Hay que escuchar a Antonio Catalán. Desborda sentido común y experiencia como hotelero. Normalmente estoy de acuerdo con sus propuestas, pero no en esta ocasión.
Propuso el empresario navarro, en un reciente encuentro profesional, que una parte de los fondos Next Generation que van a ser dedicados al turismo se invierta en la creación de un turoperador nacional para garantizar la llegada de turistas del Reino Unido y de Alemania. Como ejemplo cita a Turquía, que tiene dos turoperadores en Alemania y compañías aéreas propias que “el año pasado le quitaron a España dos millones y medio de turistas”. Dejemos de lado a esos dos millones y medio de turistas “robados”, puesto que es algo que no se puede probar y centrémonos en los turoperadores turcos que habrían efectuado el “robo”.
En Alemania viven más de dos millones y medio de turcos, que cuando quieren regresar a su país para pasar las vacaciones y ver a sus familias les gusta hacerlo con empresas que les resulten familiares.
Los españoles residentes allí no llegan a ciento ochenta mil. Para trasladarse de vacaciones a España muchos utilizan el automóvil y los que vienen por vía aérea no necesitan intermediario.
El deseo de crear un operador nacional viene de antiguo. Al poco de tomar posesión como ministro de Información y Turismo en octubre 1969, Alfredo Sánchez Bella encargó a su gabinete, en el que yo estaba destinado, un estudio sobre ese asunto. Su teoría era que el crecimiento iba a ser más rápido de lo esperado: “Vasallo, en unos años llegaremos a los cuarenta millones de turistas”, me aseguró. Entones no llegábamos a los veinticinco. Yo, incrédulo, le contesté: “Qué cosas dices, ministro”. Quería coger el trozo más grande posible de un sector en auge. Efectivamente alcanzamos los cuarenta millones a comienzos de los ochenta.
El asunto tuvo poco recorrido pero no fue olvidado. En los ochenta fueron los empresarios hoteleros mallorquines los que, con un nuevo enfoque, entendieron que debían aliarse con turoperadores para proteger su cuota de mercado. Todos se acordaban de que unas décadas antes habían podido despegar gracias a los préstamos que recibían de estos a cambio de cupos en sus nuevos hoteles. Bajo diferentes fórmulas, Barceló se alió con First Choice, Iberostar con Intasun, primero, y Thomas Cook, al que prestaba servicios de receptivo, después, y Riu con Tui. El grupo Sol, luego Meliá, mantuvo su vocación de dedicarse solo a los hoteles. Solo Tui sobrevive, enormemente endeudado.
Pretender ahora crear ex novo un turoperador nacional no va a funcionar. La clientela de cada país es diferente y solo los locales saben atender esa demanda. Los márgenes son mínimos y el cliente no va a donde le dirige el intermediario sino a donde él elige.
Otra cosa es la creación de una nueva compañía aérea, como acaban de hacer los hoteleros canarios, entre otros, con Canarian Airways. Los expertos aseguran que si solo tienen un par de bases operativas una en cada una las dos grandes islas y vuelan punto a punto a mercados a menos de unas cuatro horas de distancia durante todo el año, con un solo tipo de avión, puede que no solo ayuden a la industria turística sino que pueden llegar a ser rentables.