Francesca Salvà Mut (Palma, 1957), catedrática del Departament de Pedagogia Aplicada i Psicologia de l’Educació de la Universitat de les Illes Baleares, reflexiona sobre los retos de la Formación Profesional en las Islas. La directora del Laboratori de Recerca i Innovació defiende que haya una oferta pública suficiente y asequible para toda la población, que en las Islas presenta elevados niveles de abandono escolar y falta de formación mínima.
La FP ha alcanzado la anhelada percepción política y social positiva. ¿Qué impulso necesita?
—Se está avanzado mucho en esta línea, pero no es menos cierto que socialmente todavía es considerada en muchos ámbitos como una segunda vía en relación con la universidad, especialmente. Todo esto tiene sus contradicciones porque hay titulados universitarios que hacen una FP de grado superior para acceder con mayor facilidad al mercado. Aun así, creo que sigue pesando la visión de que es algo para gente que no llega académicamente, aunque esto esté cambiando.
Eso no pasa en Alemania o Suiza.
—Así y es, y el reto fundamental es que podamos acoger más población. Aunque haya aumentado mucho la matriculación en los últimos años, si se compara con períodos anteriores, tenemos un porcentaje de alumnos de FP demasiado bajo para las necesidades de la población y del sistema productivo. Hay un volumen muy grande de personas sin titulación de Bachillerato o de FP. Solo el 71,1 % de la población balear de 20 a 24 años tiene, como mínimo, uno de estos dos títulos de Secundaria postobligatoria, según datos de 2023. A nivel estatal aumenta al 79 %. Esto evidencia que el reto clave es que la FP sirva para aumentar la población con un nivel de estudios medios. Otro dato relacionado es que la tasa de escolarización a los 17 años en Baleares es del 82,3 %. Somos la comunidad con un menos gente de esta edad escolarizada en el sistema. Algunos hacen cursos de formación en centros de segunda oportunidad, en el SOIB o están fuera del sistema, que trabajan en el sector turístico. Se necesitan crear más plazas públicas, facilitar la entrada de toda esta población y adecuar el sistema para que puedan sacar la titulación y evitar su abandono.
Tener una carrera ya no garantiza encontrar trabajo y a muchos pintores o electricistas autónomos les va mejor. ¿La FP es el nuevo ascensor social?
—Eso dependerá de la demanda del mercado de trabajo y de quien tenga el poder económico en cada sector. Entre un carpintero, alguien que cuida a personas mayores o una camarera de pisos hay una gran disparidad. Las profesiones ligadas a los cuidados tienen unas condiciones muy bajas y suelen hacerlas mujeres migrantes. Si haces una FP en electricidad y pudes ganarte la vida como autónomo, es posible tener unos ingresos importantes, pero insisto en que dependerá de cada sector. En el caso de Baleares se debe mejorar la protección social a las microempresas y autónomos porque representan la mayoría del tejido productivo.
El abandono escolar en Baleares superaba a las incorporaciones a la FP y a la universidad en 2019. ¿Sigue siendo así?
—No tenemos un cálculo actualizado, pero de los alumnos de Baleares que habían empezado un grado básico de FP en el curso 2016-2017 lo habían abandonado el 40,4% al cabo de cuatro cursos. En grado medio fueron el 28,4 % y en grado superior 18,4 %. Estos datos nos sitúan entre las comunidades medias en abandono, que es alto en todo el Estado. Incluso en el País Vasco se alcanza el 30 %. Todo esto tiene muchos factores y se da por un proceso, no se suele tomar una decisión así de golpe. Puede pasar que no sea lo que esperabas, que resulte más complicado de lo que creías o que fuera tu segunda opción y una vez has empezado no te motiva.
Ahí entra la importancia de la orientación.
—De forma adapta se debe hacer incluso desde Infantil. Es necesario hablarles sobre profesiones, especialmente las de su comunidad, y que sepan qué condiciones laborales pueden tener. También hay que luchar contra la brecha de género a la hora de escoger un trabajo.
¿La FP puede frenar este problema, como defiende el Govern?
—Puede tener este papel para que determinadas personas que no quieren hacer una carrera universitaria, por ejemplo, puedan continuar dentro del sistema educativo. La FP da más opciones a los jóvenes. Lo que pasa es que la oferta sigue siendo insuficiente, no basta. Como comentaba, el reto es atraer población, tener capacidad para acoger más gente y disponer de suficientes plazas públicas, sumado a una buena orientación y acompañamiento para evitar que abandonen los estudios.
¿Es posible reducir el abandono sin diversificar la economía turística de Baleares?
—Facilitaría las cosas, pero sí que se puede reducir. El mercado de trabajo con un alto peso de los servicios no ayuda e influye en el abandono, pero hay más elementos, como la calidad educativa, el número de alumnos por aula, los docentes o las condiciones de vida de la población. Cuando estás pendiente de ser desahuciado, no te preocuparás igual de tus estudios. Y aquí tenemos unos índices muy altos de pobreza.
Los alumnos de la FP privada se han disparado un 460 % en una década por la falta de plazas en la educación pública. ¿La calidad está igualmente garantizada?
—Puedo decir es que es impredecible que haya una oferta pública suficiente y asequible para toda la población, sobre todo para la que sufre situaciones económicas complicadas. Los servicios fundamentales deben de ser públicos y lo privado subsidiario, ya sea en sanidad, educación o en dependencia. Dedicar dinero público para financiar enseñanza privada se debe de hacer in extremis.