«Toda relación entre personas se basa fundamente en dos pilares; comunicación y confianza. Hablamos de manera periódica y según vamos valorando sensaciones y números ajustamos los entrenamientos». Él es Iván Muñoz, uno de los principales ‘culpables’ del 2024 para enmarcar que ha protagonizado el paratriatleta de Maó, Nil Riudavets. Muñoz, también técnico del paralímpico Alejandro Sánchez Palomero o de Mario Mola, habla con «Es Diari» de su alumno menorquín.
¿Cómo calificaría el 2024 protagonizado por Nil?
—Lógicamente, con un tercer puesto en los Juegos Olímpicos y un subcampeonato en el Mundial el año ha sido algo más que bueno; no diremos perfecto, porque siempre se puede mejorar, pero sí que excelente.
Cuando usted empezó con él, ¿creía que podría acabar llegando tan lejos y tan pronto?
—Anticipar lo ocurrido este año no se puede, ya que los atletas no son máquinas y había que valorar la evolución y tendencia, pero por rendimiento sabía que había bastante margen. Y sin forzar la máquina, hemos alcanzado un nivel deportivo cuyas consecuencias han sido un final de año épico.
Bronce olímpico y remata con la plata mundial... ¿A por el oro estos años próximos?
—Seguiremos trabajando de manera consistente, como hasta ahora, en mejorar el rendimiento y valorar hasta dónde se puede llegar. De momento hay margen de mejora y eso deja abiertas todas las opciones, a largo plazo, ya que el nivel del oro aún es muy alto. Hay que pensar en grande para llegar lejos pero siempre ajustando las expectativas a la realidad actual para ser sólido mentalmente y que pequeñas derrotas no generen frustración sino una ventana de realidad donde se adquieren los conocimientos para saber qué y cómo hay que actuar para seguir evolucionando.
A nivel físico y deportivo, ¿cuáles diría que son los secretos del menorquín?
—Era un máquina corriendo y en agua y ‘bici’ ha mejorado... Está claro que su segmento fuerte más visible es la carrera; por un lado, es el como se acaban las carreras y donde se hace más visible si remontas. Pero la parte clave del éxito de Nil en triatlón ha sido la gran evolución nadando y en bicicleta, que nos ha permitido que el nivel de carrera adquirido plasme el resto del trabajo. Sería un símil al iceberg; lo que se ve es la carrera a pie, por su visibilidad en un final de prueba, pero lo que sostiene la mayor parte del éxito en este caso es la gran mejora en ciclismo y natación, que nos permiten dejar en condiciones de remontar al final.
Conoce de hace mucho a su alumno. ¿Antes del accidente Nil ya era un excepcional y prometedor triatleta no?
—Con Nil, de manera directa e indirecta tengo una relación que va más allá de hace diez años; desde que él vino a Barcelona a estudiar, ya que salíamos juntos en MTB. Además, varios años él estuvo en nuestro equipo, Ferrer Hotels de Mallorca, siendo campeón de España Elite por equipos dos años, lo que denota el nivel que atesora en sus piernas y que hemos conseguido evolucionar.
Por cierto, ¿cómo se produce su fichaje con Riudavets?
—Ya teníamos una relación cercana, con muchos vínculos, pero el principal nexo tras el accidente fue Alejandro Sánchez Palomero, otro medallista olímpico en Paratriatlón (PTS4) en Tokio 2020 que yo entreno y ayudó mucho a Nil en su vuelta al deporte.
Fue después del accidente y cuando empezaba a ver la luz. ¿Qué Nil Riudavets se encontró y qué te transmitió?
—Había y estaba atravesando un duelo interno, por lo que había aspectos que en lo que es la progresión deportiva se debía tener en cuenta para no generar una frustración añadida y hacer que el amor por el deporte fuera regresando paulatinamente, mimando aspectos técnicos, orientando el gozar de la actividad, viendo los pequeños avances sobre todo en el agua y el ciclismo, donde había que reorientar todo el esquema motor y ajustarlo a su nuevo ‘Yo’.
Pero se encontró a un Nil lleno de vitalidad y motivación...
—La ilusión, constancia, tesón y ganas extraordinarias de trabajo y no tener un objetivo de resultados a corto plazo fueron la clave, en que desde un estado más relajado, todo fluyera y el renacimiento deportivo de Nil fructificara con éxito, avanzando mucho en poco tiempo pero sin provocarlo, sólo fruto de una progresión lógica y estructurada.
A nivel mental, ¿como ha sido trabajar con Nil tras llegar a odiar incluso el deporte?
—Cuando empezamos a entrenar más en serio, la fase más aguda de rechazo hacia el deporte estaba ‘superada’ y cuando ves que vas evolucionando poco a poco pero de manera constante, tu forma de ver tu nuevo deporte va cambiando sin darte cuenta y vuelves a sentir esa pasión de nuevo.
Su papel fue capital en la recuperación del mahonés...
—Mi tarea fue la de buscar la mayor estabilidad deportiva y escuchar lo que él me transmitía para ir midiendo y ajustar mucho los pasos hacia delante para que no fueran en falso. Siempre es mejor quedarse corto que pasarse desde el punto de vista del entrenamiento.
¿Le ve todavía mucho margen de mejora y crecimiento?
—Saber dónde está el límite es complicado pero sí sé seguro que como se habla en el mundo del entrenamiento, existe reserva adaptativa por explotar. Hemos entrenado bien pero no la cantidad ni calidad que entrenan muchos de sus rivales pero parte clave en cualquier evolución es NO quemar etapas y no tener prisa. Si un vaso lo llenas con el grifo abierto a tope– hagamos el símil que sea 1-2 años– no quedará lleno y parte rebosará; si llenas ese vaso con calma y el grifo controlado (4-6 años) lo llenarás del todo y esa diferencia en alto nivel es muy importante.