Al filo del primer aniversario de un conflicto iniciado al calor de la guerra de Gaza, Israel y el grupo chií libanés Hizbulá libran ahora sus peores enfrentamientos en un año, mientras el Líbano sufre bajo una oleada de bombardeos israelíes sin precedentes en décadas. El ciclo de violencia bilateral en este escenario en principio secundario cambió para siempre el pasado 17 de septiembre, cuando Israel hizo estallar simultáneamente miles de buscapersonas en manos de integrantes de Hizbulá en el sur y el este del país, y los suburbios meridionales de Beirut, sus principales bastiones en el país.
Más de dos semanas después los libaneses aún tratan de procesar los acontecimientos que se han ido sucediendo rápidamente desde entonces, con su país bajo constantes bombardeos y a las tropas israelíes invadiendo su territorio para confrontar a Hizbulá en las zonas fronterizas.
Una montaña rusa
Hizbulá lanzó su primer proyectil contra Israel en esta escalada el 8 de octubre de 2023, un día después del ataque terrorista del movimiento islamista Hamás contra territorio israelí para advertir de que este grupo no estaba solo y de que el disputado «frente» libanés aún era una amenaza.
Pero poco se podía imaginar entonces que, un año después, se esté viviendo un conflicto más sangriento que la guerra de 2006. Con el tiempo, los choques se fueron intensificando y se comenzó a temer que en algún momento pudiese estallar una guerra, con acciones y reacciones cada vez más duras, más lejanas de las zonas habituales de conflicto y con nuevas tecnologías. Los lanzamientos masivos de cohetes se volvieron habituales en el repertorio de Hizbulá, que comenzó a atacar bases militares de importancia estratégica para Israel y desempolvó armas como los misiles de alto calibre Burkan, capaces de portar ojivas de hasta media tonelada de explosivos.
Por su parte, Israel comenzó a bombardear esporádicamente el Valle de la Bekaa, un bastión oriental de Hizbulá alejado de la frontera, e inició una campaña de ataques selectivos contra miembros del grupo chií, que iban cayendo mientras se trasladaban en sus vehículos o se resguardaban en sus hogares. Hubo varios picos de alta tensión durante los que se temió el estallido inminente de una guerra abierta en el Líbano o incluso de una regional que involucrase a Irán, gran aliado de Hizbulá. El último fue este mismo verano, después de que Israel atribuyese al movimiento libanés un ataque que mató a doce niños en los Altos del Golán ocupados. En represalia, asesinó al máximo comandante militar del grupo, Fuad Shukr.
Escalada brutal y repentina
El ataque contra Shukr fue visto como un potencial desencadenante del desastre, no solo por ser la baja de más rango de Hizbulá hasta entonces, sino porque se produjo en los suburbios beirutíes del Dahye, una línea roja que hasta entonces Israel solo había cruzado para matar a un alto cargo de Hamás.
Dos meses después de aquello, el Dahye es una región fantasma, salpicada de destrucción y objeto de intensas oleadas de bombardeos diarios que las fuerzas israelíes dicen dirigir contra intereses de Hizbulá. También están bajo las bombas el sur y el este del país, donde la intensa campaña de ataques aéreos iniciada hace algo más de diez días ha arrasado con barrios y pueblos enteros y ha provocado la mayor ola de desplazamientos en la historia del Líbano: alrededor de 1,2 millones de personas de una población total de poco más de 5 millones.
La escalada que Israel se sacó de la manga a partir del 17 de septiembre ha infligido también la baja de mayor envergadura posible en las filas de Hizbulá: su máximo líder de las últimas tres décadas, Hasán Nasrala, alcanzado por bombas antibúnker en una sede subterránea del Dahye. Esta misma madrugada, otro ataque del mismo tipo habría tenido como objetivo al principal candidato a sustituirlo, Hashem Saf al Din, según la prensa israelí. La caída de nuevas supuestas bombas antibúnker en el Dahye resonó por todo Beirut, donde el sonido de los bombardeos se ha vuelto repentinamente parte del día a día.
Dentro del perímetro de la ciudad ya ha habido dos ataques en los últimos días. Paralelamente, el Ejército israelí inició el pasado lunes una ofensiva terrestre en el sur, que pese a su carga simbólica se limita por ahora a unos pocos puntos y a ataques cruzados sin confirmación de confrontaciones directas con las fuerzas de Hizbulá presentes en la zona. El temor ahora es una mayor expansión de la violencia a zonas del Líbano no controladas por el grupo chií y un potencial asedio con bombardeos contra el único aeropuerto operativo del país, el de Beirut, después de que ya esta madrugada Israel cortara con un bombardeo la principal carretera hacia Siria.