La aragonesa Pilar Alegría sale del gabinete de Pedro Sánchez para asumir el reto de batir en su tierra al popular Jorge Azcón, en un momento muy agitado para el PSOE y el Gobierno, del que durante dos años ha sido su voz en las ruedas de prensa ofrecidas todos los martes para explicar los acuerdos del Consejo de Ministros.
Entró en julio de 2021 en el equipo de Sánchez como ministra de Educación, con el encargo principal de aplicar la ley Celáa, y un año más tarde fue nombrada portavoz de la Ejecutiva del PSOE, pero sus tareas en el Gobierno se ampliaron en noviembre de 2023 cuando asumió las competencias de Deportes y la portavocía. Nacida en 1977 en La Zaida (Zaragoza) ha contado con la máxima confianza del presidente del Gobierno, tanto para la gestión gubernamental como en el PSOE. Con fama de trabajadora y de talante dialogante, aunque también exigente, ahora tendrá que esforzarse ya no para hacer gala de los logros del Ejecutivo que «vende» cada martes en las comparecencias de Moncloa, sino para tratar de convencer a los aragoneses de que su proyecto es mejor que el del presidente de Aragón, Jorge Azcón, uno de los barones del PP.
Una tarea que asume con energía y ganas, según ha confesado, a sabiendas de que la campaña será muy dura. Ella ya venció a Azcón en otros comicios, los municipales de 2019, cuando ambos pugnaban por la alcaldía de Zaragoza; pero fue una victoria muy amarga, porque los seis concejales de la extinta Ciudadanos hicieron caer la balanza a favor del PP y Alegría quedó como portavoz del grupo socialista en la oposición hasta febrero de 2020. Entonces fue nombrada delegada del Gobierno en Aragón, un puesto que ocupó hasta julio de 2021, cuando fue llamada por Pedro Sánchez para asumir la cartera de Educación en su gabinete, todo un «orgullo» y un «honor», según ha confesado al despedirse este martes en su última rueda de prensa como portavoz.
De hecho, ha recordado que procede de una familia «muy sencilla» de un pequeño pueblo de tan solo 400 habitantes, para hacer ver lo importante que ha sido para ella haber sido ministra de la política «más transformadora» que puede haber, la educación. Un año después fue nombrada portavoz del PSOE y desde el núcleo duro de Ferraz formó parte de la comisión socialista que negoció la última investidura de Pedro Sánchez con los grupos parlamentarios. Desde el Consejo de Ministros ha tenido que capear martes tras martes las complicaciones que para el Gobierno ha supuesto en esta legislatura la falta de mayoría parlamentaria para legislar, con permanentes invocaciones al diálogo y a la importancia de «sudar la camiseta» para aprobar leyes progresistas.
Ha tenido que dar también respuesta desde Moncloa a los casos de corrupción, con el exministro José Luis Ábalos implicado en el caso Koldo y en primera línea de los ataques de la oposición al Ejecutivo. La otra «pata» de su gestión ha sido la educación, una cartera desde la que le tocó aplicar la nueva ley educativa, la LOMLOE, que aprobó su antecesora en el cargo Isabel Celaá y cuyo objetivo era una educación más práctica y menos memorística, y con ella la implantación de la nueva selectividad. No gustó a las comunidades del PP, que tampoco apoyaron la reforma para una Formación Profesional dual, con prácticas remuneradas en empresas. Diplomada en Magisterio con especialidad de Educación Primaria y con un máster en Estudios Avanzados en Educación Social, Alegría no ha ejercido nunca como maestra. Soltera y con un hijo, adicta a los caracoles con tomate que hace su madre, suele viajar con frecuencia a su pueblo de La Zaida, donde sus amigos de toda la vida la llaman «la Pili». Un destino que ahora le quedará mucho más cerca en el retorno a sus raíces, ya en la política autonómica.