Puede que el cronómetro, azote de ilusiones e insensible juez competitivo, insinuase que Raúl Amatriaín ayer fue el más fuerte en la Extreme Man de Fornells, pero la realidad dio pie a múltiples interpretaciones. El navarro, íntimamente ligado a Menorca y que acabó la prueba con un tiempo de 4:01:30, fue uno de los 806 ganadores.
Venció desde el primero al último deportista, premiados todos con una merecida ovación por parte de las más de 2.000 personas que se dieron cita en la salida en un ambiente maravilloso y que postularon, una vez más, a Fornells como un escenario idílico para el triatlón.
Fue la victoria del deportista y también del deporte. El premio a la constancia, la dedicación, el sacrificio y el entrenamiento. Las caras de sufrimiento se fueron tornando de alegría a medida que los participantes iban cruzando la línea de meta. Puede que Amatriaín y la catalana Dolça Ollé (4:42:19), o Joshua Torres, Tavi Portella y Steve Strickland, que competían por equipos (3:52:33), sonrieran más que nadie, por aquello de ser los primeros, pero lo cierto es que Fornells coleccionó más alegrías que fracasos. Juli Martí repitió como mejor menorquín al acabar sexto con un crono de 4:14:25, rebajando su mejor registro.
La espectacular salida se dio a las 7.30 en punto. La organización partió el grupo de participantes en dos, primero salieron los competidores individuales y luego los que actuaban por equipos. El ex olímpico Xavi Llobet, segundo en la edición del año pasado, fue el primero en el tramo de natación. Las temidas medusas apenas se hicieron notar durante los 1.900 metros y algunos participantes ni siquiera las vieron y, aunque hubo un par de picaduras, las quejas iban más encaminadas al estado del mar -muy exigente en el último tramo en dirección a meta- que no a los molestos intrusos.
La excelente organización tuvo un 'pero' en el segundo segmento. En la salida del 'box' donde reposaban las 676 bicicletas unas peanas de piedra que apenas se distinguían propiciaron algunas caídas de los participantes en la salida hacia la segunda sección, así como un retiro por rotura de la rueda. Llobet, que partía con una ventaja de casi dos minutos, mantuvo el liderato en la prImera vuelta en bicicleta pero cedió el primer puesto en la segunda pasada en favor de Joan Ruvireta.
El catalán fue ampliando su ventaja al frente aunque Amatriaín, que salió del agua en 14ª posición, fue recortando escalones poco a poco. Mientras, los mortales, algo más retrasados, iban saliendo del agua y protagonizaban escenas sobrecogedoras ya que muchos sufrían calambres a la hora de subir a la bicicleta o andaban mareados aunque el aplauso del público, los gritos de ánimo y el apoyo sonoro del grupo de percusión Esclat, mitigaban los dolores e invitaban a los superhombres a dar una brazada más, una pedalada más, una zancada más.
El trazado a dos ruedas se quedó, quizás, pequeño. De ello se quejaron algunos ciclistas cuando, una vez cubiertos los 90 kilómetros y ya en el box con las bambas colocadas, tenían que cumplir las sanciones por 'ir a rueda' decretadas por los múltiples jueces que supervisaban la prueba. "Es inevitable, somos tantos que si te descuidas te metes en un grupo y ya parece que vas a rueda, hay que hacer el circuito más amplio", lamentaba uno de los 'castigados'.
En la carrera a pie los triatletas agradecieron el cambio en el circuito que decidió la organización, estirando el trazado hasta Playas de Fornells, lo que limitaba a dos los pasos por la temida cuesta a la torre. Los poco más de 21 kilómetros le sentaron como un tiro a Llobet, que cayó hasta la octava posición, o Ruvireta, que perdió el liderato a falta de una vuelta y media, mientras a otros, como al ganador, le vino mejor. Amatriaín se mostró muy fuerte y del cuarto lugar pasó al primero, aumentando la ventaja a cada paso que daba hasta proclamarse campeón.
El reloj, impasible, iba pasando mientras los deportistas desfilaban por el paseo marítimo, algunos con mejor aspecto que otros, aunque todos tirando del coraje que caracteriza a un triatleta. Aquella energía que te impulsa cuando no reaccionan las piernas ni la mente. Cuando lo único que te arrastra hasta la línea de meta es el corazón. Esa bendita enfermedad sin cura que ayer contagió Fornells entero.