A pesar de que las voces en el seno del Consejo de Ministros lo niegan, muchos analistas políticos coinciden en señalar que tras la entrada masiva de 6.000 marroquíes en Ceuta en apenas un día se esconde el descontento del reino alauí por las atenciones médicas que España ha dispensado al dirigente del Frente Polisario, Brahim Gali.
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, ha reiterado este martes que la llegada masiva de forma irregular de inmigrantes a Ceuta no tiene nada que ver con la decisión de España de permitir que se atienda en un hospital de Logroño a una de las cabezas visibles de la resistencia polisaria, algo que este lunes ya ratificó la propia jefa de la diplomacia española, la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya.
Escrivá ha ido más allá, apuntalando que Marruecos ya recibe devoluciones de algunas de las personas que en la jornada anterior participaron en un salto masivo sin precedentes, algo que ha apoyado un miembro más y relevante del gobierno de la nación, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.
Según el Gobierno, los compromisos bilaterales entre España y Marruecos en materia migratoria son claros. La Moncloa afirma que mantendrá la firmeza, y de hecho las autoridades marroquíes sostienen que nada tienen que ver con estos movimientos, que a diferencia de otros que hemos visto con anterioridad son protagonizados por personas de origen magrebí y no subsahariano.
Los ministros del ejecutivo reconocen que esta situación no era esperada, y tratan de explicarla como un efecto colateral de la pandemia, que en este caso ha agravado la escasez y la pobreza a todos los niveles, más si cabe al otro lado de la frontera. Sin embargo, algunas voces informadas vinculan la actual tensión y descontrol en la valla de Ceuta por la posición de poder adquirida por el reino norteafricano tras uno de los últimos acuerdos firmados por la administración Trump: el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.
La cuestión política y legal viene de muy lejos, desde que en 1976 España abandonó la colonia. Mientras Marruecos y los saharauís reivindican la soberanía sobre todo el territorio, Estados Unidos mantiene la posición de no recomendar la creación de nuevos estados en África, una postura que sirve para contentar a Rabat, y que al mismo tiempo le permite ganarse voces aliadas en el difícil encaje del Magreb e, incluso, en Oriente Medio.