La situación entre el gobierno turco y la guerrilla kurda PKK ha entrado en una fase crítica que podría comprometer el histórico proceso de paz iniciado en los últimos meses. Lo que se planteó como un hecho histórico corre evidente riesgo de quedarse en agua de borrajas según revelaron tres portavoces del grupo que protagonizó la primera entrega de armas. Según ellos no habrá nuevos pasos hacia el desarme hasta que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan demuestre avances concretos en el proceso de paz.
La noticia, publicada por el portal informativo pro kurdo Numedya24.com, evidencia que lo que hace apenas una semana se anunciaba como un hito histórico podría quedar en un simple gesto simbólico sin continuidad. Los representantes Tekin Muş, Tekoşin Ozan y Nedim Seve, que formaron parte del grupo de 30 guerrilleros que entregó sus armas en Sulaymaniyah (norte de Irak) el pasado viernes, fueron contundentes: «Si no se actúa, la destrucción de armas por un segundo grupo no está en nuestra agenda».
Este anuncio supone un serio contratiempo para el proceso de disolución del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización considerada terrorista por Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos, que en abril de 2024 anunció un alto el fuego y el pasado mayo comunicó el fin de su lucha armada tras cuatro décadas de conflicto. La tensión actual podría repercutir en las relaciones diplomáticas con España y otros países de la UE que han respaldado el proceso de paz.
Tiempos del proceso de paz
El camino hacia el actual proceso comenzó en febrero de 2025, cuando el encarcelado líder del PKK, Abdullah Öcalan, realizó un llamamiento para que su organización abandonara las armas y se disolviera. Esta petición fue atendida por la organización, que declaró un alto el fuego en abril y anunció el fin de la lucha armada en mayo de ese mismo año, estableciendo las bases para lo que parecía un proceso de paz irreversible.
El pasado viernes 11 de julio de 2025 se produjo el primer acto simbólico de entrega y destrucción de armas en territorio iraquí, donde el PKK mantiene sus bases. Sin embargo, el portavoz Tekoşin Ozan ha señalado que con ese gesto el grupo ya ha mostrado suficiente buena voluntad y que ahora corresponde al Estado turco dar los siguientes pasos.
Nedim Seven, otro de los portavoces, ha advertido en declaraciones más duras que si no se toman medidas para liberar a Öcalan y otros miembros del PKK, presos en las cárceles de Ankara, «podrían emerger nuevos puntos de crisis en los que las armas jueguen un papel», una velada amenaza que hace temer por la continuidad del proceso militar.
La postura del gobierno turco
Por su parte, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan celebró el desarme inicial como una victoria militar durante un discurso pronunciado el domingo 6 de julio. El mandatario atribuyó este avance no solo al diálogo sino también a las operaciones militares turcas en Irak y Siria contra posiciones del PKK en los últimos años. Sonada fue la operación en la que una docena de soldados turcos perecieron por inhalación de gases al adentrarse en cuevas a la búsqueda de cuerpos de compañeros caídos en el fragor de los combates con la guerrilla kurda.
En sus comparecencias Erdogan ha prometido «hacer un seguimiento escrupuloso del mecanismo de entrega de armas», aunque sin detallar medidas concretas, y ha ofrecido «abrir las puertas de par en par a quienes buscan una salida», en lo que podría interpretarse como una oferta de reintegración social para los miembros del PKK que abandonen las armas.
Como gesto institucional, el presidente turco ha anunciado la creación de una comisión parlamentaria encargada de gestionar el proceso de paz. Esta comisión estará integrada por representantes del partido gobernante AKP, su aliado ultranacionalista MHP, y el partido de izquierda prokurdo DEM, que ha ejercido como mediador en las negociaciones desde finales de 2024. Finalmente, cabe mencionar que el posible estancamiento del proceso de paz tiene importantes implicaciones tanto regionales como internacionales.
Para España y la Unión Europea, que han apoyado diplomáticamente los esfuerzos de resolución del conflicto, representa un retroceso en la estabilidad de una región estratégica que conecta Europa con Oriente Medio.
Así, el fracaso de este proceso podría desencadenar una nueva escalada de violencia en el sureste de Turquía y las regiones fronterizas con Irak y Siria, lo que agravaría la ya compleja situación migratoria y de seguridad en el Mediterráneo oriental. Además, las tensiones étnicas entre turcos y kurdos tienen repercusiones en las comunidades de ambos orígenes residentes en países europeos; en el nuestro, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), residen más de 4.500 personas de origen kurdo y cerca de 82.000 ciudadanos turcos. La liberación de Öcalan, encarcelado desde 1999 y cumpliendo cadena perpetua, se perfila como uno de los puntos más controvertidos.