Hemos hablado muchas veces en esta sección de la necesidad para optimizar una cartera de inversión de tener una diversificación de tal manera que las pérdidas de unos activos queden mitigadas total o parcialmente por las ganancias en otros.
Desde que en 2012 los mercados hicieron suelo, los índices de Estados Unidos lo han hecho mucho mejor que los europeas. Las políticas monetarias para acabar con la crisis de rápida implementación (bajadas de tipos de interés, Quantitative Easings…) contrarias a las que se hicieron en Europa (incluso se subieron tipos) ayudaron a las bolsas desde dos puntos de vista: en primer lugar porque mejoraron la economía y en segundo porque parte de estas inyecciones iban directamente a bolsa. También hay una parte negativa: fue el comienzo de la burbuja de deuda que tan funestas consecuencias puede tener en unos años.
En la actualidad siguen siendo las mejores bolsas a pesar de que los factores se están girando: a finales de 2013 empezaron a reducir su Quantitative Easing (compra de deuda inyectando liquidez a la banca), a finales de 2015 subieron tipos de interés, y en Europa se activó su QE.
Estas políticas monetarias van a favor de las bolsas europeas respecto a las americanas, a las que hay que sumar que las valoraciones son mucho más baratas aquí. Sin embargo, es cierto que la salud económica del viejo continente es mejor, que todavía el dólar tiene potencial, que la tendencia de fondo es alcista ya que se respetan soportes y que Europa tiene problemas estructurales (Brexit, Grexit, incertidumbre política en España). Ante este escenario, es conveniente seguir invertidos parcialmente en bolsa americana (20-30%) mientras que el S&P se mantenga por encima de 1.850 (mejor por encima de 2.000) y el Nasdaq por encima de 4.100; disminuyendo si consolida niveles inferiores y aumentando si rompen y mantiene sus máximos históricos (Nasdaq en 4.820 y S&P en 2.140).