La llegada de una pandemia que se ensaña especialmente con la gente mayor tiene sus consecuencias en la gestión de plazas de residencias. Ahora, por ejemplo, el 10 % están vacías, un porcentaje que casi duplica al habitual, pues cada vez que se produce una defunción por COVID en un centro residencial de mayores, hay que cerciorarse de que está completamente libre del virus (tanto entre usuarios como entre trabajadores) antes de dar un alta. Esta semana, sin ir más lejos, había hasta 15 residencias en Balears con algún caso activo que, aún pudiendo tener plazas vacantes, no podrían cubrirlas.
Así, de las 2.590 camas residenciales de la red de dependencia del Govern, 269 están sin ocupar cuando, por comparar, hace un año, esta cifra era de 146. Y un proceso de bajas y altas que habitualmente se realiza en quince días, ahora se dilata más de un mes.
A su vez, en la actualidad hay 1.880 personas esperando para entrar en una residencia en una lista que se acorta pues antes de la pandemia solía rebasar las 2.000 peticiones. «¿Qué ha pasado?», pregunta la consellera de Afers Socials, Fina Santiago. «Que siempre que hay una situación de crisis económica la demanda de residencias baja», contesta. Esto viene dado porque «si puedo cuidar a alguien porque no tengo no trabajo, no tengo tanta prisa por ir una residencia», explica Santiago, quien recuerda que este colectivo sin plaza siempre percibe una ayuda económica o una pensión que puede ayudar a la sostenibilidad económica de sus familiares.
Según la titular de Afers Socials la lista de espera para un centro residencial de mayores baja cada vez que sube el paro. «Esto ya pasó en la crisis de 2009 hasta 2012, y luego se volvieron a disparar». Sin embargo en esta ocasión el factor «es mucho más circunstancial, porque la economía va ligada a una situación sanitaria que con la vacuna se irá solucionando», prevé. Por otra parte no hay que obviar el factor «miedo» por los estragos del virus cuando entra en un centro.
Salidas de usuarios
En este sentido se han producido algunas bajas temporales. «En la primera ola hubo una veintena de familias que pidieron retirar a residentes», explica Fina Santiago. Lo que se hizo, en la época del confinamiento, fue reservarles la plaza y retirarles el copago. Con la segunda ola, que ha producido una mayor mortalidad que la primera entre los usuarios de residencias, «también hay peticiones pero no tenemos una cifra actualizada», añade.