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Entrevista

Sito Buñuel, el primer menorquín en jugar en Primera: «Lo mío fue circunstancial»

Fue el primer menorquín en jugar en la máxima categoría del baloncesto español, como integrante del Sant Josep de Badalona, a lo que paradójicamente, apenas concede relevancia

Sito Buñuel, durante la entrevista que concedió a este diario. El exbase jugó en el Nàstic de Tarragona, el Marcol Lanas Aragón valenciano, Sant Josep Badalona, lo que implicó su etapa en Primera (luego ACB) y Círculo Católico (después Cotonificio y Licor 43). En la Isla, La Salle y Alcázar fueron sus clubes.    | Gemma Andreu

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La cronología del baloncesto menorquín tiene en Luis ‘Sito' Buñuel Mercadal (Maó, 1948) un pionero. El espacio que actualmente ocupan Sergio Llull y Álex Suárez en la máxima categoría del baloncesto español, le perteneció a él antes que a nadie en la Isla. No en vano, fue el primer menorquín en jugar en la máxima categoría del baloncesto español, como integrante del Sant Josep de Badalona, a lo que paradójicamente, apenas concede relevancia. «Fueron las circunstancias», concede en esta extensa entrevista, al evocar una de las cumbres de un trayecto que además de una prolífica etapa foránea, recogió años de brillo en La Salle Maó y un recordado fin de carrera en el mejor Alcázar de todos los tiempos.

Y pese a su modestia, no vamos a negarle en lo que se convirtió ni lo que representó: un base director, con excelente tiro y gran capacidad de penetración, un tipo especialmente dotado para destacar en cualquier práctica deportiva, y al que se recuerda como uno de los más grandes ejemplares que a lo largo de su historia ha legado el baloncesto local.

En la actualidad, su relación con el baloncesto es la de un mero aficionado.

—Sí, aficionado y sufridor. Sigo al Hestia Menorca. Y por televisión, la ACB y la Euroliga.

Cuentan que fue un jugador portentoso. Quizá eso explica que se convirtiera en el primer menorquín en llegar a Primera División, lo que ahora es la ACB.

—Era un jugador muy sencillo, pero se dieron una serie de circunstancias que favorecieron que fichara por un equipo de Primera, el Sant Josep Irpen. Fue gracias a un gran amigo, Joaquim Camps, que hizo la mili y jugó aquí. Contacté con él al trasladarme a Barcelona por motivos laborales. Me dijo, ‘hay un equipo con el que podrás probar'. Y me lleva al campo del Sant Josep Badalona, que era un recién ascendido a Primera. No me lo creía. Y le gusté al entrenador, fundamentalmente porque había un par de movimientos, como el reverso, que yo había aprendido ese verano de la mano de Joe, un entrenador de aquí, que hice bien.

Vayamos a sus orígenes. Empezó siendo futbolista, llegó a los juveniles del Menorca, donde destacó, y lo deja por imposición familiar.

—Si. Me llamaban Luisito Suárez (en alusión al exjugador gallego y único Balón de Oro español). Pero a mi hermano, jugando, le rompieron un pie y mi padre nos prohibió el fútbol. Y los tres hermanos nos pasamos al baloncesto. Así empezamos. De hecho, mi hermano Pepe, quizá pudo haber llegado más lejos, llegó a estar en la selección española junior, con Antonio Díaz Miguel.

¿Se le daba mejor el fútbol o el básquet?

—Siempre, en cualquier deporte que practicaba intentaba cultivar y desarrollar al máximo la técnica. Lo que sí es verdad es que con el baloncesto me sentí como más identificado y encontré un mejor ambiente. Y bueno, cuando me fui de la Isla por estudios y me instalé en Tarragona, empecé a jugar en la sección de baloncesto del Nàstic. Y mi hermano Pepe, al que siempre he secundado mucho, estaba en Valencia, me insistió para que fuera a jugar. Y fui.

Y allí coincide también con Miguel ‘Tito' Pons Ortega y Amancio Saiz. Cuatro menorquines en un equipo valenciano, en los años 60. Algo poco habitual. ¿Qué recuerda de aquellos tiempos?

