Algunas especies de peces del Mediterráneo intentan huir de las altas temperaturas nadando cada vez a más profundidad. Eso las convierte por primera vez en especies inaccesibles para los pescadores y es que la Unión Europea prohíbe desde el año 2006 «el uso de dragas remolcadas y pesca con redes de arrastre a profundidades superiores superiores a 1.000 metros».
La merluza (lluç) es una de las especies que se están viendo más afectadas, aunque no es la única. Científicos y pescadores piden tiempo para hacer una radiografía real de lo que ocurre bajo nuestras aguas. Más allá de las impresiones que se llevan los profesionales al acabar la jornada, no existe una serie histórica actualizada que confirme la influencia del cambio climático sobre la pesca y mucho menos sus tendencias de futuro.
«La merluza se ha visto afectada, no nos consta que haya llegado a bajar de los 1.000 metros pero ahora nada a profundidades a las que no solemos pescar. Por suerte hay que decir que no es una especie objetivo de nuestra flota, especialmente por su bajo precio que hace que no sea atractiva o rentable ir a pescarlos. En cambio sorprende que con la gamba blanca estamos con un 60 % más de capturas que otros años. Sabemos que la temperatura del agua tiene que afectar, pero necesitamos más tiempo para saber cómo lo hace. El jueves y viernes de la semana pasada tenía a un compañero que recogía 150 kg de gamba roja a una profundidad de 800 metros. Tras el descanso obligatorio del fin de semana, el lunes y el martes cogieron en el mismo sitio 3 y 2 kilos. Sabemos los resultados de las capturas al terminar jornada pero ¿quién se atreve a decir que eso supone que la gamba roja se ha acabado?», dice Domingo Bonnín, presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de Baleares. «Una de las posibilidades es que se haya desplazado a más de mil metros de profundidad», concluye.
En el año récord de temperatura del agua en el mar Mediterráneo la opinión común de los biólogos pesqueros es que, sin duda, el impacto más importante sobre los ecosistemas marinos y, en consecuencia sobre los peces, es todavía la pesca, muy por encima del cambio climático y de la contaminación. «El sector pesquero intenta camuflar su responsabilidad apelando a los otros (nuevos) factores», opina el oceanógrafo y expresidente de Greenpeace, Xavier Pastor.
«No le quito importancia al calentamiento global, y en particular de los océanos. Pero yo diría que todavía no se tiene una imagen clara de lo que está sucediendo. Salvo casos puntuales y dramáticos de blanqueamiento y muerte de corales por altas temperaturas, y algunas mortandades de peces por shock térmico combinado (o no) con bajadas de niveles de oxígeno y proliferaciones de microalgas tóxicas, el principal efecto de los cambios de temperatura marinos es el desplazamiento de stocks hacia zonas de mayor confortabilidad para ellos. Eso puede resultarles inconveniente o no a distintos grupos del sector pesquero, dependiendo de si las nuevas ubicaciones les resultan mas convenientes o no», añade. «Según el oceanógrafo la aparición de especies exóticas (de difícil comercialización) desplaza a las tradicionales, compite con ellas o simplemente ocupa un nicho ecológico que ha quedado «vacío».
Obviamente su opinión contrasta en buena parte con la de la Federación de Cofradías Pesqueras de Baleares. Su presidente, Domingo Bonnín opina que «es fácil culpar al sector pesquero de todos los males del Mediterráneo, pero la realidad es que somos el sector más pequeño de todos los sectores». «Según la normativa hay 11 conceptos a tener en cuenta para mantener la calidad del agua, entre otros la salinidad derivada de las potabilizadoras, las depuradoras… Todas las críticas recaen sobre nosotros que somos el sector más controlado», añade.
Preocupación por las mareas
Que la subida de la temperatura en el Mediterráneo está provocando cambios en las especies que lo habitan es evidente para todas las partes, pero unos y otros necesitan más tiempo para poder hacer una fotografía real de lo que está ocurriendo. «En Baleares nos preocupa también cómo nos afectará la subida de las mareas porque sabemos que será un problema. En el Atlántico los pescadores están muy acostumbrados a los cambios de marea y tienen todo adaptado. Aquí hemos faenado toda la vida al margen de las mareas», dice. La temperatura media en el Mediterráneo es actualmente de 28,4ºC, según el Servicio Europeo de Cambio Climático Copernicus. El 25 de junio se alcanzó la temperatura media más alta jamás registrada (28,71ºC). El récord anterior se estableció el 23 de agosto de 2003 con 28,5ºC. La hipótesis, aún por confirmar es que el calentamiento del agua podría ser perjudicial para los ecosistemas marinos.
