David Desola (Barcelona, 1971) lleva cuatro años viviendo discretamente en la Isla, pero en menos de una semana hará dos apariciones públicas. Este sábado (20 horas) estará en el Cine Fòrum Es Castell para comentar la proyección de una película de la que es guionista, «En el último trago», y el jueves ofrecerá en la Biblioteca de Maó una master class de guion cinematográfico (18 horas, entrada libre). Para quienes no conozcan a Desola quizás les ayude un dato, es el guionista de «El hoyo», una de las películas de habla no inglesa más vistas en la historia de Netflix.
¿Un escritor necesita aislarse del mundo para trabajar o es mejor estar metido dentro del bullicio para nutrirse?
—Cuanto más aislado, mejor. Primero porque haces una vida más saludable y no tienes tanta vida social. Y en segundo lugar porque me siento más creativo en esta casita donde vivo, con mi jardín, que en el piso de Barcelona, donde tengo una escuela delante.
En el cartel del curso que impartirá dice que «contará sus secretos para la creación de un guion» ¿Cuál diría que es la clave, el mejor consejo que puede dar para hacer un buen trabajo?
—La perseverancia. Porque si es una persona que está iniciándose, probablemente el primer guion que escriba no le va a salir bien. Mucha gente se queda en el camino porque con un solo guion lo intentan vender durante años y hasta que no consigue colocarlo, que muchas veces no pasa, no desiste. Muchas veces lo mejor es aparcar ese trabajo que has escrito y tomarlo como un aprendizaje para el siguiente. El mejor consejo para alguien que quiera vivir de la escritura es no estancarse en un solo proyecto.
Empezó escribiendo teatro. ¿Cómo fue la transición hacia la gran pantalla?
—En realizad empecé haciendo críticas de cine, luego estudié cine y seguí con el mundo de los cortos, pero cuando me puse a escribir largometraje me di cuenta de que tenía un problema, y es que mis historias generalmente eran de pocos personajes y pocas localizaciones. Y en aquella época, a finales de los 90, pues era muy difícil colocar una película barata, porque el cine español se nutre de las subvenciones y las tienes que justificar en un presupuesto. Aunque parezca mentira, en esa época las películas muy baratas no interesaban a los productores. A partir de ahí, pensé que esas historias las podía trasladar perfectamente al teatro, que es un medio que agradece la economía de medios. Entonces, un guion que tenía que haber sido un cortometraje lo transformé en obra de teatro. A partir de ahí, gané un premio, se estrenó en Madrid, hice una segunda obra, gane otro premio… Estuve 15 años casi mucho más dedicado al teatro que al cine.
Curiosamente, luego hizo el camino inverso llevando sus obras de teatro al cine.
—Porque actualmente, y desde hace ya unos años, sí que interesan las pelis de bajo presupuesto, ha cambiado el mercado. Y ahora, desde la entrada primero de las televisiones privadas y después de las plataformas, pues puedes colocar historias de pocos personajes, que no quiere decir que sean historias sencillas porque la complejidad de una historia no va en relación a la cantidad de localizaciones que esta tenga o el número de personajes. En los últimos año he adaptado seis de mis obras de teatro al cine y tres de ellas ya se han rodado.
Una de ellas un exitazo como «El hoyo».
—Sí, empezó como obra de teatro, pero enseguida me di cuenta de que funcionaba mucho mejor, por el género, como cine.
Un filme de 94 minutos en tiempos de metrajes cada vez más largos. ¿En el cine también es valido eso de que lo bueno, si breve, dos veces bueno?
—Sí. Vivimos en un mundo del TikTok y de la inmediatez. Las nuevas generaciones no soportan mucho esto metrajes tan largos. A mí ya me empiezan a cansar las películas demasiado largas. El otro día vi «Pobres criaturas», que es muy buena película, pero dura dos horas y veinte. Es verdad que por parte de algunos directores hay mucho interés en hacer películas de metrajes largos, cuando yo creo que la tendencia es lo contrario. Que una peli dure 90 minutos está muy bien.
¿Habrá segunda parte de «El Hoyo»?
—Ya lo puedo decir, está rodada y aparece en la publicidad de Netflix. Yo en esta ocasión tengo una participación minoritaria. La primera parte era un proyecto personal al que luego se añadió mi coguionista, que es Pedro Rivero, y que posteriormente vendimos a una productora. En la segunda parte participa mucha más gente.
¿Cambió esa película su vida? ¿Le ha abierto muchas puertas?
—Lo que pasa es que ahora tengo representante porque recibo muchas más ofertas que antes. Ha subido mi caché. Me ha servido porque ahora puedo trabajar en lo que yo quiero y decir que no a algunos proyectos, algo que antes muchas veces no podía hacer porque tenía que comer. Me ha dado estabilidad y me permite elegir mejor mis propios proyectos
Hablando de proyectos propios. ¿En qué punto se encuentra «El Padre de todos nosotros», ese filme que planea rodar en la Isla?
—Es una obra de teatro mía adaptada al cine, que en principio voy a dirigir yo y la produce La Moyano Films, empresa muy reciente y muy pequeñita pero con mucha con mucho entusiasmo. Yo soy una persona con movilidad reducida porque estoy enfermo de esclerosis múltiple desde hace ya muchos años. Mi oficio es ser guionista no director, aunque he dirigido algunos cortos, y no me atrevería a ponerme detrás de la cámara en un proyecto muy ambicioso, pero en este caso es un equipo pequeño, una sola localización y pocos personajes, una película hecha entre amigos. Por eso sí que me decidí a ofrecerme como director. Entre otras cosas también porque ya llevaba tiempo con ganas de que algo se hiciera exactamente como yo lo veo, porque cuando te dirigen otros pues, evidentemente, hacen una versión de lo que tú has escrito, pero nunca es igual a como tú te lo imaginabas cuando lo estabas escribiendo.
¿Hay calendario de rodaje?
—Estamos pendientes de una subvención balear que no acaba de llegar . Tenemos la mitad de la financiación ya apalabrada, pero falta el empuje final por parte de las instituciones. Pero la cosa está en marcha y la idea es rodarla en primavera o, a más tardar, a finales de año.
Una Isla tiene sus ventajas y sus inconvenientes para todo. ¿Qué pesa más a la hora de rodar aquí?
—Considero que esta isla es impagable para cualquier rodaje, tanto en espacios naturales como arquitectura. Tiene todo tipo de localizaciones interesantes para rodar. Que vengan rodajes es fácil porque es un sitio extraordinario, pero lo que nos interesa, como defendemos desde Menorca Illa Audiovisual, es que vengan a rodar con profesionales de la isla.
Me comentaba antes que había sido crítico cinematográfico en sus inicios y mañana se entregan los premios Goya. ¿Se atreve a vaticinar un ganador en la categoría de mejor guion original?
—Apostaría por «20.000 especies de abejas» o «Cerrar los ojos».