El psicodrama teatral que ha ofrecido estos días la dirección nacional del PP con el asesinato político de Pablo Casado ha dejado al partido malherido y la sede de Génova cubierta de sangre y vísceras, pero no es la primera vez que los ‘populares' hacen un sacrificio a los dioses de la derecha política y mediática y lo retransmiten en directo. Balears ha sido durante años el laboratorio de pruebas para ver cómo acabar con un líder y no morir en el intento.
A fin de cuentas, como decía esta semana una de las dirigentes históricas de la formación, la dirección de Génova solo se ha atrevido a asesinar al líder de la oposición, una minucia comparada con lo que se hizo en Balears, donde cayó muerto a los pies de las Cariátides, con un puñal en la espalda clavado por los suyos, nada menos que el president del Govern, Cristòfol Soler.
Aquella también fue una operación palaciega urdida por la cúpula –llámese barones– para quitarse de encima a un candidato al que consideraban una rémora para sus expectativas electorales, lo mismo que ha pasado con Casado. El PP ha demostrado no tener compasión con quien no responde a las expectativas y Soler, aplaudido por la izquierda y por sectores próximos a la OCB y al catalanismo intelectual, estaba muy lejos de ser el candidato que necesitaba la derecha balear. De hecho, lo suyo estuvo entre el asesinato y el suicidio porque no le dolieron prendas en votar a favor de su sucesor, Jaume Matas, y de seguir en el Parlament acompañando durante tres años más a los diputados que conspiraron en su contra.
La caída de Cañellas
Soler sustituyó a Gabriel Cañellas, otro presidente que había sido 'asesinado' por el bien común del PP, que en aquel momento coincidía con el bien particular de José María Aznar. Las informaciones aparecidas en 1995 sobre el túnel de Sóller –de nuevo la derecha mediática– dejaban en un mala situación al aspirante a ocupar La Moncloa en lugar de Felipe González apenas un año después, así que sacrificó a Cañellas sin que le temblara el pulso, con la ayuda de Miguel Ángel Rodríguez, otra similitud con lo que está pasando en Madrid ya que está de rabiosa actualidad por su papel clave en la guerra entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso.
Aquella fue la crisis más grave que ha vivido el PP balear, hasta el punto de que incluso se llegó a sopesar seriamente la posibilidad de crear un nuevo partido de derecha regionalista al estilo de lo que ahora representa Miquel Ángel Revilla en Cantabria. No se hizo porque las siglas siempre han pesado en el partido y el PP es mucho PP. Esa puede ser una de las razones que expliquen por qué el partido aguanta mientras encadena líderes incinerados uno tras otro. Por cierto: Aznar logró lo que no ha conseguido Casado con Ayuso porque Cañellas se fue.
Los idus de febrero contra Casado, aunque parecidos, fueron menos audaces que los que se promovieron contra Soler porque uno está en la oposición y el otro estaba en el gobierno. De hecho, hay otro personaje en esta historia del PP del que muchos se han acordado en el partido al ver qué ha pasado con Casado: José Ramón Bauzá.
Las tres dimisiones de Bauzá
Las crónicas que narran la tensa noche que vivieron este miércoles los barones del partido, en la que lograron un compromiso por escrito de renuncia de Casado, podrían haberse escrito hace siete años en Balears: hablan de que estaba en «estado de shock» y «fuera de la realidad», lo mismo que se dijo entonces del actual eurodiputado de Cs. Bauzá anunció hasta en tres ocasiones que se iba. La primera, a los dos días de las elecciones; la segunda, un mes después; la tercera y en apariencia definitiva, a los dos meses.
Todo el PP le dio la espalda tras el fiasco electoral y ante la evidencia de que decía que se iba pero hacía lo contrario. Una mentira tras otra, dijeron entonces los barones locales, que tuvieron que movilizarse para echarle, en una operación con enormes similitudes a la de esta semana. Bauzá quería seguir hasta un congreso, igual que Casado.
Los barones promovieron un golpe contra el ex president balear, como ahora los han promovido los líderes territoriales contra el presidente nacional. De esta conspiración saldrá el nuevo líder, que muy probablemente será Alberto Núñez Feijóo. Y otro coincidencia: en las Islas, el elegido fue un gran amigo del gallego, Gabriel Company. De nuevo Balears como laboratorio de pruebas de los ‘populares'.
Company ha hablado estos días por teléfono con Feijóo y tal vez le haya aconsejado que celebre cuanto antes el congreso extraordinario, no vaya a pasarle lo que le pasó a él. Cuando todo el mundo daba ya a Bauzá por muerto, el líder del PP, aupado por cierta prensa madrileña –otra vez la prensa y otra vez Madrid– anunció a los pocos que aún confiaban en él que presentaría su candidatura al congreso de la formación. Lo hizo en una cena en casa de Carlos Delgado de la que los presentes salieron con los pelos de punta, como ellos mismos lo describen. Company aplastó a Bauzá en el congreso y, ante la evidencia de que ya no había nada en el partido que le interesara, se fue a Cs donde le ofrecieron la bicoca del puesto de eurodiputado. Se ve que, en su caso, a diferencia de otros antes que él, el PP no era mucho PP.
En esta semana trágica para el PP, Bauzá no ha escatimado comentarios en Twitter sobre lo que ha sucedido y en alguno ha llegado a asegurar que las resistencias a irse de Casado y de Teodoro García Egea se deben a que no tienen «donde caerse muertos». No es su caso. Tiene la farmacia a la que hace siete años prometió que volvería tras dejar la presidencia del Govern y a la que de nuevo prometió que se iría tras dejar el PP, ahora hace tres años.
Company dejó la presidencia del PP para dejar el paso libre a Marga Prohens. También se montó una operación, pero en este caso no hubo sangre ni vísceras en la sede de los ‘populares'. Otro sacrificado por el bien común del partido, como Pablo Casado, por tener un perfil que no respondía a los intereses de la formación.
En esta historia falta Jaume Matas, el presidente del PP que ha tenido más poder. A él no le echaron, sino que se fue por voluntad propia cuando asumió que Maria Antònia Munar haría president a Francesc Antich. Su inesperado abandono para marcharse a Estados Unidos a hacer carrera profesional dejó al PP fuera de juego y así ha estado desde entonces, improvisando líderes uno tras otro. Ahora es el turno de Marga Prohens. Aspira a acabar como Ayuso, no como Casado, pero para comprobarlo habrá que esperar aún un año. Las elecciones dirán su futuro.