La canciller alemana, Angela Merkel, declaró este martes en una reunión de su partido que el Gobierno mantendrá el curso de austeridad pese a la revisión de los pronósticos de crecimiento para este año y el próximo.
El Ejecutivo alemán rebajó su pronóstico de crecimiento para este año de 1,8 % a 1,2 %, y para 2015, del 2 % al 1,3 %.
En respuesta, varias voces pidieron dejar de lado la política de austeridad e impulsar un programa de apoyo a la coyuntura, similar que al que se empleó para combatir los efectos de la crisis financiera en 2007.
Merkel, sin embargo, dijo ante el grupo parlamentario de su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), que la situación es distinta a la de 2007 y que el crecimiento y la austeridad no se excluyen sino que se complementan.
Además, según la canciller, es necesario cumplir los compromisos de estabilidad, y advirtió de que, si Alemania se desvía de este rumbo, podría llevar a otros países europeos a hacer lo mismo.
Ya antes, el ministro de Economía, Sigmar Gabriel, había dicho que la revisión a la baja de los pronósticos no es motivo para caer en el alarmismo ni para cambiar el curso de la política económica y financiera.
Tanto Merkel como Gabriel atribuyeron el empeoramiento de las perspectivas económicas a problemas de la coyuntura internacional.
Gabriel, además, destacó la solidez de la coyuntura interna, que se refleja ante todo en la buena situación del mercado laboral.
Los líderes políticos de Alemania, entre ellos el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, y el de Economía, Sigmar Gabriel, se han negado a abandonar la meta de su coalición transversal, que agrupa a sectores de derecha e izquierda, para equilibrar el presupuesto por primera vez desde 1969.
Aunque Berlín pidiera préstamos para modernizar sus carreteras, ferrocarriles y redes de banda ancha y de distribución de energía, no crearía un mayor crecimiento en los débiles países de la zona euro, dijo Gabriel.
Alemania ha sido criticada por organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) por no haber utilizado su gran superávit de cuenta corriente y un margen presupuestario para invertir en su precaria infraestructura.