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Juan Bordera: «Con el clima estamos jugando a la ruleta rusa»

El activista ecologista, que se metió en política para llevar el discurso del decrecimiento al debate público, reflexiona sobre la situación en la que nos encontramos

El activista ecologista Juan Bordera. | JAUME LLORET

| Palma |

El impacto de la crisis climática, que no dejará de intensificarse con los años, más todavía si los gobiernos no actúan de forma coordinada cuanto antes, pone en jaque la vida en la Tierra tal y como la conocemos. Quizás no estemos evolutivamente capacitados para asimilar este simple y atroz hecho, pero todavía es posible actuar. Así también lo cree Juan Bordera (Alcoi, 1984), periodista y activista ecologista que publica ¿El final de las estaciones? Razones para el decrecimiento y para la rebelión de la ciencia, junto a Fernando Valladares y Antonio Turiel. Bordera, que actualmente es diputado de Les Corts Valencianes, fue el periodista que en 2021 filtró en la revista CTXT el primer borrador del informe climático del grupo de expertos de las Naciones Unidas.

En esta sección no entrevisto a políticos, y menos en activo, pero tu caso es algo peculiar. Te metiste en Compromís para concienciar sobre la teoría del decrecimiento y cómo actuar en «la era del colapso climático», como dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. ¿Estás consiguiendo lo esperado?
Lo hice pensando que se reeditaría el gobierno del Botànic, no creía que caeríamos tan abajo. Pasó todo lo que pasó con Podemos y, aunque tengamos más votos, gobierna la derecha. La sensación es muy agridulce, pero no fue un error meterme en esto; no soy militante de ningún partido, me ofrecieron ir en las listas como independiente y acepté. Me está sirviendo para ver qué funciona y qué no en la política. También me ha reafirmado en que hay que ir más allá del cómo se hace política porque está demostrándose ineficaz para atajar estos retos. Creo que he conseguido concienciar a gente de mi partido y de otros y que mis declaraciones sobre decrecimiento resuenen en los medios. Es una oportunidad para meter un discurso que no está allí. En la cámara, además de con la gente de Compromís, tengo contacto con PP, Vox, PSOE. Algunos del PSOE, en privado, confiesan que no están de acuerdo con cosas de su partido, pero incluso con gente de Vox hay un punto de cambio. Empezaron diciendo burradas que ya no se atreven a sostener porque la realidad les está dando un recital de respuestas sobre cómo de afectada está la estabilidad climática. Hay un pequeño avance dentro de lo imposible que es negociar con ellos.

«¿Conocéis algo que pueda crecer sin parar? Pues la economía tampoco podrá», pone en tu perfil de X. ¿Qué es el otoño de la civilización?
Viene del artículo que publiqué junto a Antonio Turiel y que luego se convirtió en el primer recopilatorio de textos del cual se vendieron cinco ediciones. El juego de palabras que ofrece la palabra otoño, como estación y, a la vez, como caída, permite contar esa disyuntiva en la que está nuestra civilización. Todavía podríamos repartir tanto la riqueza como las cargas del problema climático que hemos generado, que implicará perder cosechas o reconvertir sectores. Si apostásemos por aceptar cuál es la dimensión del problema y proponer medidas acordes a la enormidad del reto, aún podríamos evitar los peores escenarios climáticos y hacer una transición energética justa que garantice los mínimos de calidad de vida. O nos adaptamos a los límites de un planeta que ya da avisos de que nos estamos pasando o, la otra opción, es asumir que habrá una caída, de la cual no sabemos a qué velocidad ocurrirá. Eso implicará megadesastres climáticos que se irán solapando, además de conflictos bélicos. Si quieres seguir creciendo al 3 % anual y los recursos menguan, tendrás que hacerlo a base de guerras y genocidios.

A corto plazo, adviertes, vamos hacia un aumento de los fenómenos extremos. ¿En qué punto estamos?
Este 2024 han pasado dos cosas impactantes a nivel académico. Se está produciendo un debate sobre la sensibilidad climática entre investigadores de máximo prestigio que no tienen tanto remilgo para comentar la situación y señalar que los modelos climáticos están infraestimando las consecuencias del cambio climático. La otra cosa es la locura de las altas temperaturas oceánicas. Lo tratamos antes de que salieran dos estudios que reafirman lo que llevábamos diciendo meses. La cantidad de radicación que está absorbiendo la Tierra es mayor de la que es capaz de devolver a la atmósfera. Antes teníamos más hielo y unas corrientes atmosféricas y oceánicas diferentes que equilibraban la situación. En la última década, ha empezado a darse un cambio de fase que ya estamos viendo. Lo que está pasando en los océanos no entraba en ningún modelo, no se contemplaba como una posibilidad. Si todo esto sigue, y tiene toda la pinta de que sea así, la corriente del atlántico norte, que es el motor cálido que llega al norte de Europa, se frenará. La cuestión es cuándo y qué consecuencias tendrá. A corto plazo veremos un aumento de los fenómenos extremos y, en algún momento de este siglo, esa corriente se frenará y lo cambiará todo. Si de verdad ocurre, será una catástrofe sin antecedentes históricos y acelerará el deshielo de la Antártida, que ya padece veranos anómalos. Si desestabilizas una pieza del reloj, te acaban fallando el resto. Tendremos que prepararnos para más inundaciones, sequías, incendios y tormentas extremas.

