El tiempo es relativo, y aunque pueda parecer que hablar del primer voto de una mujer en unas elecciones sea cosa de la Edad Media, lo cierto es que en España no se produjo hasta 1916. Hace sólo 108 años. Pero lo pudo hacer únicamente una mujer, y no fue hasta la II República, en 1933, cuando llegó el sufragio femenino que reconocía el derecho a votar de todas las mujeres. En ocasiones también se cree que fue Clara Campoamor la primera en ejercer su derecho a voto tras su implacable lucha por las libertades y la igualdad en España, pero en la historia del feminismo hay un nombre escrito mucho antes que el de ella. Estamos hablando de Emilia Pardo Bazán. A pocos días del 8M, Día Internacional de la Mujer, dedicamos un espacio a la mujer que abrió paso a otras figuras feministas y luchó incansablemente por sus derechos y el de todas las mujeres.
Escritora, periodista, novelista, crítica literaria, poetisa, dramaturga, traductora, editora y catedrática. La condesa de Pardo Bazán (A Coruña, 1851) es una de las grandes intelectuales europeas de finales del siglo XIX y una defensora del feminismo a capa y espada. Y así lo hacía saber con sus artículos y obras en los que definía claramente las discriminaciones que sufrían las mujeres desde la inexistente obligatoriedad en la educación hasta los derechos fundamentales como votar o vivir económica y socialmente sin necesidad de tener a un nombre al lado. Ella misma explicaba que «la educación de la mujer no puede llamarse tal educación sino doma, pues se propone la obediencia, la pasividad y la sumisión» hacia los maridos. También por aquel entonces ya definía lo que es la violencia contra las mujeres como 'mujericidios' y 'feminicidios', conceptos que renegaban la mayoría de personas por aquel entonces.
Muy combativa, luchó por tener un hueco en las mejores instituciones en España a pesar de las dificultades y puertas cerradas por el mero hecho ser mujer. Se le denegó en 1912 la entrada a la Real Academia de la Lengua (RAE) por la oposición de los intelectuales, al igual que le pasó a Concepción Arenal y Gertrudis Gómez de Avellaneda. En aquella época se consideró que una mujer no podía ser escritora ya que era un «error de la naturaleza». Sin embargo, esto lejos de pararle los pies, avivó las ganas de de ocupar uno de los sillones.
Pardo Bazán fue admitida un mes después en la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Esto le ayudó a convertirse en la primera mujer en votar en unas elecciones generales en 1916. Tras tres años desde su ingreso, al ser socia tuvo derecho, igual que el resto de compañeros, a depositar su voto para elegir a los senadores. El 9 de abril se celebraron las elecciones generales para elegir a los diputados y el 23 para elegir a los senadores. A sus 65 años, Emilia Pardo Bazán votó y fue así la primera en hacerlo en unas elecciones políticas. Ella defendía que «todos los derechos que tiene el hombre debe tenerlos una mujer y eso incluía votar».
Pasaron 17 años hasta que su inusual gesto se normalizara, ya que en 1933 todas las mujeres podían acudir a un centro para votar. Este hito fue gracias a Clara Campoamor. Tras un intenso debate en las Cortes Republicanas, el Congreso aprobó que el voto femenino fuera una realidad. Las mujeres podrían hacerlo siempre y cuando tuvieran 23 años o más. Clara Campoamor, del Partido Radical, esquivó y soportó todos los argumentos machistas, algunos de ellos como que «las mujeres son seres histéricos, manipulables e incapaces de razonar». Pero no solo la mayoría de hombres estaba en contra de esa idea, Victoria Kent, de Izquierda Republicana, quería aplazar esta decisión ya que en ese momento pondría en peligro a la República. Sin embargo, Clara Campoamor renegó de este razonamiento y respondió: «precisamente porque la República me importa tanto, entiendo que sería un gravísimo error político apartar a la mujer del derecho a voto». Finalmente, el 19 de noviembre de 1933, las españolas pudieron acudir a votar por primera vez: más de seis millones de mujeres pudieron elegir así a sus representantes y tener derecho a decidir por ellas mismas.
Una vida de lucha por los derechos de las mujeres
Emilia Pardo Bazán, con las ideas muy claras desde pequeña, decidió desde su juventud no callar en un mundo de hombres. Tuvo la suerte de tener un padre que creía en la igualdad entre hombres y mujeres: «mira, hija mía, los hombres somos muy egoístas, y si te dicen alguna vez que hay cosas que los hombres pueden hacer y las mujeres no, di que es mentira porque no puede haber dos morales para dos sexos».
Muy bien preparada, la inagotable Pardo Bazán se dio a conocer con tan solo 25 años por sus artículos sobre su etapa como viajera en el diario El imparcial y por su publicación Estudio Crítico de las obras de Padre Feijoo (1876). Sin embargo, son otras las obras por las que destaca esta autora gracias a su perspectiva de género. Son innumerables las que dejó a la sociedad sobre su visión sobre la desigualdad social y cultural de las mujeres. Entre todas las que ha escrito están La Cuestión Palpitante (1882) e Insolación (1889), además de artículos como La mujer española. Emilia Pardo Bazán consiguió otros logros como ser la primera mujer en acceder a una cátedra en España, en conducir un vehículo en España o ser socia del Instituto del Ateneo.