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Culture Club

Papa papa pararara

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S iete y media de la mañana. Los altavoces retumban en mis tímpanos y una voz amable y femenina, -que nos avisa de la llegada al puerto-, me desvela en mi pequeña butaca donde me encuentro apoltronado de cualquier forma. Mientras bostezo, voy observando los demás rostros somnolientos de los pasajeros que caminan por mi lado en busca de un cafecito. - Largo de café, por favor- pide una pareja joven que se ha acercado a la barra. - Un café con unas gotitas de eso que tienes por ahí- masculla un hombre mientras señala la estantería donde se hallan bien ordenadas las bebidas alcohólicas.

Al salir a la cubierta para que me dé un poquito el aire y de paso ver el espléndido puerto que baña los pies de la ciudad, voy imaginando lo que haré este fin de semana en la isla. - ¿Sabes?, mis amigas me han dicho que aquí se ha grabado el anuncio de la cerveza que siempre sale por la tele- susurra una joven a su chico, - me apunté el nombre de todas las calas, playas y lugares que salen en el spot para irlos a visitar- sigue diciendo entusiasmada. - Claro cariño, aunque recuerda que este año quiero unas vacaciones más tranquilitas que las del verano pasado en Benidorm con tus padres- sentencia él mientras se enciende un cigarrillo. Mientras tanto, un grupo de chicas se fotografía con el mar del puerto de fondo. Bostezo. Al instante, esa voz angelical que sonaba por los altavoces se convierte en algo estridente. - El sonido de megafonía de este barco no es lo mejor- pienso mientras escucho las frases protocolarias del fin del viaje.

Al bajar por la pasarela distingo, entre el barullo de gente, unas caras cansadas y bien bronceadas. - Benvingut a s'illa- espeta Joan, un antiguo compañero de universidad y residente en Menorca, mientras me regala un efusivo abrazo. - Què tal ha anat es viatge?- me pregunta sonriente Clara, su pareja, dándome dos besos. - Mejor os lo explico por el trayecto- pronuncio con una voz algo cansada.

De camino a su casa, vamos charlando y poniéndonos al día de muchas cosas. Entre esas cosas, me explican que debo ir familiarizándome con un tema musical que ha estado muy de moda en la isla durante todo el verano. -Papa papa pararara - canta Joan mientras enciende el radio cedé del coche. -¿Te suena? - Le niego con un gesto rotundo. - ¿Es el nuevo single de Mocedades?- vacilo. - Tú siempre con tus bromas- me suelta ella con una sonrisa pícara. - Os prometo que no la había escuchado en mi vida- afirmo con semblante serio mientras observo como Clara me fusila con sus ojos oscuros. - Vale, de acuerdo… un poquito- pronuncio mientras muestro unas risillas por debajo del labio al tiempo que bajamos del coche para recoger mi equipaje.

Después de haber desayunado una sabrosísima sobrasada y algo de queso en casa de Joan y Clara, me proponen ir a la playa si no estoy muy cansado y acepto su plan. De hecho me apetece más que no acostarme. Ya daré una cabezadita allí, pienso. - Oye, ¿te importa si avisamos a Berta?- me pregunta ella. - ¿Por qué me debería importar?- le respondo sin vacilaciones. - No sé, ya sabes, lo que pasó entre vosotros el año pasado…-. - Llámala, seguro que nos lo pasaremos bien- añado con una fingida sonrisa.

Al instante, mi cerebro empieza a procesar todo lo acaecido el año anterior: cuando me la presenta Clara en un bar musical del muelle como amiga suya que era, cuando esa misma noche nos liamos en la playa con la excusa de ver las Lágrimas de San Lorenzo, cuando fuimos quedando de vez en cuando en su casa, que si al final ella quería algo serio y yo no, que si sus amigos se metieron más de la cuenta… Mientras estoy absorto en estos pensamientos observo como una silueta delgada y de piel morena atraviesa el jardín. - Es ella- afirma Joan mientras abre la puerta de la entrada. - No parece demasiada cambiada respecto a la última vez que la vi- comento irónicamente.

