Luba Klevtsova (66 años) y Orest Lemekh (68 años) se subirán al escenario del Teatre des Born el próximo martes (20.30 horas). Es algo a lo que estos dos pianistas ucranios afincados desde hace casi tres décadas en la Isla está más que acostumbrados. Pero en esta ocasión el motivo es especial: será para recibir un homenaje durante la celebración de un recital de los alumnos de la Escola de Música de Ciutadella y el motivo es que el próximo mes de junio ambos se jubilarán como profesores (también del Ateneu Musical de Ferreries).
Aún quedan unas cuantas semanas para el adiós, pero ambos se emocionaban solo de pensarlo durante una charla en la sede de la escuela de Plaça de la Catedral. Aunque Klevtsova ya avanza que un músico en realidad «nunca se jubila», opinión refrendada por su marido, a quien conoció en una escuela de música de su Lviv natal cuando tan solo tenía once años.
«Nos jubilamos los dos, pero hay que hablar sobre todo de Luba», defiende Orest, «ella sí que ha dejado una huella importante en la vida musical de la Isla». Prueba de ello es que su nombre aparece en la obra «Música i músics a Menorca», del historiador Gabriel Julià. Alguien que, en gran medida, es responsable de que la pareja acabara instalándose en Menorca. Fue él quien tras escuchar a Klevtsova al piano le ofreció cubrir una baja para un concierto de la Capella Davidica. A partir de entonces, la vida de la artista, que había aterrizado en Menorca para trabajar como pastelera, se reorientó de nuevo hacia la música y unos años más tarde Lemekh llegó también para quedarse. «Sin su ayuda no hubiera conseguido nada de lo que he logrado, sin él no estaría aquí, somos un equipo», explica la pianista.
«La música es parte de nuestra vida»
¿Y ahora qué? Insisten en que por mucho que se jubilen «la música no para, porque es parte de nuestra vida» recalca Lemekh, quien asegura que seguirán ligados al mundo de la cultura insular a través de diferentes colaboraciones.
Durante los últimos años, casi todos los viajes han estados relacionados con proyectos musicales, y ahora tienen la intención de viajar de otra manera. El primer destino en la lista es una visita a su Ucrania natal, donde reside buena parte de su familia. «Nuestra vida está en Menorca, pero el corazón también está en Ucrania. Esperemos que todo ese desastre de la guerra termine lo antes posible», dice Klevtsova. Su marido, con un sobrino en primera línea desde inicio del conflicto, aprovecha para dar las gracias «por todo el apoyo de nuestros amigos y la solidaridad del pueblo de Menorca».
La pareja está preparada para jubilarse con la satisfacción de ver el resultado de tantos años de trabajo, la progresión de muchos alumnos y los logros alcanzados por una buena parte de ellos. Luba reconoce que siempre le «sorprendió que siendo Menorca un lugar tan pequeño y con tan poca población hubiera tantas bandas y escuelas de música». Por su parte, Orest recuerdo que ambos han sido testigos, y partícipes, del «proceso de transformación» en la organización de las escuelas de música en la Isla.
Ahora que tendrán más tiempo, ella quiere apuntarse a clases de escultura. Él propone redescubrir esos rincones que tanto les gustan del paisaje menorquín disfrutando de excursiones. Eso sí, siempre con la banda sonora de la que ha sido su profesión: «La música es una gran riqueza para el alma», concluyen ambos.