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PRIMERA PERSONA

«El adulto con TDAH es una persona que ha aprendido mucho de sus errores»

Marc Galindo, psicólogo con Trastorno del Déficit de Atención, explica la poco conocida cara de esta afección en la vida adulta

Marc Galindo da su testimonio como adulto con TDAH y psicólogo. | Emilio Queirolo

| Palma |

La vida de Marc Galindo, de 24 años, puede definirse como una historia de aprendizaje, esfuerzo, pero, por encima de todo, resiliencia y espíritu de autosuperación. Y es que si se habla del TDAH, o del Trastorno del Déficit de Atención con Hiperactividad, lo más común es tratarlo desde el prisma de la infancia y la adolescencia, de cómo puede afectar este trastorno al rendimiento escolar del niño y encontrar herramientas que le puedan ayudar a superar, al menos, las etapas obligatorias del instituto. De hecho, a pesar de que a día de hoy se trate de un trastorno bastante normalizado en la vida escolar y las etapas educativas con planes de refuerzo a través de políticas educativas, aún queda un lado desconocido, o, más bien, invisibilizado que, a pesar de ser silencioso, existe y determina la vida de muchas personas: el TDAH en la edad adulta.

«Ya desde muy pequeño mis padres notaban que algo no iba bien. Pasé a primaria con un nivel muy bajo. Fue entonces cuando mi padre me llevó al psicólogo y ya pudimos darle nombre y apellidos a lo que me estaba pasando. Alrededor de los 6 años me diagnosticaron oficialmente TDAH». Desde ese momento, hasta al menos el fin de la primaria, la vida escolar de Galindo fue rodando como una montaña rusa que pasaba desde profesoras concienciadas con la problemática que quieren ayudar hasta otros docentes de «la vieja escuela» que pretendían que rindiera igual que sus otros compañeros sin TDAH con las mismas herramientas: «En aquel entonces las escuelas no se preocupaban de esto. Para algunos profesores el TDAH no existía y en esas situaciones sí que se notaba un bajón tremendo en mis notas, y eso es muy peligroso porque, por ejemplo, a mí me afectó en la autoestima. El hecho de no llegar hasta donde tú esperas es muy frustrante».

Sin embargo, a pesar de la dureza y los castigos sufridos debido a, realmente, una incomprensión y falta de interés en cuanto a su trastorno por parte de algunos docentes, en quinto primaria logró aprender una de las máximas que, aún a día de hoy, sigue aplicando en su día a día: el orden. «Mi profesora de ese momento fue la que, aparte de mi padre, más me ha inculcado lo que considero que necesitamos más las personas con TDAH: ser metódicos, ser estrictos sin pasarse y tener orden. Ya a partir de quinto y sexto se forjó lo que soy ahora como persona adulta con TDAH, y que creo que es lo que todas las personas en mi misma situación necesitamos».

La universidad: el primer reto de la vida adulta

Pasó la primaria y, ya con un sistema de estudio más sólido y afianzado, logró superar la secundaria y bachiller para hacerse un hueco en la facultad de Psicología de la UIB. De todas maneras, Galindo remarca la dureza de la etapa adolescente previa, caracterizada, precisa, por las «constantes comparaciones con los compañeros» en conjunción con las las inseguridades que suelen acompañar este periodo. «Para llegar a la universidad tienes que haber pasado muchos pasos y tener la cabeza muy amueblada. La gente con TDAH no suele llegar hasta ahí principalmente porque no han creado ese conglomerado que se debe construir con el tiempo y que si no lo tienes pierdes la motivación para seguir. Lo importante es saber que al final tener TDAH no significa tener impedimentos».

Galindo tuvo claro que quería estudiar Psicología. Foto: Emilio Queirolo

Además, Galindo define su entrada a la carrera de Psicología como una decisión «totalmente vocacional» que, además de permitirle ahondar y dar a conocer el trastorno, le proporcionó otro de los elementos que, según él, toda persona con TDAH debería tener: un objetivo. «Tener una meta clara es imprescindible. Alguien con el trastorno que va sin rumbo ni deriva es como nadar sin ver una isla. En cambio, ver la luz al final del túnel es lo que te guía. Creo que esa falta de objetivos en la vida es lo que causa que la gente con TDAH se pierda y de como resultado, por ejemplo, las preocupantes cifras de abandono escolar que tenemos hoy en día».

