Seguro que a Maria Salom y Mauricio Rovira, que estaban este martes en el pleno, algo les llevó al pasado cuando escucharon las abstenciones de Vox. Marga Prohens no pudo ser presidenta en solitario en primera convocatoria y pasará a la repesca este jueves, algo que solo ha sucedido otra vez antes en la historia de la Comunitat, cuando diputados del PP se rebelaron contra Jaume Matas –sí, esas cosas pasaban antes de que llegara José Ramón Bauzá y nadie dijera nada– y también se abstuvieron en la primera votación. En el fondo, ayer pasó prácticamente lo mismo: unos cuantos señoros del PP se rebelaron contra el partido, montaron otro y ayer se abstuvieron.
Una pastosa nube gris se fue extendiendo sobre el salón de sesiones conforme la portavoz de Vox, Idoia Ribas, embestía su programa y detallaba las exigencias de su partido para la investidura y para que este Govern aguante cuatro años. Todo se volvió oscuro, «terrorífico», dijo Lluís Apesteguia, coordinador de Més, y ni la bandera arcoíris que desplegó lo que queda de Podemos, la diputada Cristina Gómez, consiguió dar luz a un salón aplastado por el peso denso y oscuro de esas soflamas.
La candidata a la Presidència del Govern lloró ayer en dos ocasiones, emocionada por las palabras que le dedicó su amigo y compañero de grupo, Sebastià Sagreras, y por un poema que le ha escrito expresamente Victoria Mayans, de Can Pomar, una amiga de Prohens. Ayer eran lágrimas de ilusión, pero que se prepare para momentos amargos. Ya lo decía un dirigente de UM hace años, cuando el papel de Vox lo hacían ellos, o viceversa: los cargos son cinco minutos de gloria y cuatro años de lamentos.
De momento el PP ríe y la izquierda se lamenta. Muchos asistían ayer atónitos al cambio de bando de las sonrisas, que diría Podemos. A Prohens le han hecho sufrir, con un nuevo pleno mañana, pero los verdaderos embestidos de la investidura son los miembros del Govern, que ya sueñan con dejar de una vez por todas ese banco azul que ahora mismo parece una condena en vida.