Bixente Atxa, rector de la Universidad de Mondragón, manifiesta en un reciente artículo sobre el binomio competitividad y educación, que la competitividad de economías de pequeños países como es la de Euskadi está muy relacionada con la competencia de sus personas o sus jóvenes, la competitividad de sus empresas y lo eficientes que son sus administraciones. Enumera asimismo los cuatro principales ámbitos por los cuales la Universidad origina y desarrolla innovación y, por ende, competitividad en el entorno de la empresa: formación de jóvenes, formación continua, generación y transferencia de conocimiento y creación de nuevas empresas. El autor añade otra consideración relacionada con el alcance del binomio: afirma que la formación y la creación de nuevas empresas tienen un componente intrínseco local estratégico, es decir, que se retroalimentan cuando comparten un espacio geográfico limitado.
Coincido plenamente con lo manifestado por Atxa, especialmente en la oportunidad que ofrece la generación de conocimiento en un espacio geográfico de pequeñas dimensiones donde la relaciones permiten eliminar barreras y, por tanto, pueden ser fluidas y directas entre los actores implicados, aunque eso sí, exigen también un alto nivel de alineación de estos con la estrategia y los objetivos planteados.
Siendo nuestras islas un espacio geográfico pequeño y limitado, de acuerdo con las sabias palabras del rector, estoy convencido que debemos aprovechar esta ventaja competitiva, apoyando y congratulándonos de cualquier oportunidad que permita favorecer el impulso a la competitividad. Por ello, en el sector de salud, que es el que más conozco, debemos aplaudir iniciativas como la que han puesto en marcha el CESAG y Quirónsalud, por la cual acuerdan la creación de la primera facultad privada de Enfermería de Balears. Tienen previsto el inicio para el curso 2022-2023. Otra importante iniciativa, auspiciada recientemente por el Govern y que seguirá su trámite parlamentario, es la Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación que, a través de su desarrollo normativo pretende establecer una gobernanza para impulsar la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación como actividad generadora de valor añadido, creando lo que se denomina el ecosistema de ciencia, tecnología e innovación balear.
No cabe duda de que estas dos iniciativas que combinan formación e innovación nos colocan en el punto de partida. Arrojan luz e inician una nueva etapa que nos llena de ilusión a los que estamos convencidos -cada vez somos más- de que las Balears requieren y necesitan un cambio de rumbo hacia una necesaria diversificación, apostando claramente por potenciar el conocimiento y su transferencia hacia el sector productivo como herramienta de competitividad bajo la premisa de la sostenibilidad.