—El equipo de Valencia era el Marcol Lanas Aragón. Estábamos en Segunda Nacional. Y había pocos menorquines jugando fuera, y era por que se iban a estudiar. En Tarragona fui a la prueba para el equipo juvenil a través de un compañero del colegio, y me fichó el primer equipo. Jugábamos por Huesca, Lleida, Girona... Y tuve que ir a vivir a casa del presidente, pues en el colegio mayor no me dejaban llegar tarde y los entrenos terminaban tarde... y con 17 o 18 años, incluso jugué la Copa del Rey contra el Picadero.

En la época, uno de los mejores equipos de España.

—Sí, y me tocó marcar a Alfonso Martínez (un pívot internacional de gran nivel), yo pesaba 70 kilos, él unos 100. Le marcaba por delante, tocó pocos balones ese día. Y su entrenador le decía, ‘Fonso, el chaval este, que te está meando'. Yo pensaba, ‘no le digas nada más...'. ‘Chaval, te voy a pegar una hostia...' me suelta Alfonso. Y le respondo, ‘Alfonso, va, que tú eres muy bueno, juega y calla'. La verdad, pensar que él sufrió conmigo... y mira, empecé de pívot y terminé de base pequeño.

Se enfrentó a muchos jugadores ‘top'.

—Contra el Madrid, estando en el Sant Josep, me tocó marcar a Brabender, y le duré cinco minutos. ¿cómo recuerdo? no es grato, puesto que no pude hacer nada. Sí recuerdo algunas tonterías, como que la gente me pidiera autógrafos, pero a nivel deportivo, no guardo grandes recuerdos de mi etapa en Primera. Sí que un día nos pitaba Sampol, un árbitro mallorquín, en un partido de Primera, contra el Náutico de Tenerife. Llevábamos 99 puntos, ganando bien. Y le digo a Sampol. ‘Ahora me la pasarán, a ver si pitas falta y así puedo meter yo el punto 100'. Justo la recibo, pita la falta. Y metí los tiros libres, metí el 100.

¿Qué tal su etapa en el Sant Josep?

—Estuve dos años, los dos primeros del club en Primera. El primer año el entrenador era (Josep) Brunet. Había sido pívot internacional, y venía de hacer el curso de entrenador, y al ver que yo hacía tan bien esos movimientos que él venía de aprender, pues me vio más avanzado. Decía, ‘nois, com aquet'. Y yo era un niño... en fin, me dice, ‘per mi et quedes, ara posat d'acord amb aquells', en referencia a los directivos. Así fue como fiché. El segundo año el entrenador era Eduardo Portela, el que después fue presidente de la ACB. ¿Un pionero? Hombre, creo que lo mío fue circunstancial, no me siento un pionero.

Y Badalona es conocida como ‘la cuna del básquet' ¿Cómo era el ambiente de aquella época en la ciudad?

—Con la Penya, incluso hacíamos partidillos entre semana. Entrenábamos y jugábamos en el mismo pabellón. Recuerdo a Quim Costa, el que luego fue base del Barça y la selección... era un jugador por el que no dabas dos duros. Pero tenía una capacidad de trabajo, de entrega... y la verdad es que en Badalona había un gran ambiente de baloncesto. Es justificado el calificativo de ‘cuna del baloncesto'. Recuerdo que había un semanario, tipo ‘Auba', y solo hablaba de básquet. Era el deporte número uno allí.

De vuelta a Menorca para cumplir con el servicio militar, y regreso a Barcelona. Ficha por el Círculo Católico de Badalona. Curso 1972-73.

