Egipto volvió a vivir ayer una jornada negra con la muerte de más de sesenta personas en choques entre seguidores del depuesto presidente, el islamista Mohamed Mursi, y la policía en El Cairo, que alejan cada vez más las esperanzas de una hipotética reconciliación nacional.
Los enfrentamientos, que también causaron centenares de heridos, se desencadenaron la pasada madrugada y se prolongaron hasta primera hora de la mañana en las inmediaciones de la plaza de Rabea al Adauiya, en el distrito de Ciudad Naser, donde los islamistas mantienen una acampada.
Las versiones sobre lo ocurrido con contradictorias.
El Ministerio del Interior culpó de la violencia a los partidarios de Mursi, a los que acusa de iniciar las agresiones al tirar piedras y disparar perdigones contra la policía, que intentó evitar que cortaran el puente de 6 de octubre, uno de los principales de la ciudad.
Los Hermanos Musulmanes, grupo al que perteneció Mursi hasta que accedió a la Presidencia, el 30 de junio de 2012, sostienen que fueron los policías, apoyados por "baltaguiya" (matones), quienes atacaron a los manifestantes, contra los que dispararon con armas de fuego y escopetas de perdigones a la cabeza y el pecho.
Las autoridades se preparan ahora para desmantelar "muy pronto" las acampadas de los simpatizantes de Mursi en la capital.
El ministro del Interior, Mohamed Ibrahim, explicó que falta por elegir el momento y la manera adecuada de hacerlo: "No voy a decir que será mañana, pero ocurrirá muy pronto", advirtió.
Para llevar a cabo esta operación en las acampadas de Rabea al Adauiya y de la plaza del Nahda, en Giza, las autoridades van a buscar cobertura jurídica con las denuncias de los vecinos de esos lugares.
Desde Rabea al Adauiya, los manifestantes aseguraron que no se van a mover y que resistirán de forma pacífica.
En previsión de una irrupción de las fuerzas del orden, los islamistas han fortificado la plaza y han colocado barreras, hechas con adoquines arrancados.