El Govern asume que este verano será de nuevo el de la masificación turística. En medio de la satisfacción por el éxito de la convocatoria de ayer, el Ejecutivo es consciente de que pocas medidas podrá tomar este mismo verano para evitar el colapso de determinadas zonas de la isla.
El testigo está ahora en manos del responsable de coordinar los trabajos, Antoni Riera, y se espera que las mesas de trabajo se pongan en marcha de inmediato con el objetivo de que empiece a haber propuestas concretas a partir del otoño, que es cuando se hará la macroencuesta para conocer la opinión y las inquietudes de los ciudadanos.
En cualquier caso, aunque este año aún no haya medidas concretas, el Govern sí trabajará para gestionar los flujos de turistas y los picos donde pueda haber saturación turística. Por ejemplo, este mismo verano ya se instalarán los sensores en varias zonas turísticas de las Islas –en el caso de Mallorca será en es Trenc– para que aporten datos con los que tomar decisiones.
Fuentes del Ejecutivo creen que ha sido crucial poner en marcha este proceso de diálogo en el que se puedan poner en común las propuestas que presenten entidades y colectivos. El gran objetivo de Marga Prohens es gestionar los flujos turísticos, el éxito turístico al que se ha referido en numerosas ocasiones la presidenta del Govern, y hacer compatible el disfrute de los visitantes con el de los ciudadanos.
El Govern busca que el problema no vaya a más para que los ciudadanos no reaccionen demonizando al sector turístico en su conjunto, como ya ha pasado en algunas comunidades autónomas, con manifestaciones en contra de esta actividad.
A pesar de que el dato no se ha puesto sobre la mesa, el Ejecutivo quiere que se preste atención no solo al aumento turístico, sino también al demográfico, algo que ya comienza a poner en el centro de la diana el vicepresident, Antoni Costa.
La evolución turística ha experimentado un crecimiento imparable desde que comenzó tímidamente esta actividad en los años 50, pero el aumento de población le ha ido a la zaga y sus efectos han sido demoledores.
Tal y como se aprecia en el gráfico inferior, en 1950 vivían en las Islas 442.089 personas; el 1 de enero de este año la cifra era de 1.231.487, el triple de población. Dos décadas han marcado de manera especial este crecimiento desbocado de población: la de 1970 a 1980 trajo consigo la llegada masiva de peninsulares; la de 2000 a 2010 aportó casi 270.000 nuevos residentes, en su mayoría ciudadanos extranjeros.
Por otro lado, los mayores crecimiento proporcionales de llegadas turísticas se experimentaron en la década de los años 50, cuando se cuadriplicaron las cifras (de 98.000 a más de 400.000) y en la década de los 60, periodo en que se quintuplicaron (se llegó a los 2,2 millones en 1970).
El incremento sostenido que se ha registrado desde entonces se ha movido en torno en torno al 60 % cada década, una evolución momentáneamente por la abrupta caída durante la pandemia, episodio que en el gráfico evidencia la «recuperación en V» que tanto se auguró en su día.
En todo caso, Prohens ya advirtió en la macroencuentro del pasado miércoles que «no nos podemos precipitar», a pesar de que «la gran mayoría de lo que estamos aquí compartimos que llegamos tarde». Por ello, señaló que «tal vez esto llevará tiempo y tal vez los residentes tendrán que soportar más días de saturación», concluyendo que «una falta histórica de infraestructuras no se resuelve en dos días».
Desde la patronal PIMEM, su presidente, Jordi Mora, ya asumía al salir de la reunión en la UIB que los efectos de las medidas principales que lleguen a tomarse no se verán ni en esta temporada ni en la siguiente. «Seguramente este trabajo no tendrá un impacto a corto plazo, sino que empezaremos a verlo en dos o tres años».