—Llamo de nuevo a Quim (Camps) y me dice, ‘ahora iremos al Círcol'. Estába en Segunda, y subimos a Primera. Pero solo hice un año. Con el ascenso el equipo ya lo coge Aíto García Reneses. ¿Por qué no seguí? No me pagaban demasiado. Y de lo poco que me pagaban, encima me dejaron a deber. De hecho, creo que me pagaba el presidente, Domenec Tallada, de su propio bolsillo. Y bueno, soy muy de la Roqueta. Le comenté a mi padre a ver si había algo en la Isla para trabajar, y me apuntó, era el 73, a unas pruebas para entrar en el Banco de Bilbao. Y así vine a Menorca y volví a jugar en La Salle Mahón.

Y es cuando se labra su reputación de gran jugador, pues hasta entonces, al haber jugado tantos años fuera, quizá no se le reconocía tanto. Es una etapa también de gran rivalidad con el Alcázar.

—Bueno… había años en que no coincidíamos, pues uno estaba en Segunda y el otro en Tercera, o al revés. Aunque sí que cuando nos enfrentábamos, había ese afán por ganar. Y no quiero decirte que no hubiera algún codazo. Yo hice sangrar en un partido a Jaume Sirerol, y cuando después jugamos juntos en el Alcázar, lo recordábamos como una anécdota divertida.

Su etapa en La Salle es en la que el club empieza a tomar impulso. Se construye el pabellón, aquellos partidos de pretemporada contra el Barça...

—Sí, y algunos años estuvimos en alguna liga dura. Montgat, Manresa, Mataró... había buenos equipos, con los que tambien había sus más y sus menos.

Coincidió con Paco Llull. ¿Hay algo del hijo, como jugador, que le recuerde al padre?

—Coincidí poco tiempo con Paco, es más joven que yo. Pero la verdad, no hay nada de Sergio que me recuerda a él. Paco era todo fuerza, un poco ‘esvalotat', un jugador fuerte. Él era junior, y en algún viaje venía con el primer equipo, pero coincidimos poco.

Y ya retirado, ficha por el Alcázar, en 1979. Junto con su hermano. Por lo que he leído, no fue una operación sencilla.

—No gustó a la gente veterana de La Salle. De hecho, unos cuantos incluso me retiraron el saludo.

Entonces, sí que había rivalidad.

—Hombre, que alguien formado en La Salle luego se vaya a jugar allí... me hicieron un poco de lado. Y al final, no era ni de La Salle ni del Alcázar. Era un apátrida, jaja.

¿Le decepcionó que le retiraran el saludo?

—Sí. Además, en el Alcázar encontré muy buena gente. Desde fuera, quizá tenía prejuicios, pero al conocerlos... Todo empezó con que mi hermano, Pepe, se encontraba desanimado, y le propuse que volviera a jugar, que le haría bien. Y mi hermano, tenía un nivelazo, medía 10 centímetros más que yo, y sin entrenar era buenísimo. Pero a La Salle no le interesó su reincorporación, y entonces le dije que se fuera al Alcázar.

¿...?

—La cuestión es que días después, estando yo en casa de mis padres, en Punta Prima, veo a Miquel Torres, el entrenador del Alcázar. No le había visto en mi vida en Punta Prima. Me pregunté ‘¿qué hace este aquí? Y resultó que venía a verme. Y me dice, ‘tu hermano dice que si tu fichas, él ficha'. Total, el Alcázar estaba en Segunda y La Salle en Tercera. Y la verdad, estuvo muy bien. Y como te decía, me di cuenta de que me había equivocado en algunas ideas que tenía sobre la gente del Alcázar. Jugué dos años con ellos.

Y luego se retira. ¿No le sedujo dedicarse a los banquillos?

-Hice el curso de entrenador, y dirigí un año al equipo juvenil del Alcázar, pero me falló una cosa. Pedí a la directiva que me pusiera un entrenador ayudante, pues yo tenía mis obligaciones laborales, y quizá algún entrenamiento me lo iba a perder, no quería que los chicos se quedaran solos o sin entrenar por eso. Y me dijeron ‘sí, sí...', pero el club no hizo nada. Otra cosa que me molestaba era que, mientras estábamos entrenando, algunos padres venían a tocar las narices. Llegué a decirle a los chicos, ‘decid a los papás, que, si vienen, que estén calladitos, si no, no me veréis más'. Y esa fue mi experiencia como entrenador.

