Christian Rocher es un ciudadano francés que llegó a la Isla hace ya más de veinte años y que se quedó entre nosotros porque se encuentra muy a gusto. Christian un buen día decidió que era bueno cambiar de aires y qué mejor lugar para viajar que Mallorca, por eso cogió las maletas, dejó su Francia natal y se vino a la Isla a buscar trabajo de conductor de autobús, ya que tenía todos los permisos necesario para realizar este trabajo en España.
Pero no siempre se consigue lo que se piensa o, mejor dicho, hay que contar con el factor suerte y lo cierto es que Christian no encontró trabajo como conductor de autobús, pero sí entró a trabajar en el mundo de la hostelería en la Granja de Esporles y unos años más tarde llegó a Valldemossa para dirigir el museo de la Cartuja, donde permaneció hasta que decidió jubilarse para seguir disfrutando de la Isla y de su grupo de amigos.
La verdad es que esto puede sonar raro, pero nuestro protagonista llevaba años trabajando en el mundo de la automoción, en concreto vendiendo coches en su país, algo de lo que se había cansado y por eso decidió cambiar de aires. En cuanto a su pasión por los clásicos, también le viene de lejos y es algo que cada día le apasiona más.
Tuvimos la ocasión de hablar con él sobre este precioso Mercedes 280 SE automático de 1972, en concreto este es uno de los últimos que salió de la cadena de montaje. Nos cuenta que lo compró hace diez años en Barcelona, y desvela que entre las leyendas que hay sobre este coche se comenta que perteneció a la Embajada de Dinamarca en Madrid y que en concreto era el coche oficial del embajador, aunque este extremo nadie parece haberlo confirmado, nos decía Christian. Lo que sí es cierto es que el vehículo antes de llegar a sus manos había pasado por dos conductores de Logroño y uno de Barcelona.
Explica que el coche, cuando lo compró, estaba en excelentes condiciones, requería algunos pequeños retoques, pero nada grave. Nos decía que es un coche maravilloso y que lo utiliza mucho, pues es agradable su conducción y es como dar un cómodo paseo sentado al volante de un coche con mucha clase.
Desde hace tiempo forma parte de Amigos de los Clásicos, un grupo que comparte la misma ilusión por los coches antiguos y que disfrutan reuniéndose para hablar de lo que les une. Reconoce que las salidas de los fines de semana son un momento genial y del que disfruta doblemente, ya que puede hablar de coches y además reunirse con un grupo interesante de amigos.
No se considera un coleccionista al uso, pero siempre ha intentado tener algún coche interesante en su garaje; en la actualidad tiene dos más, además del Mercedes.