«¿Tienen nuestros mayores las ayudas sociales que se merecen? Mi respuesta, basada en la experiencia vivida con mi padre, es que no». Así arranca la carta de Victoria Martínez, una mallorquina de Capdepera, desesperada con la burocracia de asuntos sociales para conseguir una plaza en una residencia pública para su padre de 93 años con Alzheimer y un grado de dependencia III y 75 puntos. «Ya no tengo muchas esperanzas, no sé si coger a mi padre y llevarlo a Dependencia. Lo he intentado todo pero me han dicho que hasta que no llegue a 90 puntos no le dan plaza y aún así tiene que esperar», explica.
«Personas mayores que después de haber trabajado duro durante toda su vida laboral, necesitan apoyo y lo que consiguen son migajas; y eso después de mover papeles y hacer mil y una visitas a los diferentes departamentos sociales, médicos, bancos y tras rellenar, una y otra vez, exactamente los mismos formularios», sigue en su carta. «¿Es justo que una persona con más de 90 años, con un deterioro mental y físico evidente reciba menos de la ayuda que le corresponde?», se pregunta y señala que «gracias a dios mi padre cuenta conmigo para moverme por el laberinto burocrático de la administración pública».
«Es indignante que gente mayor tenga que sufrir la ineficacia de un sistema público insuficiente y si te quejas mínimamente de la injusticia de todo el sistema, encima te respondan que ‘es lo que hay’ y que lo que tenemos que hacer es pagar de nuestro bolsillo a un cuidador que se ocupe», critica.
«Procuras apañarte con lo poco que te concede Dependencia y Servicios Sociales e intentas, con la renta limitada que cobra, encontrar alguna solución adecuada; que funciona durante un tiempo mientras tu padre está por debajo del grado III de dependencia», continúa el escrito.
«Pero llega un momento que necesita ingresar en una residencia y sobrepasa el grado III que le otorga ‘el privilegio’ de entrar en una lista ‘prioritaria’ para acceder a plaza residencial. Ingenuamente piensas que ahora tu padre tendrá la atención que necesita y merece, pero no. Resulta que con el grado III y 75 puntos, aún está en una larga lista de espera, en el puesto 152 de cualquier residencia de la Isla», lamenta. «Y te das cuenta de que seguramente no llegará nunca a ocupar la plaza residencial que le corresponde y piensas: esto es lo que ha ganado el pobre hombre después de toda una vida de trabajo y esfuerzo, porque ni mi padre ni yo disponemos de los más de 3.000 euros al mes que hay que pagar para ingresar en una residencia por la vía privada».
En este sentido, indica que ahora toca «seguir batallando y tocando puertas, haciendo visitas a Servicios Sociales, a Dependencia y donde haga falta; y todo para que a mi padre y cientos de casos como el suyo no le concedan en vida la plaza que tanto necesita». «Quisiera que este texto sirva para concienciar a los políticos y a la sociedad de la falta de inversión dedicada a la mejora de la vida de los ancianos, de la escasez de personal formado en geriatría y de la carencia exagerada de plazas residenciales destinadas a los mayores. Si ahora las infraestructuras y el servicio público de cuidado de ancianos y dependientes ya es totalmente insuficiente, no quiero ni pensar qué nos encontraremos, dentro de unos años, cuando lleguemos los que vamos por detrás», advierte.
Manuel ColmeneroSi muy cerca. Por eso se consumen tantos psicofarmacos, por alucinaciones como la tuya. Venezuela. Menudo genio.