Son Catlar, uno de los poblados talayóticos más grandes de Balears, yacimiento que conserva intacta su muralla y uno de los muchos símbolos del pasado de las raíces menorquinas. Ese fue el lugar elegido la noche de este viernes para celebrar el acto oficial y festejar el nombramiento de la Menorca Talayótica como Patrimonio Mundial de la Unesco, once días después de que la esperada recompensa se anunciara en Riad culminando un camino que se prolongó en el tiempo catorce años. Un espacio emblemático en el que tuvo lugar un encuentro que despertó un gran interés entre la sociedad menorquina, con 500 invitados además de autoridades y representantes de diferentes entidades y partidos políticos.
Una celebración en presente, con la vista puesta en el pasado, pero mirando al futuro. «El hecho de que la Unesco nos haya reconocido como patrimonio mundial es un punto de partida, no de llegada», recordó el presidente del Consell insular, Adolfo Vilafranca, para referirse a esa «nueva etapa apasionante» que acaba de comenzar y que plantea deberes y también retos de futuro.
El acto institucional fue concebido como una fiesta en la que Son Catlar, a la luz de la luna llena, sirvió de escenario monumental para otras representaciones de la cultura local. De entre el público surgió el eco de otra de las señas de identidad de la Isla, el glosat, a la que puso la voz con unos versos ajustados a la ocasión una de las figuras insulares de ese género, Moisès Coll. Acompañado a la guitarra por Miquel Llufriu, ambos se encargaron de poner la primera nota de color local a una noche con un toque especial en la que se rimó para hablar de «patrimonio monumental y producto local».
Velada en la que la artista local Àngels Anglada se ocupó de ejercer como maestra de ceremonias, la persona que se encargó de dar paso a una proyección que ya forma parte de la historia de la Isla, los cuatro minutos que sirven como testimonio de la inscripción de la Menorca Talayótica como patrimonio mundial.
Fue la alcaldesa de Ciutadella, Juana Mari Pons, quien como anfitriona dio la bienvenida oficial a los asistentes. Una breve intervención en la que destacó «el valor excepcional de nuestro patrimonio, por diversidad, calidad y densidad, y que ha traspasado fronteras». La primera edil se refirió al legado talayótico «como un portal abierto a la prehistoria de todo el Mediterráneo».
En ausencia de la presidenta del Govern balear, Marga Prohens, que no pudo estar en Menorca por problema de agenda, tomó en su sombre la palabra el conseller de Turismo, Cultura y Deportes, Jaume Bauzà, quien recordó a los presentes que estaban pisando una parte del patrimonio mundial. Reivindicó el valor de «un escenario que transmite magia… Los talayots son testimonios de misterio, guardianes de la historia que el viento, milagrosamente, ha respetado (…) Nos hablan de historias de amor y batallas distantes. Solamente hace falta escuchar», aseguró para a continuación recitar unos versos de Àngel Ruiz y Pablo, «un enamorado de la cultura milenaria» de la Isla.
La intervención más extensa fue la de Vilafranca, quien arrancó recordando varios de los motivos por los que Menorca se merece el reconocimiento. Un «extraordinario» patrimonio arqueológico, unos monumentos que se encuentran «plenamente integrados» en el paisaje menorquín y, por encima de todo, por ser la culminación de un proceso que «ha demostrado que podemos caminar unidos para defender un objetivo común». Un guiño de complicidad a todos aquellos que durante los últimos catorce años han aportado su grano de arena. «La concordia que hemos demostrado como sociedad en torno a este proyecto es tan crucial como lo es el título de la Unesco», aseguró.
En ese sentido, el presidente menorquín destacó que «la Menorca Talayótica es sinónimo de consenso», además de un reconocimiento que «reafirma nuestra historia, paisaje y cultura». Tres elementos que «podemos decir bien alto», enfatizó, «son especiales y únicos dentro del mundo del siglo XXI».
Entidades, asociaciones, ayuntamientos, partidos políticos, técnicos, expertos, arqueólogos, gestores culturales, propietarios… Vilafranca quiso hacer extensiva la felicitación, además de a las partes que más se han implicado en el proceso, a toda la sociedad menorquina. Gracias a «la determinación» de esta la Menorca Talayótica es patrimonio mundial, aseguró. «Ahora más que nunca podemos decir que somos una isla pequeña, en medio del Mediterráneo, con mucho que decir y mucho que hacer, como lo hicieron nuestros antepasados. Porque la Menorca Talayótica es la mejor manera de entender de dónde venimos para saber a dónde vamos».
Tras el presente y el pasado, el presidente del Consell quiso poner el acento en mirar el futuro con el objetivo de potenciar tres ámbitos: la investigación, difusión y conservación. Los pilares básicos de una nueva etapa que ahora comienza y con los que el Consell avanza que está comprometido, «pero no lo podemos hacer solos», apostilló Vilafranca.
En ese sentido, avanzó que se necesita la ayuda y la implicación del resto de administraciones, de los propietarios, asociaciones, profesionales y científicos, pero también en general por parte de los menorquines y los visitantes. «Precisamos trabajar juntos, como siempre hemos hecho, porque este es un proyecto grupal y social. Menorca se lo merece. Eso también es ser patrimonio mundial», concluyó.
Una noche que pasará a la historia y que tuvo como colofón el concierto que ofrecieron el bajo barítono menorquín Simón Orfila y la soprano gallega Rosalía Cid, acompañados por el pianista mallorquín Alejandro Calafat. En diferentes formatos afrontaron un repertorio en el que sonaron partituras de Donizetti, Rossini, Verdi, Puccini... Y como no podía ser de otra forma, también una melodía tan reconocible como la de «Sa Balada d'en Lucas» convertida en himno insular para una ocasión tan especial.