Elías Víctor Noval Martín (Langreo, 1956) es un personaje ilustre del deporte insular en el que aterrizó en el verano de 1991 para tomar las riendas del Sporting Mahonés.
A sus 56 años, tras haber superado algún que otro achaque físico, este asturiano felizmente menorquinizado, afable y de educación exquisita, puede presumir de haber realizado aportaciones tangibles al fútbol insular desde el plano más didáctico y ser el único profesional de este deporte que llegó a la Isla como tal y 22 años después, continúa siéndolo.
Y es que la condición de entrenador con la que desembarcó en Menorca se ha visto enriquecida con la de prolífico director de cantera de los clubes por los que ha pasado (CCE Sant Lluís, CE Mercadal y UD Mahón, su actual ocupación) y la de profesor de la escuela de entrenadores.
Sin haber perdido un ápice del inconfundible acento de su Asturias Patria Querida, Noval accedió ayer a repasar su densa trayectoria.
Orgulloso de haber estudiado en los Dominicos de Langreo, fue en el mismo colegio donde arrancó su pasión por el balón. Allí compaginó su rol de futbolista con los primeros pasos como entrenador de niños durante los recreos.
"Como futbolista fui un lateral izquierdo que la reventaba, más bien duro y poca cosa más", recuerda. Tanto es así que a los 26 años tras pasar por el Unosa, Langreo, San Martín y Ribadesella, en Tercera, colgó las botas y se enfundó definitivamente el chándal para ser entrenador. Obtuvo todas las titulaciones requeridas de forma consecutiva al tiempo que estudiaba tres cursos de Filosofía y Letras. El nacional lo obtuvo en Sevilla junto a ilustres como Iribar, Angel Capa o Irureta.
Con 29 años ya entrenaba al Langreo, en Tercera División. Después pasó por el Mosconia, Caudal, Teruel, Endesa As Pontes, Langreo, de nuevo -ya todos en Segunda B- y por fin, Sporting Mahonés, en 1991, con 34 años con el que firmó el 1 de mayo de 1991.
¿Qué primer recuerdo tiene de entonces?
El señor Antonio Pinto, que fue quien me arregló el viaje y su gran humanidad me empezó a llenar. Luego, en julio ya vine en barco con mi mujer y mi hija. Recuerdo el tremendo calor que hacía en comparación con Asturias.
Se hizo cargo de un equipo que había iniciado su declive tras la marcha del mito, Vicente Engonga, y ya con serios problemas económicos...
Yo no viví la época de Engonga, para mi era una opción para trabajar. No se hablaba tanto de proyectos deportivos como ahora y yo no era una estrella para exigir. Pero allí seguían Castreje, Quintero, Ramón, Rubio, Adriano, Tiago o Teixidor, jugadores con los que tengo que ponerme de pie cuando hablo de ellos por lo que fueron.
Y logró la permanencia...
Sí, encontré un grupo humano sensacional y un respaldo total del presidente, Gaspar Melsión, con el que me reunía cada lunes para darle el informe. Salía de aquellas reuniones en su oficina completamente nuevo.
Pero el segundo año ya no pudo evitar el descenso con una plantilla de mínimos y sin presupuesto.
Sí, y además nos pusieron en el grupo levantino con Hércules, Murcia, Levante... Descendimos pero se valoró mi trabajo y me renovaron.
Hasta que le destituyeron por teléfono en el parón navideño. ¿Vaya trance, no?
Sí, no fue agradable porque había tenido que ir a Asturias porque mi madre falleció aquellos días. Los resultados no eran todo los buenos que se esperaban en un equipo recién descendido y me llamaron para decirme que no importaba que volviese porque estaba cesado. En aquél momento pesaba más la pérdida personal que la profesional.
Su salida fue traumática. Incluso el central, Adriano, decidió abandonar el equipo.
Me dolió mucho que lo hiciera porque él era un emblema del Sporting. Cada día que pasa crece el respeto y afecto que le tengo. Afortunadamente he vuelto a coincidir con él en la UD Mahón.
¿Por qué no regresó nunca al Sporting?, ¿alguien le cerró el paso?
No lo creo. Los entrenadores somos aves de paso y yo soy agradecido al Sporting porque me dio trabajo dos años y medio y me abrió la puerta de la Isla. No se me olvida que yo conducía el autobús del descenso y es cierto que siempre dije que me habría gustado poder devolver lo que el Sporting me dio, pero quizás sus dirigentes consideraron que no se dio ese momento para que regresara.
¿Y cómo valora la desaparición?
No soy quien para valorarlo, pero sí me sentí copartícipe de la tristeza de muchos amigos sportinguistas que lo han pasado muy mal. Con todo el respeto, me sorprendió quizás el silencio del inicio del camino que tomó el club en su última etapa cuando había cosas que no parecían muy claras.
Y entonces llegó el Sant Lluís...
