Síguenos F Y T I T R
Jordi Boada

«Cuando buceo veo el cambio climático»

El oceanógrafo Jordi Boada investiga y alerta sobre la desertificación marina, un fenómeno que se extiende por todo el mundo

El oceanógrafo Jordi Boada, coordinador del proyecto sobre desiertos marinos.

| Palma |

En todo el mundo proliferan zonas costeras cada vez más extensas en las que el fondo se ha convertido en un desierto marino. Donde antes había algas y peces, ahora solo queda roca pelada. Detrás de este fenómeno está la sobrepesca, que diezma los depredadores naturales de los erizos, que se multiplican sin freno en puntos concretos y devoran toda la vegetación acuática creando lo que también se conoce como blanquizales. Eso impide su regeneración y los peces que quedaban se marchan, lo que provoca que la biodiversidad caiga en picado. El oceanógrafo del Centre d’Estudis Avançats de Blanes-CSIC, Jordi Boada, coordina el proyecto internacional sobre desiertos marinos Hidden Deserts y advierte sobre cómo este desajuste causado por la actividad humana está afectando diversos ecosistemas de todo el planeta.

Hace décadas se empezaron a detectar blanquizales en las Islas Canarias, donde ahora un 64 % del litoral ha perdido sus bosques de algas. ¿Cuál es el mapa actual en el mundo?
En 2005 fui a vivir a Canarias para estudiar Ciencias del Mar y en ese momento ya había programas de control de población de erizos de mar, que habían experimentado un gran crecimiento. En Estados Unidos han tenido problemas con los desiertos marinos y han sufrido una pérdida de los bosques de kelp. La caza de nutrias descontroló la proliferación de erizos. Actualmente, en Australia y Nueva Zelanda, debido a la subida de la temperatura del mar, se está disparando la población de un tipo de erizo que también ha causado el colapso de los bosques de kelp. Es algo que pasa por todo el mundo, pero las casuísticas son algo diferentes en cada lugar. En el Mediterráneo tenemos una sobrepesca que históricamente ha sido muy intensa y que ha diezmado el número de depredadores. Faltan peces que controlen las poblaciones de erizos y eso fomenta los blanquizales.

Desde mediados de los años noventa se estudia este fenómeno, especialmente en la Costa Brava y Baleares. ¿Cómo se han extendido desde entonces?
En esa década es cuando aparecen estudios como los de Enric Sala, que lidera Pristine Seas, el proyecto emblema de National Geographic para la conservación de los océanos. Hacia 2012 ya había una sensación generalizada de que este fenómeno estaba aumentado, justo cuando se pescaban más erizos. Los registros así lo marcan, pero hay que tomarlos con cautela porque los datos anteriores pueden no ser tan precisos.

Desconcierta que si se extraen más erizos continúen proliferando los desiertos marinos.
Es una cuestión controvertida porque falta información, lo cual refuerza la necesidad de este proyecto. La pesca del erizo es un fenómeno local y coincide en el tiempo zonas donde la gente está preocupada porque no hay erizos y otras donde pasa todo lo contrario, donde hay demasiados. También tenemos reservas marinas donde hay blanquizales, y eso choca porque allí sí que hay depredadores que controlen a los erizos. Falta investigar mucho más.

De hecho, en 2020 descubristeis en Cabrera uno de los blanquizales más grandes de Baleares. Hasta entonces se pensaba que el principal problema era la sobrepesca, pero el Archipiélago está protegido. ¿Habéis podido saber qué otros elementos causan la pérdida de algas?
La naturaleza es compleja y te encuentras con estas excepciones, pero realmente fue un redescubrimiento. Enric Ballesteros (científico del CSIC) nos dijo que hacía 30 años que lo conocía. Esto es interesante porque da una idea de lo estables que son los blanquizales y lo difícil que es revertirlos. En Canarias hay gente que empieza a ver un blanquizal como un ecosistema bien conservado, y esto es un problema porque vamos perdiendo la referencia sobre qué es realmente un hábitat sano. Cuando aparece un desierto marino cambian muchas cosas: no se acercan tantos depredadores porque no encuentran alimento y los erizos encuentran ahí un lugar donde incrementar su supervivencia.

¿Y cómo se pueden revertir los blanquizales?
Para frenarlos se requiere de un temporal, una mortalidad masiva natural o una acción humana centrada en recuperar el ecosistema. El temporal Gloria de 2020 supuso un reinicio para los desiertos marinos en la costa de Blanes, en Girona, porque eliminó entre un 70 y un 80 % de las poblaciones de erizo. La fuerza del mar fue tan intensa que los arrancó de las rocas y muchos murieron aplastados. Todo esto frenó la expansión de los blanquizales durante un tiempo, pero ya están volviendo a crecer. Aun así, las olas movieron a muchos sin matarlos y que se concentraron en puntos concretos de la costa, lo cual ha intensificado su impacto. El proyecto de control que hacemos en colaboración con pescadores y la Generalitat se basa en dar indicaciones para que trabajen en las zonas más afectadas por erizos para tratar de reducir los blanquizales.

