Luis Santamaría decidió cuando tenía catorce años que algún día tendría un Mustang. Y aunque tuvo que pasar mucho tiempo, hace unos años lo consiguió y ahora es el propietario de este precioso Ford Mustang de 1965 que ha moldeado a su capricho, aunque respetando la esencia del vehículo en todo momento, ya que de los contrario sería un sacrilegio.
Luis tuvo paciencia y cuando pudo se puso manos a la obra para buscar un coche que se adaptara a su presupuesto y que no estuviera en muy malas condiciones. Lo encontró finalmente en Florida en 2010. Una vez localizado el vehículo, contactó con una empresa que se dedica al transporte de mercancías entre Estados Unidos y España y les encargó que se lo trajeran. Después empezó un duro trabajo de restauración que en parte realizó con Jaime Ballester, Cesas, Toni y Jaime, amigos de Luis, que fueron los que le ayudaron a realizar la parte de limpiar con chorro de arena, arreglar el óxido y pintar el vehículo. Eran las tareas más complicadas de la restauración, por tratarse del principal problema que presentaba el vehículo cuando llegó a Palma. La parte de mecánica se la encargó a un mecánico, puesto que él no tiene la más mínima idea y por eso lo dejó en manos de un profesional. El trabajo se prolongó durante dos años, pero nos comentaba nuestro interlocutor que al final mereció la pena, ya que el resultado fue excepcional.
SOLO UNO
Luis no es un coleccionista al uso, ya que sólo tiene este vehículo. Es, como nos contaba, la realización de un capricho de juventud. Considera que con su Mustang ya ha cumplido su sueño y ahora lo único que quiere es disfrutar del coche el mayor tiempo posible. No pertenece a ninguna asociación, pero sí comparte su pasión con un grupo de amigos que también tienen el mismo vehículo. Realizan algunas salidas y concentraciones para pasear por la Isla y disfrutar de lo que les une.
Nos cuenta que no lo utiliza mucho, ya que lo cuida con esmero; suele salir con él los fines de semana o con su grupo de amigos y siempre que haga buen tiempo, pues no está dispuesto a que la lluvia cause ningún daño al coche. Tanto es así su cuidado que, a diferencia de la mayoría de propietarios de coches, no lo limpia en un lavado como los que nos podemos encontrar en cualquier gasolinera. Lo hace en seco, lo que significa un gran esfuerzo, pues primero hay que dar una especie de cera y después limpiarla minuciosamente, tanto que el tiempo que puede tardar es de tres horas y lo hace él mismo. De todas formas, asegura que merece la pena, pues el resultado es excepcional y el vehículo no sufre daño alguno y tampoco es que haya que estar todo el día limpiándolo.