La corriente oceánica del atlántico regula el hecho de que Europa tengan un clima más benigno que el de la costa este de los EEUU y Canadá. ¿Cómo nos afectaría si colapsa?
En España el impacto no sería tan grande, pero la situación sería más grave en Suecia, Dinamarca o Noruega, donde igual en 2070 no se podrá ni vivir. En la parte del sur de Europa, donde estamos, habrá que ver qué pasa. Los estudios sobre los posibles impactos que tendrá todavía son recientes, pero me alucina que con el conocimiento científico que tenemos no se reaccione ya.

Has aparecido en muchos medios con amplia repercusión, tanto escritos como televisivos. ¿Crees que algo ha cambiado en la opinión pública y política española?
Han pasado cosas curiosas y lo sé de buena tinta porque hablo mucho con Antonio Turiel. Bastantes sectores del mundo académico y empresarial, incluso del más neoliberal, como mínimo, se han interesado por esta situación. Quizás solo para criticar, pero ya no pueden esconder el debate, lo cual ya es algo imprescindible. Para el electorado catalán, salvo el de Vox y Ciudadanos, el cambio climático y la sequía son el principal problema. ¿Ha cambiado la percepción de la gente, los partidos y los medios? Sí, pero es insuficiente. El nivel comunicativo y político están muy verdes en un tema para el que no nos queda mucho tiempo. Ya tendríamos que estar tomando medidas muy radicales de adaptación, porque hay una parte de la crisis que no podremos evitar. Lo que hay es una especie de seminegación: mientras la cosa no se ponga muy fea, seguiremos para adelante porque no tenemos claro qué hacer.

Vuestro discurso, tildado de 'colapsista', ha generado críticas porque algunos sectores creen que es alarmista.
Cualquier debate científico es una batalla de posiciones. Nosotros hicimos un discurso abiertamente decrecentista, junto a Rebelión Científica, y una serie de personas creen que esa estrategia va en contra de sus intereses y apuestan por una que ven más posibilista. Si con los océanos ardiendo nos ponemos a debatir sobre colapsistas o decrecentistas, estamos apañados. Se ha intentado arrinconar la posición que Antonio Turiel había convertido en mainstream. Estos ataques contra el mal llamado 'colapsismo' vienen de gente de la patronal de las renovables, algún partido de izquierdas y El País.

¿El escenario global actual, cada vez más inestable, permite un acuerdo global para frenar los impactos de la emergencia climática?
Llegar a un acuerdo global rápido para atajar lo que tendríamos que hacer es difícil y probablemente imposible, pero cualquier paso en la dirección correcta es mejor que ninguno. La tarea de divulgación que se está haciendo Antonio Turiel o Yayo Herrero, por nombrar a algunos, hace mucho bien porque si los gobiernos no tienen un respaldo científico y popular, no se atreven a hacer según qué cosas. Que una parte de la ciencia hable cada vez más claro, que dentro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático se filtrara el documento para poder comprarlo con la versión final y que los propios científicos practiquen la desobediencia civil ayuda a caminar hacia esa cooperación.

Pero realmente parece complicado.
Se suele obviar la interrelación entre la realidad política, climática, energética e incluso geopolítica. El mejor escenario posible para atajar el problema climático no pasa por aumentar el número de conflicto bélicos en el mundo. Las decisiones de Rusia y la OTAN en Ucrania y Gaza no responden al momento que nos ha tocado vivir. Por eso, en los países en los que podemos alzar la voz, debemos parar esta inercia que nos lleva a conflictos más serios y que cada vez tenemos más cerca geográficamente. No te extrañe que un día a la ministra de Defensa Margarita Robles le dé por recuperar el servicio militar obligatorio. Ahora dice que no, pero cuando te niegas es que te lo planteas. La única manera de arreglar esto es cooperando.

El filósofo Slavoj Žižek decía que el ser humano, evolutivamente, no es capaz de asimilar que nuestro mundo pueda acabar siendo inhabitable. ¿Cómo luchar contra nosotros mismos?
Los cambios se van acelerando a un ritmo al que no estábamos habituados a vivir. Debemos apostar por intentar romper con esas inercias. La teoría de Dunbar también dice que estamos biológicamente adaptados para cooperar con hasta 150 personas, y que con más la cosa se complica, lo cual explica que no lo estemos haciendo como toca. Hay que alertar y llegar al máximo posible de personas.

