Cuando las calles de España apagan la música y los vampiros, las brujas y los fantasmas dejan sus capas, la noche más terrorífica del año, el Halloween, acaba. En ese momento, da comienzo el mes de noviembre con su Día de Todos los Santos. Entonces la oscuridad de los cementerios recobra la luz durante la jornada, las flores secas se cambian por ramos frescos y coloridos, y los recuerdos de quienes allí descansan tienen un hueco para honrarse en el calendario de todos. Pero, ¿cómo nace esta festividad y sus tradiciones asociadas? Y, ¿es lo mismo el Día de Todos los Santos que el Día de los Difuntos?
Del festival celta de la cosecha al Día de Todos los Santos
Hace más de 2000 años, mucho antes de la Iglesia Católica, cada 31 de octubre las civilizaciones celtas irlandesas celebraban el Samahin, un festival de la cosecha que marcaba el fin del verano y el comienzo del oscuro y frio invierno. Ellos creían que ese día, la barrera del mundo humano y espiritual se difuminaba y sus habitantes podían mezclarse.
A su llegada, los Romanos trataron de borrar todo rastro de esta festividad que consideraban 'bárbara', pero no lo lograron, y no fue hasta la llegada de la Iglesia, en el año 610 cuando el Papa Bonifacio IV instauró, el 13 de mayo, la fiesta de los 'Mártires Cristianos', qué tiempo después, en el siglo VIII d.C., el Papa Gregorio III trasladaría al 1 de noviembre, haciéndola coincidir con la fecha de la celebración de Samhain, una 'fiesta pagana' que debía ser eliminada.
A su llegada a América, esta tradición pagana se mezcló con las festividades allí presentes, convirtiéndose en el All Hallow’s Eve, la Víspera de Todos los Santos, que evolucionó hasta la que conocemos en nuestros días: Halloween. Sin embargo, aunque conviven, poco tiene que ver esta festividad con la que celebra la Iglesia Universal el 1 de noviembre.
¿Es lo mismo el Día de Todos los Santos que el Día de los Difuntos?
El mes de noviembre se inaugura con dos festividades que, aunque a menudo se confunden, tienen sentidos distintos: el día 1 de noviembre, la Iglesia celebra el Día de Todos los Santos, un tributo a la santidad en todas sus formas, especialmente a aquellos que nunca han llegado a ser canonizados y que, por tanto, no tienen una celebración específica.
El día 2 de noviembre, sin embargo, se celebra el recuerdo a los difuntos, una fecha instaurada por la iglesia para que se le dedique especialmente la oración a aquellas almas que han dejado la tierra. «La tradición de la Iglesia siempre ha exhortado a rezar por los difuntos, en particular ofreciendo por ellos la celebración eucarística: es la mejor ayuda espiritual que podemos dar a sus almas, especialmente a las más abandonadas» (Francisco, Ángelus 2 de noviembre 2014).