Tuvo suficiente.

—Sí, esos dos detalles me bastaron. Desde entonces, sigo el baloncesto como aficionado.

Y usted, que ha jugado en Tercera Nacional en La Salle, en Segunda con el Alcázar, que sabe de las dificultades que entraña para los clubes de la Isla el poder competir en esas categorías. ¿Llegó a imaginar que un proyecto menorquín llegaría a militar en la ACB?

—No. Aquello sí que fue un lujo para la Isla, fue algo inimaginable. Y la verdad, se dio en una época en que yo estaba un poco desengañado del básquet. Que si unos me retiraban el saludo, ya ni sabía si era de La Salle o del Alcázar. Los de La Salle organizaban alguna cosa, avisaban a todo el mundo menos a mí. Los del Alcázar, seguro que sin mala idea, pero tampoco me tenían en cuenta, me veían como un sallista que había ido allí como ‘de mes a mes'... en fin, que seguí desde la distancia el proceso del club hasta llegar a la ACB. Pero el ascenso hizo que me reenganchara. Me hice socio y lo cierto es que fue un lujo. Algo irreal para la Isla, la verdad, aunque claro, cuando ya has estado una vez, te dices, ¿y por qué no repetir? Creo que la categoría que teníamos el año pasado, la LEB Plata, era suficientemente buena. ¿LEB Oro? No le veo tanta dificultad, y bueno, si conseguimos afianzar el equipo a ese nivel o en ACB, será más factible que salgan jugadores. No me refiero al nivel de Llull, que no creo que salgan muchos más en la Isla de ese nivel.

¿Cómo valora el proyecto del Hestia Menorca?

—Por un lado, la figura de Javi Zamora, nos convence. Es un gran entrenador, un lujo tener a alguien de su nivel en la Isla, pero hay cosas que no terminamos de entender. Mueve mucho el banquillo, pero claro, desde fuera, todos sabemos criticar. En mi opinión, peca de ‘maestro de escuela', y a este nivel, no es necesario cambiar tanto, estar tan encima de los jugadores. Por lo demás, me parece un buen entrenador y por lo general, un gran proyecto. ¿Volver a la ACB? Si se cuenta con el suficiente respaldo económico, adelante, de lo contrario... Y ojalá suceda, pero no será fácil.

El apunte

El básquet motivó que «conociera a mi mujer»

Sito Buñuel admite que el baloncesto le ha dado «mucho». «Estoy satisfecho de haberme dedicado a ello», reconoce. «Empecé tarde, a través de un amigo, Miquel Moragues», evoca. ¿Un entrenador?, tiene claro que el recordado (y fallecido hace años) entrenador de La Salle Mahón, José Luis ‘Joe’ Mercadal, ocupa un lugar preferencial.

«Aprendí mucho de él», detalla nuestro protagonista, que «no» tuvo ídolos, sino que se fijaba «en muchos jugadores». «Aprendí a encestar a aro pasado viendo a (Carlos) Sevillano, en la tele en blanco y negro... practicaba la acción en el pasillo de casa». De los jugadores de ahora, cita al exbase del Menorca, «Nacho Arroyo», y a «Álvaro Sanz», admite que en su etapa en la máxima categoría (los cursos 1968-69 y 69-70) le faltó «echarle mas ganas, pero era otra época», precisa. «Pero sí recuerdo los primeros viajes, Coruña, San Sebastián... y la alegría que significó para mi padre que jugara en Primera», etapa en la que, por ejemplo, coincidió en el club badalonés con Charles Thomas, máximo anotador de aquella liga y posterior estrella del Barça. «Fútbol, tenis, hockey, voleibol... me encantaba el deporte y practiqué varios», dice por otro lado, y se muestra «satisfecho» de haberse dedicado al básquet». «Me ha dado mucho, como conocer a mi mujer, Magda Astobiza (exjugadora). El hecho de ser ambos deportistas, hizo que nos fijáramos más», termina Sito Buñuel.

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