50 metros circulando por la calle hasta llegar a la entrada de un parking subterráneo para así poder subir a la acera, desandar el camino y poder acceder a la rampa que la lleva hasta su casa. Este es el trayecto habitual que tiene que llevar a cabo Patricia Blengio, una joven de 30 años que nació con una parálisis cerebral que la ha condenado a desplazarse en silla de ruedas. Vive en El Rafal, un barrio con muchos coches y poco aparcamiento, así que los vehículos estacionan en cualquier sitio, obstaculizando diariamente los bordillos rebajados por los que acceden los carritos de bebe y las personas como Patricia, con problemas de movilidad.
«Todavía no tengo alas para saltar tu furgoneta». Esa es la frase que le espetó a un repartidor que había estacionado su vehículo en el bordillo rebajado que le permite acceder sin dificultad a su vivienda. «La verdad es que el pobre hombre se quedó muy apurado y la quitó al darse cuenta de que no podía pasar -explica esta joven-. Otros son menos empáticos y me dicen que están trabajando, 'que son solo diez minutos'. Lo que no entienden es que son diez minutos suyos, pero también míos», lamenta Patricia, que ha pasado diez veces por quirófano para operar piernas, pies y caderas.
Patricia repite en varias ocasiones que «no me gusta quejarme ni pretendo dar pena», solo pide que los conductores se pongan en su lugar y entiendan que si le imposibilitan el acceso, tiene que hacer mil maniobras para llegar a su vivienda. «Muchas veces me toca recorrer mi calle de noche con la silla que, al menos, tiene luces, pero no es lo ideal», explica, al tiempo que recuerda que hay veces ha contado con la ayuda de los vecinos para poder llegar a casa, «pero mi silla de ruedas pesa 60 kilos, a lo que hay que sumar mi peso. Tienen que alzarme entre varios», relata la joven.
En este sentido, Patricia señala que esta situación viene de lejos: «Hace tres años el Ajuntament de Palma se comprometió a tomar medidas. Repintaron de amarillo para recordar que estaba prohibido aparcar en esa zona y que instalarían pivotes, esto último nunca lo hicieron», relata la joven.
También se ha cansado de llamar a la Policía Local: «Algunas veces vienen tan tarde que el vehículo en cuestión ya se ha ido, otras tienen tiempo de multarles... y la última llamada que hice me contestaron que no tenían efectivos para enviar. ¿Cuál es la solución entonces? Solo pido un poco de empatía a la gente a la hora de aparcar. Que piensen que mis dos ruedas son los pies con los que camino», finaliza Patricia.