«El ser humano debe volver a aprender a tener miedo», decía un personaje de la serie El problema de los tres cuerpos. Creo que es muy acertado.
Absolutamente. Naomi Klein dice que el miedo solo paraliza si no sabes hacia dónde correr. El miedo es un mecanismo de supervivencia que nos evitaba caer por un precipicio o enfrentarnos a un animal que te podía matar. Ahora tenemos lo mínimo garantizado y parece que se puede perpetuar, pero es un espejismo sustentado en combustibles que se agotan. Deberíamos tener más miedo ante este escenario para ser capaces de actuar. El problema es que se pide a la gente que lo entienda, pero no todos tenemos la misma responsabilidad. La responsabilidad de un gobernante o un millonario es mucho mayor que la de una persona normal que hace lo que puede.

Las medidas de la Comisión Europea contra el cambio climático se han tenido que retirar o postergar ante múltiples protestas, como la del sector agrario. ¿El problema de fondo es que responsabilizaran más a las clases trabajadoras?
Ese es uno de los problemas, sin duda. En un mundo en el que las grandes fortunas han doblado su fortuna en años de pandemia, no puedes pasar la factura de la transición energética a todo el mundo por igual. Debe de haber justicia social. Alimentación, vivienda, sanidad y educación tienen que ser algo innegociable, pero si el precio del alquiler, de la compra o de la energía no deja de subir, no puedes pedirle a la gente que se compre un coche eléctrico. De las dos crisis grandes de nuestra civilización, otra es la de la desigualdad económica, que se acentúa desde los años ochenta. Si la gente ve que Iberdrola, Endesa o Repsol se forran a beneficios y ellos lo pasan mal, es muy difícil que se activen.

He podido hablar con algunos empresarios del sector energético en un ambiente distendido, al margen de discursos oficiales, y no me transmitieron pánico ante un posible cambio repentino del modelo que sustenta nuestras sociedades de consumo. ¿No te extraña que personas a las que se les va el negocio muestren esta actitud? ¿Desconocimiento o tecnoptimismo?
Hay una mezcla de todo lo que dices. Debería ser más vox populi, pero es un conocimiento al que llega menos gente de la que debería. Es muy difícil que alguien entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda. La calidad del espejismo es tan buena que parece que no se está yendo todo al carajo. Lo que más me preocupa es el tema de las cosechas porque eso sí que afectará a todos. Yo mismo era tecnoptimista hasta 2012, cuando empecé a seguir a gente como Antonio Turiel o Ferran Puig, al que Teresa Ribera, antes de ser ministra, le entregó un premio de comunicación climática por una entrada de su blog Usted no se lo cree, en la que hablaba del colapso.

El caso de Ribera me recuerda al final de la serie El colapso, que siendo muy exagerada, puede concienciar más verla que leer decenas de estudios académicos.
Es verdad que secuencian el colapso en un periodo de tiempo muy corto y lo convierten en un evento que tenga gracia para la pantalla, pero en algunos países sí que se puede producir así. Con el clima estamos jugando a la ruleta rusa. La zona subsahariana está condenada por la desertización, pero otras, como Rusia, en las que se pensaba que el calentamiento global serviría para ganar extensiones de terreno cultivable, también sufrirán. Hay plataformas petrolíferas rusas en puntos que eran estables y que ya lo están dejando de ser por el deshielo. El punto de no retorno se acerca y es cuestión de tiempo que las cosas se pongan muy feas. El principal obstáculo es cómo hablar del tema sin paralizar a la gente y que la active para actuar.

Te piden 21 meses de cárcel por lanzar, junto a un grupo de científicos, agua coloreada en la fachada del Congreso para advertir de que el tiempo para reaccionar ante la crisis climática se acaba. ¿La desobediencia civil está funcionando?
Yo no entraré en prisión, pero Jorge Richman sí que podría porque le piden varios meses por otra acción similar. Como cuando en Roma mataban a Séneca. No creo que pase, pero la posibilidad existe. La desobediencia civil ante la trampa de la sociedad del espectáculo es el título de otro artículo que publicamos, porque está pasando algo muy curioso. Cuando dos chicas jóvenes con unas pintas particulares lanzan una lata de tomate contra un cuadro protegido por una vitrina, se monta una enorme en los medios. Sin embargo, cuando 100.000 personas respaldadas por Rebelión Científica y otras entidades bloquean la City de Londres durante cuatro días, no sale en los medios. Hay una imagen que se quiere vender sobre lo que son las acciones de desobediencia civil. Y la otra image, que cuenta con científicos del más alto nivel y con una organización social mayoritaria, que no se quiere contar. Otorgo una parte importante de esta situación a los medios porque la mayoría trabajan para que no se entienda lo que está pasando. Si se demuestra que un medio publica desinformación, se debería de prohibir.

En muchos casos diría que incluso es más por ignorancia que algo premeditado.
Es verdad, pero también hay temas de los que se prefiere no hablar. Podemos pasar un periodo de transición complicado, pero si no hacemos nada, será peor para todo el mundo. A Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta, le llevaron una guillotina que, de momento, era de plástico. Ocurrió en una manifestación de trabajadores de Amazon. No hay nada más inseguro que estar en la cima de una pirámide que se desmorona. Esta gente, en parte, también es consciente de la situación. Quiero creer que en algún momento de los próximos dos o tres años habrá un momento de reacción. Si no, ya no sé qué se puede hacer.

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