Fue Rojo quien vino a buscarme y, con el alcalde y el presidente, Paco Seguí, nos pusimos de acuerdo. Recuerdo que empezamos Diego Rosi y yo y en un rincón del polideportivo esperando que los padres vinieran a apuntar a sus hijos.
De usted hablan maravillas los jugadores que ha entrenado pero en la clase directiva tiene mucha fama de testarudo, ¿cierto?
Es posible. Yo no soy un entrenador de títulos y de Copas. Las copas se oxidan y el sentimiento recíproco con los futbolistas no te lo quita nadie del corazón. En cuanto a los dirigentes siempre tuve claro que el presidente es mi superior pero me gustó que cada uno haga su papel en su lugar de trabajo. Siempre quise ser responsable de lo que yo hice pero no de las posibles chapuzas de los demás.
También ha sido catalogado como un gran técnico en los entrenos, pero no tanto en la dirección de los partidos. ¿Qué opina?
Somos muy amigos de poner etiquetas y hay que aceptarlo. Me gusta analizar el partido cuando acaba pero lo primero que analizo es mi trabajo y es cierto que a veces me doy cuenta que me equivoqué pero otras acerté.
Usted revolucionó el trabajo con el fútbol base del club y los resultados llegaron, hasta el punto que niños de Maó o Es Castell se apuntaban en el CCE Sant Lluís.
Conforme pasa el tiempo uno valora más como me dejaron trabajar allí. Si Asturias y Menorca son mi paraíso natural, el Sant Lluís es mi paraíso futbolístico con un gestor, Paco Seguí, fenomenal. Me lo dieron todo, y lo que es más importante, tiempo para hacer el trabajo. Pero uno es mejor cuando mejor es la gente que le rodea y yo tuve esa suerte con Valera, Edu, Biel Llabrés. Beni...
En ese tiempo que duró 16 años, vivió una etapa como entrenador más opaca plagada de decepciones porque enlazó destituciones en el Atlètic y en el Alaior. ¿Cómo la recuerda?
La historia es como es. No fue mi mejor época pero tampoco creo que fuera opaca. En el Atlétic no salieron las cosas y me cesaron antes de Navidad, y en el Alaior sí que fue uno de mis peores ceses porque estábamos en el centro de la tabla, no íbamos mal aunque se habían generado muchas expectativas y me despidieron a tres meses del final de Liga.
Tardaría muchos años en volver a dirigir en Tercera División, y lo haría en el Mercadal...
Entrené a la Unión en Regional, y luego al Sant Lluís también en Regional varios años hasta que cambió el grupo de dirigentes y optaron por nuevas ideas. Cuando dejé Sant Lluís me llamaron del Mercadal con la idea de potenciar el fútbol base y entrenar el Regional sin tener ningún objetivo de ascender. Fuimos ganando partidos, logramos el título y después ascendimos a Tercera. Gracias al esfuerzo del presidente, Damià Torres, tuvimos equipos en todas las categorías del fútbol base en los dos primeros años pero el ascenso a Tercera nos nubló un poco a todos.
(...)
La Tercera requiere más dedicación y eso hizo que nos olvidáramos un poco del fútbol base. Al final sufrimos la tristeza del descenso como quintos clasificados por abajo porque nos arrastraron los de Segunda B, y no lo merecíamos por el trabajo que habíamos hecho todos, afición, junta, equipo y cuerpo técnico. Afortunadamente para el club, al final pudo lograr la permanencia por los otros ascensos aunque ya no lo disfrutamos igual.
¿Por qué no renovó entonces en el Mercadal?
Las dos partes decidimos no continuar, y creo que fue una decisión acertada dejando puertas abiertas para el futuro. Acabé muy agradecido y tengo al Mercadal en el corazón. Luego volví a la UD Mahón donde estoy muy contento porque tengo trabajo.
Usted es la única persona en la historia insular que llegó a Menorca como profesional del fútbol y sigue como tal 22 años después...
Estoy agradecido a la vida y a mi familia. Unos dirán que soy un jeta y otros valorarán mi trabajo. Yo sólo tengo gratitud por trabajar aquí.
Profesor de la Escuela de entrenadores, otra de sus facetas profesionales, ¿satisfecho?
Muchísimo, es de las cosas. Desde que llegué Gonzalo, Millán, Bestard han confiado en mi para los cursos y me llena de orgullo porque mi vocación siempre fue la de profesor y es una satisfacción conocer a tanta gente y ahora enfrentarme a entrenadores que han sido mis alumnos.
¿Qué opina sobre el desplome del fútbol insular?
Es fácil aludir a la crisis pero en vez de descargar en ella hay que hacer es un esfuerzo para adaptarse a las circunstancias y seguir adelante igual que un pescador no trabaja siempre con la mar en calma. No todo lo antiguo es malo ni lo moderno es bueno.
¿Qué le queda a usted por hacer en el mundo del fútbol?
Sólo le pido a la vida poder seguir trabajando en el fútbol. Quizás me habría gustado ser ayudante de algún entrenador más conocido, o ser ojeador para un gran club.