Todos hablamos de reforma educativa pero lo cierto es que los cambios, cuando llegan, inquietan y dan miedo a los afectados. Los decisores de despacho manejan una información que, al estar centralizada, resulta desconocida para la mayoría.
De esta forma, la estabilidad e incluso el statu quo resultan preferidos a cualquier cambio, cuando se sabe que este proviene de una burocracia opaca e indeterminada que representa el poder de nadie.
Así, un paso previo a cualquier intento de reforma debe consistir en suministrar la máxima información a todos los actores en juego. En este sentido la transparencia, no solo es un aliado natural de las democracias, sino también, y sobre todo, de la buena gestión.
En el mundo educativo falta mucha transparencia, por lo que las discusiones o los intentos de reforma con frecuencia se ven frustrados o desvirtuados una y otra vez. Es fácil incluso pensar que los ministros o consellers del ramo también carecen de toda la información precisa para una adecuada toma de decisiones.
Y sin embargo, un sector tan extenso y preparado como este podría producir la información relevante como para que las posturas estuviesen mucho más sustentadas y las posibilidades de elección mucho más abiertas.
Así por ejemplo, y centrándonos en la vertiente económica del mismo, los colegios e institutos podrían incluir en sus páginas web un apartado en donde se incluyesen sus presupuestos, el número de efectivos con que cuentan, el número de alumnos matriculados, las aulas, las unidades, los principales ratios, etc.
Es algo relativamente sencillo de hacer y que puede mejorar muy mucho la gestión en beneficio de todos, facilitando el aprendizaje desde las distintas experiencias.
Esta práctica simple, al mismo tiempo, incrementa la libertad de padres y profesores al poderse convertirse en analistas de una realidad, que ahora frecuentemente les llega distorsionada por las interpretaciones realizadas por unos intermediarios que pueden dedicarse a la manipulación torticera en beneficio de algún grupo de interés.
Nadie puede tener miedo a la transparencia y nadie puede verla como una amenaza por lo que constituye el primer paso, y puede que el más importante en cualquier proceso de mejora. La transparencia hace que aflore la información relevan- te para usuarios y profesionales, que de esta forma pasan a estar más empoderados y capacitados. También permite análisis más finos y delimitados propiciando no solo soluciones de carácter general, sino también de carácter individual y concreto.
Como ciudadanos responsables con nuestro derecho a voto, debemos exigir poder acceder a todos los datos que nos permitan conocer mejor el funcionamiento, el coste y la gestión de cualquier opción que afecte los servicios públicos. La transparencia a nivel de centro es, ahora más que nunca, la gran asignatura pendiente en educación.