19 de agosto de 1999. Los gigantes del sector hotelero balear se reunían ese día en Palma con el ministro de Turismo de la República Dominicana. El encuentro con el mandatario caribeño fue lo de menos: la foto pasaría a la historia por captar una de las primeras escenificaciones en bloque de la oposición hotelera a la ecotasa, proyecto que llevaba en su acuerdo programático el primer Pacte de Progrés y cuya mera mención provocaba sarpullidos en el sector. Los Escarrer, Barceló, Riu o Fluxá ya verbalizaban su rechazo aquel 19 de agosto en declaraciones recogidas por Ultima Hora.
La condena generalizada se fundamentaba en dos argumentos, que era un impuesto discriminatorio y que incrementaba el coste de las vacaciones, lo que redundaba en una merma de la competitividad turística. El presidente del Grupo Barceló por aquel entonces, Sebastián Barceló, alegaba que «los impuestos que pagamos son más que suficientes para solventar muchas cosas. Creo que el argumento del medio ambiente es una excusa. Estamos hablando de España y no del Tercer Mundo». En términos más vehementes incluso se expresaba Luis Riu, consejero delegado de RIU Hoteles. «Cuanto más impuestos hay, peor funcionan los negocios. La ecotasa nos parece un disparate».
Gabriel Escarrer, presidente de la por entonces Sol Meliá, calificaba de «aberración» la idea del Govern de Francesc Antich, ya que «supone ir a contracorriente: no podemos ser más papistas que el Papa en materia impositiva». Palabras secundadas por el presidente del Grupo Soltour, Pablo Piñero, quien expresó sin ambages su «no rotundo».
Desde Globalia, su presidente Juan José Hidalgo declaró que «todos los impuestos que se pongan son perjudiciales. La isla va bien, todo el mundo está satisfecho, pero encarecerla por cualquier vía es contraproducente, porque la actual coyuntura favorable puede cambiar».
El Impost d'Estades Turístiques se aprobó en 2001, pero no entró en vigor hasta mayo de 2002 debido a un recurso al Tribunal Constitucional del Gobierno de Aznar que lo mantuvo en suspenso durante casi un año. Daría lo mismo, porque el regreso de Jaume Matas en 2003 supondría la derogación del impuesto y su relegación al ostracismo hasta la llegada de Francina Armengol en 2015, ya bajo el nombre de Impost de Turisme Sostenible. Un cuarto de siglo después de aquella foto, el impuesto ha sido aceptado por hoteleros y por PP, que en las últimas dos legislaturas estuvieron redireccionando sus críticas hacia el uso de la recaudación.
«Urdieron una campaña brutal», relataba hace pocos días Antich en una entrevista en estas páginas que señalaba que, pese a tener la opción de cobrarla por módulos, los hoteles optaron por cobrar por cliente «para cobrar un rechazo mayor». La guerra por la ecotasa ya es historia.