Este 17 de febrero empieza a aplicarse en toda la Unión Europea la ley de Servicios Digitales, una normativa para regular contenidos ilegales, que aboga por una publicidad más transparente y lucha contra la desinformación. Entre otras cosas, esta ley obligará a introducir e incrementar medidas de protección de menores a las empresas de contenidos pornográficos. Es decir, páginas como Pornhub, Stripchat y XVideos tendrán que utilizar tecnología de verificación de edad y moderar contenidos.
El Estado, por su parte, ya ha propuesto una nueva y ambiciosa ley que quiere limitar el acceso de los menores al porno pero la pregunta es ¿será suficiente?
La enfermera y sexóloga Liza Schmitz, que imparte charlas, formaciones o talleres a colegios, institutos y entidades que así lo solicitan, advierte de que «siempre es mejor que no hacer nada», pero que las normativas por sí solas, no alcanzarán el objetivo deseado de restringir el acceso de los jóvenes a la pornografía.
Y es que, «la inteligencia artificial (IA) ya está operando de forma autónoma en varias plataformas, sin manipulación humana alguna, si a eso se le suma que las sanciones a los grandes propietarios de la pornografía suponen sólo el 2 o 3 % de su facturación anual... No caigamos en la ilusión de creer poder llegar a controlar el mundo online», señala la experta. ¿Cómo ponerle puertas al campo?
La especialista en sexología indica que la pornografía genera una cadena de acciones de neurotrasmisores en el cerebro adolescente. «Destacaría la dopamina que se activa al ver la imagen, te pone en marcha el sistema de recompensa en respuesta a la anticipación y las expectativas», señala. También habla de «la oxitocina que crea el escape a la realidad y que, junto a la vasopresina, forma una conexión afectuosa entre el recuerdo y la imagen que dio placer sexual a la persona». Liza Schmitz también pone de relieve la testosterona que genera el deseo de consumir más, la noradrenalina que guarda el recuerdo y lo hace permanente y la serotonina que genera calma y reducción del estrés.
La experta señala que la sobreexposición a la pornografía produce efectos a largo plazo que pueden suponer «una disminución de la empatía porque visualizan contenidos donde se perpetúan los estereotipos de género o los abusos». También puede afectar a la autoestima, y señala: «las personas tienden a comparar los cuerpos que visualizan con los suyos, sobretodo a nivel genital».
Educación Sexual Integral
Schmitz considera que la implantación de las nuevas normativas serán «una medida más, pero no la definitiva». Esta experta aboga por «la implantación de la Educación Sexual Integral (ESI) a nivel curricular desde Infantil, que se extienda a Primaria, Secundaria y Bachillerato como una asignatura obligatoria más». Y señala que es algo que muchos países ya imparten aunque «son pocos los que cuentan con una formación previa al profesorado». Sin embargo con esta formación se pueden «preservar y garantizar los derechos humanos y la dignidad de las personas, acogiendo la diversidad como parte de cada una».
Schmitz insta a las administraciones competentes que destinen más recursos y tiempo «en comprobar que los objetivos declarados en las leyes y las políticas que promueven después se llevan a la práctica, y que no queden estancadas o en la deriva por falta de conocimientos de quienes las llevan a cabo».