Nunca un funeral había provocado tantas carcajadas. Aunque no entre los familiares del difunto, -aquí, difunta- que con bastante pena despiden -o lo intentan- a su ser querido, sino por aquellos que acuden al velatorio y que comprueban que las cosas no siempre son como parecen. ¡O sí!
Ante casi 700 personas que llenaron el Teatre Principal, se presentó en Maó «El funeral», una obra de Manuel M. Velasco, escrita y dirigida a medida para su madre, Concha Velasco, que comparte protagonismo con otro grande, Antonio Resines, poco habitual sobre los escenarios, pero que despliega su inconfundible comicidad (recuerda quizá al Diego de «Los Serrano») para ponerse en la piel de Alberto Luján, un representante de artistas, bonachón aunque al fin y al cabo sin muchos escrúpulos, que halla negocio incluso en el traspaso de su clienta, Lucrecia Conti.
Velasco da vida -¿o muerte?- a esta actriz que a sus 75 años deja sin abuela a sus dos nietas, Mayte (Cristina Abad) y Ainhoa (Clara Alvarado), y el supuesto primo de estas, Miguel (Emmanuel Medina), que ronda a su supuesta prima Mayte. Un trío que sufre o disfruta de la popularidad de su abuela, la actriz más reputada de España, a la que el Ministerio de Cultura y los principales organismos de país y del mundo de la cultura le rinden tributo en un funeral que se vuelve loco cuando la familia y el propio Luján contemplan «la aparición» de Conti.