Un artículo publicado por la revista Global Change Biology en 2022 afirma que entre 2015 y 2019, las altas temperaturas influyeron en las mortalidades masivas de unas 50 especies marinas. Se sospecha también que puede provocar desplazamientos de medusas y plancton hacia el norte.
Más allá del cambio climático, si en algo coinciden ecologistas y pescadores es en que en Baleares las flotas pesqueras se están reduciendo desde hace unos 30 años, aunque las capturas declaradas se mantienen bastante estables en alrededor de 3.000 toneladas al año. «Eso en sí mismo resulta sorprendente. A esto hay que añadir la pesca recreativa, que nadie sabe cuánto es, pero se estima entre 500 y 1000 toneladas al año», dice el oceanógrafo Xavier Pastor. En opinión de Domingo Bonnín, que las cifras de capturas se mantengan estables se explica porque «los pescadores de aquí trabajamos para suministrar exclusivamente al mercado local, no como ocurre en la Península, aunque nos quieran meter a todos en el mismo saco». «Lo que nosotros pescamos es solo el 10 % del pescado que se come en Baleares», dice el presidente de los pescadores. Bonnín defiende que los stocks con los que trabaja el sector «están bien». «Si hay problemas que busquen en otras partes y que dejen de culpabilizarnos, añade.
En el año 1975 había 1.300 embarcaciones de pesca profesional en Baleares de las que 99 eran barcas de arrastre y el resto de artes menores y de cerco. 3.000 pescadores ejercían la actividad. Hoy según la federación hay más o menos 400 pescadores y 240 embarcaciones de las que 32 son de arrastre y cinco de cerco. «En Baleares solo abastecemos al mercado local, somos pocos y estamos hipercontrolados. Si la flota pesquera respeta las normas el impacto es pequeño si lo comparamos con el de otras flotas de la Península», dice.
Para Xavier Pastor, en cambio «las razones de la decadencia del sector pesquero balear son la sobrepesca, la comercialización poco adecuada, el furtivismo y la falta de relevo generacional». Sobre este último punto el sector pesquero comienza a ver «ciertos brotes verdes» desde la pandemia. «El relevo generacional es complicado con la mala imagen que se nos da de destructores del mar pero hace un tiempo que notamos que hay que deja la vida urbana para irse a las zonas más rurales, que prioriza la calidad de vida y empezamos a notar nuevas incorporaciones que nos dan una alegría», dice el presidente de los pescadores. Explica que «realmente en nuestro trabajo, aunque no es fácil, vivimos experiencias únicas como las salidas del sol o el contacto con la naturaleza. A nosotros es a los que más nos interesa que el mar no se eche a perder porque es nuestro medio de vida», añade.
6.511 empresas dependen del mar para vivir
La Fundación Marilles ha estudiado a fondo el sector pesquero de las Islas en su Informe Mar Balear que apuesta por un modelo de Economía azul en el conjunto de las actividades productivas relacionadas con el mar. «Una quinta parte del valor añadido bruto de Baleares depende económicamente del mar (5.124,4 millones de euros. Un total de 6.511 empresas relacionadas con el mar Balear (17,6% del total de las Baleares) dan ocupación a 88.441 trabajadores (11% del total», dice el estudio.
El Informe Mar balear describe una disminución progresiva de las capturas pesqueras de la flota profesional durante los momentos más duros de la pandemia. «Las especies de peces más capturadas en 2020-2022 eran la sardina (217 toneladas), el boquerón (178 toneladas), en el caso de los crustáceos la gamba roja (181 toneladas) y en el de los moluscos el pulpo (175 toneladas)».
Las ventas de especies que generan más valor económico son según el mismo estudio la gamba roja (4.6 millones), la langosta (1,5 millones), el calamar (1,3 millones), el cabracho (1 millón), el pez de San Pedro (0,8 millones), el salmonete (0,7 millones), la merluza (0,5 millones), la sepia (0,5 millones), el pulpo comun (0,5 millones) y la llampuga (0,5 millones).
Marilles analiza no solo la pesca sino también la producción de pescado en Baleares: «La acuicultura marina finalizó en 2007 y fue sustituida por la producción de alevines. Esta producción varió entre 65,7 toneladas en 2003 y 455 toneladas en 2013, cuando la producción de alevines había engordado y se vendieron como adultos. Solo existe producción acuícola de moluscos en Menorca y se basa en la producción de mejillones. La producción de almeja se ha reducido drásticamente desde los años noventa pasando de unas 5 toneladas a 0,11 toneladas en 2019. Marilles cifra en 2,13 millones de euros el valor económico total de la acuicultura marina en Baleares en 2003. La cifra creció hasta los 16,4 millones de euros en 2016.