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La productividad es fundamental

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Es triste leer en la prensa que, descontando el IPC, los salarios en España solo han aumentado un 2,7% en los últimos 30 años. Algo falla. También es preocupante ver que nuestros ingenieros, médicos y otros profesionales cualificados, cobran una tercera parte de lo que cobrarían en países como Estados Unidos o Suiza. Algo falla.

La explicación habitual es que España tiene una baja productividad. Sin embargo, existen empresas punteras en sectores como la hostelería, la construcción o la ingeniería, incluyendo la nuestra, que compiten con éxito en concursos internacionales, ofreciendo un estándar de calidad de primer nivel. Yo puedo dar fe de la alta productividad, tanto de nuestra empresa como de nuestros clientes. Entonces, ¿qué ocurre con el resto? España es el país de la Unión Europea con mayor tasa de desempleo y, sin embargo, resulta difícil encontrar personal para trabajar en empresas instaladoras, fabricas u hoteles. Las ayudas sociales son necesarias, pero su gestión parece ineficiente: con tantos puestos sin cubrir, no es lógico que mantengamos un 10,29% de paro. Algo falla.

A esto se suma otra realidad inquietante: personas que, aun teniendo empleo, no pueden permitirse pagar un alquiler y vivir dignamente. Algo falla. En mi modesta opinión, el problema está en no apostar lo suficiente por la calidad, la innovación y la inversión en tecnología. También creo que hemos perdido, en general, la cultura del trabajo, del esfuerzo y del sacrificio. Desde el colegio debemos volver a fomentar valores como el esfuerzo y la superación personal. Permitir pasar de curso con asignaturas suspendidas no ayuda a preparar a las nuevas generaciones para un entorno competitivo. La cultura del esfuerzo es la única vía para alcanzar metas y disfrutar plenamente de la vida. Por supuesto, disfrutar es esencial. La filosofía del Carpe Diem o el mindfulness pueden convivir con la responsabilidad y la aportación diaria al trabajo y a la sociedad.

Otro grave error es que la contratación de proyectos por parte de las administraciones públicas se base exclusivamente en la oferta más baja. Esto reduce la calidad de los trabajos, daña el empleo y debilita el tejido empresarial. Lo que necesitamos es un control riguroso en las adjudicaciones y contratar a precios de mercado que cubran costes y un beneficio razonable, como sucede en Estados Unidos o Alemania. En nuestra empresa estamos dedicando este 2025 a mejorar la productividad y la eficiencia, incorporando herramientas de Inteligencia Artificial para medirlas y así poder optimizar resultados. Invito a otras empresas y a la administración pública a hacer lo mismo: lo que no se mide, no se puede mejorar.

Por otra parte, debemos replantear en qué invertimos nuestros impuestos. No somos un país rico y debemos administrar bien los recursos. Es inaceptable que no podamos atender adecuadamente a nuestros mayores: faltan residencias y centros de día, y es urgente destinar miles de millones a ello. No nos olvidemos que todos llegaremos a esa etapa de la vida. Con estas necesidades sin cubrir, destinar cantidades millonarias a ampliar las vacaciones parentales más allá de lo que tienen países como Reino Unido (2 semanas) o Francia (4 semanas) no es sostenible. Las empresas y el país necesitan equilibrio: conciliación sí, pero sin poner en riesgo la competitividad y la productividad. Y, aunque estas medidas se defienden en nombre de la igualdad, la realidad me ha demostrado que no se cumple ese objetivo.

Por todo ello pienso que nuestro país necesita cambios profundos para ser más productivo, mejorar salarios hasta niveles europeos y estadounidenses y garantizar que tanto el sector privado como el público funcionen con eficiencia. Hace falta valentía. Tenemos el talento y la capacidad para conseguirlo. ¡Hagámoslo!

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