«Siempre he sido un tío muy menjador», explica Jaume Joan Cantallops, el joven de sa Pobla que ganó 300 euros al cumplir este pasado fin de semana el reto de la cafetería Castellet de Cala Rajada, que consistía en comerse de una sentada una hamburguesa gigante de dos kilos acompañada de una fuente de patatas fritas de 650 gramos.
Y es que Jaume no es un tipo normal. No hace falta decir porqué viendo la comilona que se metió entre pecho y espalda sin inmutarse, y después de la cual tomó una chocolatina y una taza de manzanilla, como si nada. «Si me hubieran traído un buen postre también hubiera podido con él», afirma, y es para creérselo.
Compagina su trabajo de maestro de Educación Física con el de entrenador personal, entrena mucho, hace pesas a diario y acostumbra a salir a correr, además de hacer el trayecto diario al trabajo de varios kilómetros a pie. «Nunca he sido una 'ratita', nací con 5,8 kilos y siempre rondo los cien», describe.
Con estas credenciales no es de extrañar que haya competido en el Campeonato del mundo amateur de Culturismo natural, proclamándose campeón, algo que lo somete a un gran gasto de energía y por lo que ha llegado a consumir hasta 16.000 calorías en un solo día, algo no apto para la gente corriente.
El reto de la cafetería gabellina llevaba en marcha un par de años, y nadie lo había logrado completar. Incluso varios competidores 'profesionales' de este tipo de retos habían fallado en el intento de comerse tal cantidad de alimentos en menos de 45 minutos. Jaume no solo apuró el plato sino que además lo hizo en tan solo 36 minutos y 59 segundos, ante la sorpresa de los presentes.
«No fue algo demasiado complicado», recuerda el comensal, relatando que «hace tiempo que sabía que existía este reto y quería probarlo, porque estaba seguro de que lo conseguiría». Lo más difícil, según él, fue no atragantarse con el pan, que era industrial y «costaba masticarlo y me hinchó mucho la barriga».
No obstante, cuando llegó al final del reto, asegura que «hubiera podido seguir». «Si me coge un mes antes de la competición o una semana después lo habría superado de mucho», indica, pues está acostumbrado a ingerir grandes cantidades de comida en poco tiempo ya que así se lo pide el cuerpo.
Afirma que la comida no se le indigestó, y pasó una noche normal, sin sobresaltos. A la mañana se levantó y se fue a correr 24 kilómetros para celebrarlo. Sin embargo, reconoce que este reto de ingesta masiva no está al alcance de todos.
«No se lo recomiendo a todo el mundo» afirma, antes de revelar su secreto: «lo normal es que el cuerpo nos envíe señales cuando llega al límite para que una comida no nos siente mal. Yo estoy acostumbrado y puedo ignorar esas señales y comer más sufriendo un poco sin que me pase nada».