OpenAI acaba de dar un paso que puede sacudir el panorama digital, prepara el lanzamiento de una red social de vídeos generados íntegramente por inteligencia artificial. Ya no tendrás que preocuparte por grabar con el móvil, aquí los clips se crean por prompts en Sora 2, su último modelo de vídeo. Resultado, una especie de TikTok en el que todo será sintético. La idea es sencilla pero disruptiva. Cada usuario podrá generar vídeos de hasta 10 segundos, verticales y listos para deslizar en un feed infinito. Habrá «me gusta», comentarios y algoritmos de recomendación al estilo TikTok, pero el material será siempre artificial. Incluso habrá opción de verificar tu identidad para que la IA cree versiones de ti mismo en diferentes escenarios, desde aparecer en Marte hasta compartir un café con un avatar de un amigo.
¿Dónde está la polémica? En el uso de contenidos con copyright. OpenAI plantea un sistema de exclusión voluntaria, si un creador no quiere que su obra se utilice para entrenar modelos, debe decirlo expresamente. Esto choca con la lógica habitual, donde el consentimiento se pide antes, no después.
¿Qué significa esto para empresas y marcas? Imagina que tu negocio pueda generar campañas de vídeo en segundos, testear mensajes sin coste de producción y viralizar tendencias sin depender de rodajes. También plantea riesgos, saturación de contenido, dificultad para diferenciar lo humano de lo artificial y un terreno legal todavía difuso.
El movimiento de OpenAI llega en plena carrera por la IA: Meta lanza Vibes, Google integra su modelo Veo 3 en YouTube… y ahora Altman quiere que pasemos horas en una red social donde lo «real» es opcional. La próxima gran batalla digital no será solo por la atención, sino por quién controla el ecosistema de vídeos creados por IA. Para las empresas, la pregunta no es si probarlo, sino cómo aprovecharlo sin perder autenticidad.