Una parte de los sindicatos franceses, liderados por la Confederación General del Trabajo (CGT), organizan este martes una huelga «intersectorial» para reclamar subidas salariales, lo que extiende las protestas que se prolongan desde finales de septiembre en varias refinerías. Más allá de la energía, con muchas gasolineras sin carburante, los paros, que van acompañados de alrededor de 140 manifestaciones por todo el país, se van a dejar sentir también en el transporte público, en la educación y en la sanidad.
En el transporte por ferrocarril, los mayores problemas van a estar en los trenes de cercanías de París y en los regionales, ya que entre estos últimos solo circulan la mitad, según las previsiones de la compañía estatal SNCF. En los servicios de largo recorrido el impacto va a ser mucho menor, sobre todo en los trenes de alta velocidad (TGV), que en su mayor parte funcionan casi normalmente, lo mismo que ocurre en las líneas internacionales. En las conexiones entre Francia y España, el tráfico estará «ligeramente perturbado», de acuerdo con la SNCF.
La entidad del transporte metropolitano de París (RATP) anticipa una circulación normal en 11 de sus 14 líneas de metro y en las tres restantes (la 6, la 12 y la 13) entre un 80 % y un 90 % de los trenes. Un tercio de los autobuses no estarán en servicio, con nueve líneas totalmente cerradas. En la educación, muchos padres no pueden llevar a sus hijos a las guarderías por falta de personal y también se espera la cancelación de clases en primaria, en secundaria y, en particular, en los liceos profesionales.
En el comunicado de la convocatoria de la huelga que firman la CGT Fuerza Obrera (FO), la Federación Sindical Unitaria (FSU), Solidarios y cuatro organizaciones juveniles se pide la movilización «para el aumento de los salarios, de las pensiones y de los subsidios sociales y la mejora de las condiciones de vida y de estudios». Esta jornada de huelga marca un punto claro de continuidad con la que se celebró el 29 de septiembre, que no tuvo un gran seguimiento, aunque desde entonces la situación ha empeorado de forma ostensible para el Gobierno de Emmanuel Macron.
En primer lugar, porque el enquistamiento durante todo este tiempo de la protesta ha dejado sin combustible a muchas refinerías (cerca de la tercera parte, de acuerdo con el Gobierno) y lo notan todos los ciudadanos que utilizan sus vehículos. Además, la oposición de izquierdas ha puesto más presión con una manifestación que el domingo sacó a varias decenas de miles de personas a la calle para exigir medidas compensatorias por la pérdida de poder adquisitivo.