entre los síntomas observados están el incremento de la presión arterial, fluctuaciones en los niveles de azúcar en sangre, la aparición de obesidad abdominal –conocida popularmente como barriga cervecera– y un incremento notable en el riesgo de infarto.
Estos efectos negativos se deben a cómo afecta el sueño prolongado los ritmos circadianos, el reloj biológico del organismo, fundamental para coordinar funciones vitales. Tras superar los 30-40 minutos de descanso, el cuerpo entra en fase de sueño profundo, lo que desencadena, al despertarse, un notable pico en la producción de cortisol, la conocida "hormona del estrés". Esta respuesta fisiológica incide directamente en el metabolismo y en la regulación hormonal.
Fundamentos científicos y riesgos de siestas prolongadas
El aumento de cortisol intensifica la resistencia a la insulina, lo que dificulta el correcto procesamiento de la glucosa y puede favorecer el desarrollo de diabetes tipo 2. Además, dicha resistencia provoca desajustes en la presión arterial y eleva los niveles de colesterol, incrementando así el peligro de sufrir un evento cardiovascular serio como un infarto. Por si fuera poco, esta alteración endocrina influye en las hormonas del hambre, aumentando la sensación de apetito, especialmente por alimentos azucarados o procesados. Esto puede llevar a un círculo vicioso donde la persona siente un mayor deseo por comidas altamente calóricas justo después de haberse despertado, favoreciendo la ganancia de peso.
Recomendaciones para una siesta saludable
La experta insiste en que estos efectos adversos no se reflejan si la siesta se realiza ocasionalmente o de forma esporádica. El problema surge cuando la práctica es diaria y prolongada. Para mantener una buena salud, se aconseja limitar la siesta a un máximo de 10 a 30 minutos y evitar acostarse inmediatamente después de la comida principal. Además, se recomienda esperar al menos entre 10 y 15 minutos tras finalizar de comer para asegurarse de que el proceso digestivo ha comenzado antes de recostarse. Incluso se puede aprovechar este intervalo para realizar actividades ligeras como limpiar la cocina o lavar los utensilios, facilitando así una digestión más adecuada y reduciendo la posibilidad de sufrir reflujo o acidez gástrica.
Especialmente para personas que padecen de reflujo gastroesofágico, es útil dormir con la cabeza elevada mediante el uso de varias almohadas y preferiblemente recostadas de lado izquierdo. Esta postura ayuda a minimizar el paso del ácido gástrico hacia el esófago, mejorando la calidad del descanso y la salud digestiva.
Por estas fechas mientras se duerme la siesta no se comen polvorones.