«¿Vienes tú sola?, me preguntó el médico de Son Llàtzer. Aún lo recuerdo perfectamente». Era 2008, Yolanda Guerrero tenía 34 años. Un día se notó un bulto en el pecho y se hizo unas pruebas. El día de los resultados iba tranquila, «todo el mundo me decía que no sería nada». Estaba sentada en aquella consulta frente al equipo médico, que le confirmó que lo que tenía no era bueno y que tenían que hablar. La pregunta fue inmediata: «¿Me estáis hablando de cáncer?», les dije. La respuesta afirmativa le impidió seguir escuchando. No oía.
«No sé ni cómo llegue al párking, ni recuerdo entrar en el coche. En ese momento, no te crees nada, ni sabes de qué te están hablando». Y allí comenzó todo: pruebas, operaciones, quimioterapia, más operaciones,... «Perdí el pecho. Fue uno de los momentos más duros. Desperté y ya fui consciente de ello. Lloraba sin parar y le pregunte a la enfermera: ¿Quién me va a querer ahora? Me recordó que lo importante es que estaba bien y me iba a curar. Meses después conocí a una persona y me casé».
Yolanda es auxiliar administrativa, ahora tiene 43 años. Superó un cáncer de mama, «lloraba mucho pero siempre he sido una persona positiva. Me arreglaba, me maquillaba e iba a las asociaciones. Tenía el autoestima baja, la quimio dolía mucho y te ves sin pelo, sin pecho...». Todo aquello lo superó, sanó, recuperó su vida, volvió al trabajo y, durante una revisión oncológica, llegó un nuevo mazazo.
Un nuevo tumor
«Yo no me lo había notado, fue el médico quien me lo palpó. Esto fue lo peor, no me podía creer que me estuviera volviendo a suceder lo mismo. No podía asimilar que ahora que estaba bien, tuviera que volver a sufrir todo por segunda vez. Tenía rabia a la vida», reconoce. Volver a pasar por todo no ha sido fácil, ha necesitado ayuda psicológica. «Te preguntas por qué tú, piensas mucho en si te vas a curar, si tendrás metástasis...». Confiesa que el cáncer le ha privado de tener hijos, pero ahora «ya no pienso en eso, lo he superado y asumido».
Yolanda fue operada de un segundo tumor en 2014. Esta segunda vez no fue capaz ni de contárselo a su madre. «Se lo tuvo que decir mi hermana, no soportaba decirle algo que le iba a hacer sufrir tanto otra vez». Operaciones, de nuevo quimio y la pérdida del segundo pecho. Tres años después, «estoy curada». Se ha sometido a múltiples operaciones para reconstrucciones mamarias y está a la espera de la última. «Ha sido muy duro, pero siempre hay que vivir con optimismo. Esto se puede superar, hay que tener paciencia», dice.
Ha vuelto al trabajo, en un centro de salud. Aconseja acercarse a las asociaciones, aceptar su ayuda, «aunque al principio no quieres saber nada de nada». Espera poder ayudar a otras enfermas a través de la formación que ofrece el programa Paciente activo. «Me gustaría poder ayudar como lo hicieron conmigo», reconoce.
Durante toda la entrevista, se percibe su optimismo. «Desde entonces estoy siempre emocionada. Por todo. Estás feliz porque no te duele nada. Eres feliz porque no estás sufriendo, porque vas al cine, porque la comida está buena, ... por todo». «Ahora sólo tengo que someterme cada seis meses a revisiones. Esto ha pasado y ahora quiero dejarme llevar, vivir tranquila, agradezco a la vida estar bien». Para finalizar, antes de despedirse en el Día Mundial contra el cáncer de mama, dice, sincera: «Me ha llegado la oportunidad de volver a disfrutar de la vida».