Faltaban apenas unos días para Navidad y la sexta ola de la pandemia de COVID-19 avanzaba sin freno en España. La incidencia llevaba subiendo desde octubre y, tras alcanzar su pico en enero, no tocaría fondo hasta marzo, dejando tras de sí unos seis millones de contagiados. Entre los positivos, buena parte contaba con las dos dosis de la vacuna, pero estaba pendiente de la tercera, que tuvo que retrasar tras la infección. Ahora, para muchos de ellos se cumplen los cinco meses recomendados por Sanidad antes de recibir el pinchazo de refuerzo aconsejado para mayores de edad.
En un primer momento, el Ministerio pareció decantarse por retrasar medio año el tercer pinchazo para los recién contagiados con ómicron, para optar después por cuatro semanas y decidirse definitivamente por un periodo de cinco meses, en base «a la evidencia» de aquel entonces. La recomendación del Departamento de Carolina Darias sigue vigente y algunos de los infectados cuestionan la necesidad de someterse a la tercera inyección. Entre los expertos, muchos respaldan la estrategia de Sanidad, aunque no faltan las voces discordantes.
"A los mayores de 18 años, los animamos, sin ningún tipo de duda, a recibir esa tercera dosis. Conforme pasa el tiempo, hay un proceso por el que los anticuerpos caen y, aunque hay una inmunidad celular presente, es difícil de medir. Según los estudios y las agencias internacionales, ese pinchazo de refuerzo está absolutamente recomendado después de haber pasado la enfermedad. Merece mucho la pena ponérselo", apunta el portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH).
En la misma línea se expresa Julián Olalla, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). "A nivel personal, te aconsejaría que te pusieras la tercera dosis. Además, hay que hacer lo que dictaminan las autoridades sanitarias, y la política del Ministerio hoy por hoy es esa: recibirla, aunque hayas pasado la COVID. La evidencia va por ese lado, no es una cosa descabellada", recalca.
"A los mayores de 18 años, los animamos, sin ningún tipo de duda, a recibir esa tercera dosis"
Con ambos coincide Ángela Domínguez, coordinadora del Grupo de Trabajo sobre Vacunación de la Sociedad Española de Epidemiología, que incide en la diferencia en el porcentaje de quienes tienen la pauta completa de dos dosis (93%) y los que cuentan con la tercera inyección (52%). "Es muy importante que todas las personas para las que se recomienda la dosis de refuerzo la reciban, porque estarán mejor protegidos y contribuirán a frenar el impacto de la COVID en nuestra sociedad", afirma.
¿Medicina masiva o personalizada?
Contrario a esta recomendación de una tercera dosis masiva se muestra el catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid Alfredo Corell: "En general, no creo que haya que ponérsela. Personas que puedan tener riesgo o que convivan con familiares vulnerables, sí. Pienso que ciudadanos sanos, menores de 60, sin complicaciones, no tienen por qué ponérsela. ¿Les va a venir mal? No. Les va a generar sobre todo respuesta de anticuerpos, pero esto no les asegura que, en caso de encontrarse con otra variante, no la cojan. Ya lo hemos visto con ómicron".
Por eso, el inmunólogo apuesta por abandonar la «medicina de masas, necesaria en una situación de guerra» como la vivida durante la fase más dura de la pandemia, y evolucionar a la atención «personalizada». En este sentido, propone medir los anticuerpos de cada individuo susceptible de recibir el tercer pinchazo y, en función del resultado, decidir si inocularle la dosis de refuerzo o no.
"Ahora, cada persona es un mundo, con una combinación de vacunas y de infecciones. Yo mismo tengo dos dosis y he cogido delta y ómicron, la última como un resfriado de tres días, con mocos, dolor de garganta y malestar. ¿Para qué voy a necesitar ponerme una tercera, para pasar un catarro de tres días? Lo que estamos intentando es conseguir una inmunidad social muy grande para evitar la enfermedad grave, el ingreso en UCI y la muerte. Eso está logrado", apunta Corell.