El pasado 15 de agosto se batió el récord de temperatura media de la superficie del mar Mediterráneo, que alcanzó los 28,47 grados, según el servicio Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea. Todo esto no hace más que acelerar la desertificación del fondo, ¿verdad?
Sabemos que esto, sumado a la subida de la recurrencia de olas da calor, es muy perjudicial para los bosques de algas que están en zonas poco profundas. Algunos estudios dicen que la subida de la temperatura puede incrementar la mortalidad de los erizos, pero faltan datos para afirmarlo. Con el aumento de la temperatura también se está favoreciendo que depredadores de otras zonas del mediterráneo oriental, como el pez conejo, vengan hacia aquí y afecten negativamente a los bosques marinos. Todavía no han llegado a nuestras costas, pero es cuestión de tiempo.

De seguir todo como ahora, ¿qué aspecto tendrá el mar balear o catalán dentro de 20 años para alguien que al observarlo lo hace sin pensar en todos estos procesos naturales?
Es una muy buena pregunta, pero también compleja de responder. Si cuando buceé por primera vez en la costa de Chipre con motivo de un proyecto científico no me hubieran dicho que estaba el Mediterráneo, hubiera dudado de que lo fuera. Es muy diferente a nuestro litoral. El aumento de la temperatura repercutirá en ciertas especies locales y favorecerá a otras invasoras. La acidificación oceánica también afectará negativamente en la biodiversidad. Sin duda, será un paisaje totalmente nuevo. En la zona mediterránea que comentaba es verdad que hay zonas desertificadas que son muy extensas, pero también quedan bosques de algas bien conservados. Sobre estos cambios, es destacable que en la bahía de Pollença se haya detectado que la Cymodocea nodosa, la prima pequeña de la posidonia, en los últimos años ha aumentado su presencia porque tiene mayor afinidad por las temperaturas más altas. Es un cambio que se ha hecho más evidente estos dos últimos años.

La mirada utilitarista sobre la naturaleza es dominante y si la playa de Es Trenc continúa teniendo aguas transparentes a la mayoría le dará igual qué pasa con el resto del ecosistema. ¿La visibilidad de las costas está en peligro?
La biodiversidad es fundamental para garantizar la estabilidad y el buen estado de los paisajes marinos. No esperamos que la crisis de la biodiversidad vaya a mejor porque la actividad humana no deja de fomentar la desaparición de especies. La visibilidad del mar dependerá de qué especies triunfen o pierdan, pero es posible que alguna de las ganadoras sea vegetal, y eso contribuirá a la nitidez del agua. Puede que lleguen otras de zonas más cálidas que lo cambien todo, pero no necesariamente hará que el agua sea más turbia. Lo que sí afectará es la mala calidad de las aguas residuales, como ya pasa en el Mar Menor, donde se ha destrozado un ecosistema entero. Las zonas más pobladas, con peores sistemas de tratamiento y en especial si están ubicadas en bahías cerradas, podrían sufrir un empeoramiento de la calidad de las aguas.

En cualquier caso, todo esto afectará al turismo. ¿Hasta qué punto?
Hay casos donde se instauran iniciativas enfocadas en el redescubrimiento de la naturaleza, que todos disfrutamos, pero las aguas turquesas y las arenas blancas se verán afectadas si el hábitat no se conserva bien, es evidente, y eso puede afectar al atractivo turístico. Cuando buceo veo el cambio climático con mis propios ojos. ¿Cómo podemos amortiguar los efectos? Principalmente, hay que reducir emisiones sí o sí, es algo que ya no se puede ni plantear. La esperanza es lo último que debemos perder y el mar tiene una alta capacidad de recuperación si la dejamos en paz un tiempo, aunque depende de cada especie. Soy optimista, pero es importante huir del optimismo compulsivo y ser muy realista porque este problema es muy grande. No nos damos cuenta, porque la contaminación del plástico es más visible, pero el efecto de las emisiones es el principal problema.

Alertas de que muchas empresas y entidades se han lanzado a hacer proyectos de restauración ambiental por puro marketing. ¿Hay mucho de lavado verde?
La visión cortoplacista de estas acciones es un problema. Para recuperar realmente un hábitat hay que saber cómo era y estudiar cómo poder restaurarlo a largo plazo. Sin embargo, estamos en una época en la que la información y los resultados deben de ser rápidos y gráficos, y en restauración y conservación esto no se puede dar. Son ritmos muy diferentes. Hay iniciativas que pretenden asimilar una infraestructura artificial para hacerla más natural. Puede tener potencial recorrido, pero otras se venden como restauración y no cuentan con un fundamento suficiente y pueden suponer un impacto más sobre cielo hábitat.

¿Cómo valoras los frutos de Hidden Deserts?
El proyecto forma parte de Observadores del Mar, una plataforma en la que cualquier ciudadano puede enviar información sobre diversos temas ambientales. Siempre nos gustaría que hubiera más observadores, y el reto es llegar a más gente para que esté entrenada en identificar un desierto marino, por ejemplo, pero estamos contentos. Tenemos unas 200 observaciones en el Mediterráneo y tratamos de extender esta red a otros países, como Nueva Zelanda, Estados Unidos y Australia. Falta gente y financiación, es una realidad, pero en esas estamos. También estamos comprometidos con MED 2050, el proyecto por el cual muchas entidades nos comprometemos a dejar un mar Mediterráneo mejor que está ahora de cara a ese año.

Lo más visto