Después de haber pasado todo el día bajo un sol abrasador disfrutando de las aguas cristalinas en una concurrida cala, decidimos acudir a las fiestas patronales que se celebran en el pequeño pueblo donde residen la pareja y Berta también se apunta. Después de nuestro reencuentro por la mañana, pienso que la situación no ha sido tan violenta como pensaba. Al principio, en la playa, he notado cierto resquemor por su parte hasta que he decidido romper el hielo y preguntarle qué tal le iba por la isla. A partir de ahí, la conversación se ha ido haciendo más fluida, tanto, que al final nos hemos echado unas risas recordando anécdotas con Clara y Joan. Eso sí, nuestro tema del año pasado ha pasado de puntillas. - Prepararemos algo de pomada en casa- comenta Clara justo al llegar en el portal donde vive Berta. - Bajaré de casa algún zumito para Joan, que luego el gin le sienta mal- bromea Berta mientras se baja del vehículo. - Estaré lista en poco rato- concluye mientras me dedica una sonrisa y se despide de la pareja. - De acuerdo, no tardes mucho en maquillarte- ríe Joan mientras me cruza una mirada cómplice.

Una vez esperado a Berta a que se arreglara partimos hacia el lugar donde se celebran las fiestas. Al llegar, un gentío de gente joven nos recibe con botellas de pomada en la mano. Como los cuatro nos quedamos allí a dormir decidimos ir a algún chiringuito o bar a probar esta bebida típica. Entre pomada y pomada, Clara, Joan y Berta van charlando amistosamente con diferentes amistades que se encuentran por allí. Mientras tanto y sin ser muy consciente, voy bebiendo. Hace mucho calor. Mi camiseta está enganchada a mi piel como si fueran dos elementos inseparables. Noto cierto aturdimiento en mi cabeza y decido salir a la calle a tomar un poco el fresco. No obstante voy escuchando las notas melódicas que interpreta una conocida banda de música en la plaza. De repente, y sin poder evitarlo, percibo como alguien me coge de la mano y me arrastra hacia algún lugar. Es Clara. - Apresúrate- me dice, - la banda va a interpretar la samba para acabar de rematar la fiesta-.
Una multitud aguarda incesante pidiendo más música y más marcha. En ese instante, los músicos empiezan a tocar diferentes temas bastante conocidos y la gente parece haber enloquecido. - ¿Dónde están Joan y Berta?- le pregunto sin mucho éxito. Ella también parece haberse abducido por esas canciones que resuenan por todo el pueblo y no cesa de bailar. - Papa papa pararara- empieza a chillar toda aquella muchedumbre. La banda está tocando la canción del verano y a mi mente le viene la escena de la pareja que me encontré por la mañana en el barco. Empiezo a bailar como un poseso. Al acto, noto como los ojos de Clara se clavan delante de mí y me besa en la boca. En ese momento quiero apartar mis labios pero no soy capaz, voy demasiado pasado. La cara de Joan me pasa por la cabeza y un escalofrío recorre todo mi cuerpo sudoroso. Ahora, los labios de ella me parecen un néctar dulce pero a la vez envenenado. Escucho la banda que todavía sigue interpretando Applejack y a lo lejos percibo la voz de Joan chillando mi nombre. De repente, noto como caigo al suelo, producto de los empujones de la gente que permanece allí…

- Caballero, haga el favor de retirarse de la barra- pronuncia una figura esbelta vistiendo ropa conjuntada. Una sensación extraña me invade. Abro los ojos y me doy cuenta que me he quedado frito en el bar del ferry que me conduce de vuelta a casa. Varias personas se encuentran tomando algo en unas mesas. Decido ir al salón de butacas para acabar de descansar un poquito porque todavía quedan varias horas por llegar al puerto. En ese momento suena mi móvil. Acabo de recibir un mensaje de texto: Espero que hayas pasado un fin de semana genial con nosotros y que hayas disfrutado de la isla. Berta me manda recuerdos para ti. Papa papa pararara… Besitos. Clara.

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