"Ahora, cada persona es un mundo, con una combinación de vacunas y de infecciones. Hay que abandonar la medicina de masa y tender a la especializada"
Menos convencidos de esta posibilidad de la medicina individualizada en este sentido se muestran el portavoz de la SEMPSPH y el de la SEIMC, que aluden a la dificultad de determinar un nivel de anticuerpos a partir del cual es necesaria una nueva dosis y a la ignorancia sobre el «proceso de bajada de esa protección». "Si tienes que citar varias veces a una persona para hacerle el test primero, darle los resultados después y, luego, vacunarla; es más fácil perderla por el camino«, dice el primero. »Es preferible, por eficiencia, vacunar. La mejora en la situación nacional es gracias a eso", añade el segundo.
¿Demasiadas dosis?
Para oponerse a esta tercera campaña de vacunación masiva, Corell argumenta que no hay «nada teórico ni conocido del sistema inmunitario» que avale dosis masivas de manera reiterada. En esta línea, destaca que podría ser incluso «perjudicial», pues una recurrencia en dar un antígeno muy repetidamente en muy poco tiempo puede ir «apagando la respuesta inmunitaria».
"Lo que hace es que esa respuesta inmunitaria sea cada vez más débil. Es similar a lo que ocurre cuando vacunamos para la alergia. Exponemos a la persona a la sustancia que se la produce, una vez y otra y otra y otra. Al final, acaba dejando de tener reacción, desarrollando tolerancia. Aquí no se está haciendo tan reiteradamente, pero en año y medio hemos dado cuatro dosis a algunas personas, eso ya es mucho", ahonda.
No comparten esta visión los otros tres profesionales, que aducen que este problema «no está descrito» y que pequeños ensayos constatan la protección inducida por una cuarta dosis en mayores. «Con los datos que tenemos en la actualidad, no hay ninguna evidencia de que haya contraindicación para administrar esta tercera dosis a pesar de haber pasado la infección», declara Domínguez.
¿Y la cuarta dosis?
Otro de los grandes temas sobre la mesa es la administración de la cuarta dosis, que hasta el momento solo reciben las personas inmunodeprimidas. ¿Cuándo llegará? ¿A quién estará dirigida? Son las dos grandes preguntas que concita el debate entre los expertos, que contemplan ampliar su distribución a las personas de más edad y a quienes residen en centros sociosanitarios. Respecto a la fecha, la ministra de Sanidad apuntó este lunes a la posibilidad de comenzar en otoño con su inoculación a nuevos grupos.
"A la población por encima de 80, desde luego. A título personal, yo creo que posiblemente se abrirá a gente de 60 para arriba"
Todavía en estudio, según Domínguez, los expertos concuerdan en que este segundo refuerzo no será necesario para el grueso de la población, pero tienen dudas sobre a qué franjas se destinará. "A la población por encima de 80, desde luego. A título personal, yo creo que posiblemente se abrirá a gente de 60 para arriba. ¿Dónde estará el corte? No sé, pero está claro que el sistema inmune envejece, las personas mayores van peor en muchas infecciones que las jóvenes porque no son capaces de responder y con el coronavirus pasa igual", subraya Olalla.
De formalizarse la recomendación de la cuarta dosis para ciertos colectivos, también la fecha está por ver. Los especialistas remarcan que la determinará la evolución de ingresos y defunciones. "Podríamos empezar a vacunar ya, porque el fenómeno de cómo decae la inmunidad está ahí, pero es una decisión de Salud Pública", opina el experto en infecciosas. A favor de esperar a otoño, el portavoz de la SEMPSPH defiende que será entonces cuando realmente estas personas necesitarán las vacunas «de verdad», porque es previsible que el coronavirus tienda a estacionalizarse.
Además, profundiza, en caso de aguardar, es posible que el pinchazo se realice ya con los nuevos sueros que están desarrollando las farmacéuticas: aquellos modificados para adaptarse a las nuevas versiones del virus o los binarios, diseñados para proteger ante dos variantes diferentes.
Por su parte, Corell mantiene una postura similar a la del tercer pinchazo y se decanta, de nuevo, por una medicina individualizada. "¿Todos los mayores de 80 van a precisar de la cuarta dosis? Pues no. Unos la necesitarán y otros no. ¿Por qué se lo tenemos que poner a todas, cuando eso puede poner su sistema inmunitario a la baja? No es necesario", concluye.