Ya una vez en la universidad, en retrospectiva, Galindo destaca tres dificultades que fueron los principales obstáculos durante su camino al diploma: los exámenes tipo test, gran enemigo de la impulsividad asociada con el TDAH; los cursos online durante el confinamiento por el COVID-19 debido a que «es imposible para una persona con TDAH estar pendiente de una pantalla por más de dos horas», y, por encima de todo, el regreso de las inseguridades y de las comparaciones entre compañeros, acrecentadas enormemente por el hecho de que las notas de todos los alumnos, a diferencia del instituto, son públicas y visibles para todo el mundo. «Volvieron muy fuerte las comparaciones. En la universidad publican tu nombre con tu nota y sabes que todo el mundo lo ve. La mayoría quizás lo olvida, pero yo no, y al final me costó mucho no ver las notas de los demás. Es algo que me generaba mucha frustración, y lo que hay que hacer es saber valorar el esfuerzo de uno mismo».

Psicólogo con TDAH: una perspectiva distinta

De esta manera, aunque todavía le queda sacarse el Máster de Psicología General Sanitaria, Galindo ha tenido la oportunidad de comenzar a ejercer como psicólogo en un centro asistencial para familias. Es decir, ha hecho, según gran parte de la sociedad, el primer gran paso en lo que ya sería la vida adulta per se: empezar a trabajar. «El adulto con TDAH es una persona que ha aprendido mucho de sus errores. Es una persona que debe tener una rutina y que ha de tenerlo todo ordenado. Al final se trata de hacer acopio de resiliencia y hacer frente a los golpes. El TDAH no se va a ir, hay que enfrentarlo».

En ese sentido, Mateu Servera, presidente de la Asociación de Personas con TDAH en Mallorca señala que, según varios estudios, «un tercio de los adultos mantienen gran parte de los síntomas principales (además de otros posibles problemas), otro tercio presentan otros problemas psicopatológicos más importantes que el propio TDAH y el último tercio prácticamente tiene controlado el trastorno». De todas maneras, remarca que «muchos niños diagnosticados con TDAH y bien tratados pueden llevar una vida adulta perfectamente exitosa en todos los ámbitos» y el problema reside cuando no están diagnosticados, lo cual conlleva todos los problemas que trae el trastorno pero quitando toda la atención y el esfuerzo necesario para sobrellevarlos y tener una vida normal.

A pesar de que siempre se habla del TDAH desde el prisma de los efectos negativos que acarrea el trastorno, Galindo siempre dirige su mirada a todo lo bueno que le puede aportar, por ejemplo, durante el ejercicio de su labor profesional. «En ocasiones es complicado separar la parte profesional con la personal. Por mucho que quiera no dejo de ser psicólogo y por mucho que quiera no dejo de tener TDAH. Sin embargo, con un buen equilibrio, creo que tener este trastorno me ha ayudado muchísimo a conectar con las personas y siento que mi experiencia les puede llegar a ayudar mucho más si tan solo realizo una intervención psicológica de libro. Es darles una perspectiva que quizás otra persona no les puede dar».

De hecho, como profesional del sector, Galindo es consciente de la gran problemática del abandono clínico como social que suelen sufrir los adultos con TDAH principalmente por la falta de diagnóstico del trastorno que no se da a no ser que se realizara durante la infancia. En ese sentido, ha querido agradecer y destacar la labor de la Asociación en cuanto a esta problemática de la cual son conscientes y que, según han anunciado en su web, pretender poner el foco a fin de que cualquier adulto que sospeche que podría tener TDAH se anime a acudir a ellos y ponerle nombre y apellido a lo que le está ocurriendo. «He tratado con adultos en esta situación y una vez diagnosticados entienden muchas cosas. Hay toda una generación con personas con TDAH mayores que yo que desconoce que tiene el trastorno porque en su momento no se estudiaba. Si hubieran podido darle nombre y buscar ayuda habrían podido superar muchos de los objetivos que seguramente hayan abandonado, porque con las herramientas adecuadas se puede llegar».

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