La obsesión de guardarlo todo en los porxos por si acaso nos deja hoy pequeños tesoros de la historia menorquina. Aunque a veces estas fracciones del pasado necesiten décadas de maduración.
Las imágenes del puerto de Maó de inicios del siglo XX recopiladas en «Los negativos perdidos» por el periodista y coleccionista Antonio Álvarez-Barrios se exponen hasta el 31 de Agosto en la Casa Venècia. Pero han pasado por múltiples manos hasta que, con la ayuda del Ateneu de Maó, se dieran a conocer como muestras de la intrahistoria mahonesa. De los 50 negativos de vidrio de 13x18 y 9x13 se han obtenido documentos gráficos de vidas anónimas en un entorno conocido, a la vez que olvidado: buzos trabajando en Cala Mesquida, las escuadras alemana y española atracadas en el puerto o una ballena que murió allí en 1916 son algunos detalles que conforman nuestra historia reciente. Algunas más trágicas, como la imagen del vapor-cárcel «Atlante», ignominioso recuerdo de la guerra, otras más simpáticas, como las carrozas de carnaval o niños - hoy ancianos - jugando en la plaza de Villa Carlos.
Lo más estimulante de la exposición es, para su comisario, el mismo Álvarez-Barrios, «que se desconocen los autores de las fotografías», así como la identidad de quienes aparecen. Aunque por ahora no haya encontrado ningún mayor que le ayude en su trabajo para componer la historia que hay detrás de cada imagen, Álvarez-Barrios sí ha podido completar la investigación entorno a las embarcaciones que aparecen en las fotografías.
Gracias a los conocimientos náuticos heredados por su padre, que trabajó en la compañía Trasmediterránea, ha identificado, por ejemplo, los cinco barcos de la Compañía Mahonesa de Vapores y ha recogido la historia del vapor «Ciutadella», conocido como «El vaporet» que, paradójicamente, «en los años veinte lucía a popa un cintón de talla sobredorada con el escudo de Mahón», explica. Cuando se retiró la embarcación, en 1957, una multitud acudió a despedirla. Los recuerdos de esa gente, para quien el mar era sinónimo de aislamiento y a la vez única vía para contactar con el continente, está íntimamemente relacionado con el lugar que ahora lo guarda.
Con motivo de la apertura de la Casa Venècia al público, Álvarez-Barrios trajo la bandera con el león de San Marcos desde Venecia, donde el alcalde de la ciudad se la había entregado a su esposa, la crítica de arte María de Corral por su particpación en la Biennale de Venezia. Le hacía ilusión que, después de años de acudir a las muestras que comisariaba su mujer, especializada en el arte contemporáneo, él fuera el comisario de su propia exposición. Ahora el coleccionista defiende la idea de una Illa Pinto que albergue un museo naval que, asegura, «sería su gran ilusión».