Responsables del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) expresaron este miércoles el temor a que la rotura de la presa ucraniana de Kajovka tenga efectos catastróficos por la diseminación de miles de minas antipersona arrastradas por el agua, pero también de las señales que alertaban sobre su presencia.
«Es una verdadera catástrofe para los afectados», señaló a EFE el jefe de la unidad de eliminación de este armamento en CICR, Erik Tollefsen, quien indicó que el agua «ha arrastrado minas y otros restos explosivos de la guerra que ahora están contaminando nuevas zonas». Agregó que en muchos casos se trata de minas modelo TM57, especiales contra vehículos, «con siete kilos de explosivos en su interior que no sólo pueden actuar contra un tanque sino también contra un camión o una ambulancia».
CICR había colaborado en el marcado de zonas contaminadas con carteles de aviso que ahora se han perdido, «lo que no sólo pone en peligro a los habitantes de la zona sino que también dificulta su acceso a la ayuda humanitaria y el trabajo de protección que se les pueda brindar».
La presidenta de la centenaria organización, Mirjana Spoljaric, manifestó, en una conferencia de prensa en la que también participó Tollefsen, que el desastre ocurrido en la prensa del río Dniéper «muestra lo necesario que es cumplir la ley humanitaria internacional, lo importante que es no atacar infraestructura civil crítica».
La eliminación de la presa «puede causar una destrucción masiva», señaló Spoljaric, quien indicó que la organización está colaborando en las tareas de valoración de las pérdidas sufridas en la catástrofe, aunque por ahora sólo maneja las cifras de las autoridades ucranianas, que hablan de al menos 16.000 afectados.
«El perjuicio ya es enorme y me preocupada cuánto daño más puede producirse», agregó la presidenta de CICR, en un acto en las afueras de Ginebra precisamente para presentar nuevas tecnologías para mejorar el rastreo de minas antipersona mediante drones e inteligencia artificial. El riesgo de las minas arrastradas por el agua liberada en Kajovka ya fue advertido este martes por la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, sumándose a los creados por la inundación de decenas de pueblos y por la catástrofe medioambiental desatada.
Tollefsen añadió que en la zona afectada se cree que había numerosas minas de los años 60, 70 y 80 almacenadas en depósitos militares, añadiendo más riesgos, y subrayó que todo este armamento incluso bajo el agua puede ser «muy peligroso» y detonar. El gobernador ruso de la anexionada región ucraniana de Jersón, Vladímir Saldo, alertó de que el agua liberada por la destrucción de la presa de Kajovka anegó campos de minas instalados por las tropas rusas cuando decidieron replegarse en noviembre de 2022 al sur del Dniéper.
La presa, parte de la Central Hidroeléctrica de Nueva Kajovka, se encontraba en el mayor río de Ucrania, que en su curso bajo forma precisamente la línea divisoria entre los ejércitos ruso y ucraniano, que se acusan mutuamente de la destrucción de esta infraestructura.
En total 80 localidades se encuentran en la zona de peligro a lo largo del río Dniéper, ocupado en su orilla izquierda por las tropas rusas y en la derecha por las ucranianas. El agua del embalse de Kajovka es necesaria para que la planta nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa y bajo constante peligro por los enfrentamientos bélicos, reciba electricidad para los condensadores de turbinas y los sistemas de seguridad. No obstante, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) subrayó que por ahora no existe un «riesgo inmediato» para la seguridad de la central.