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Los festivales de música clásica, mucho pasado y todavía futuro

Joventuts Musicals de Ciutadella celebra un encuentro sobre la gestión y programación de festivales en Can Saura, una cita que nace con la vocación de tener continuidad

El encuentro se desarrolló durante cerca de cuatro horas en el patio de Can Saura y contó con la participación de 13 ponentes relacionados con el mundo de la gestión cultural. En la imagen, micrófono en mano, el presidente de Juventudes Musicales de España, Miquel Cuenca.

| Ciutadella |

El decano de los festivales menorquines, el de Música d’Estiu organizado por Joventuts Musicals de Ciutadella, bajó el lunes el telón de su edición número 52, pero lo clausuró oficialmente ayer con una novedosa apuesta, la celebración de una jornada profesional sobre la gestión y programación de festivales de música clásica. Una iniciativa que, en palabras de la presidenta de la entidad organizadora, Pilar Carreras, nace con la vocación de tener continuidad.

El patio de Can Saura se convirtió en un espacio de debate y reflexión sobre la gestión y programación cultural en el marco de un panorama cada vez más globalizado y marcado por las nuevas tendencias y tecnologías. La jornada, que contó con 13 ponentes (varios de ellos de fuera de la Isla), se centró en hacer una radiografía de la situación actual centrada en analizar tanto las debilidades, como los puntos fuertes y retos de futuro.

Música clásica en Balears

En un contexto estival marcado por el aumento de turistas, ello no se ha traducido en el Festival de Ciutadella en un mayor número    de espectadores. Sin embargo, la primera buena noticia, según relata Carreras, es que el público se mantiene. Una «fidelidad» de la que    también hizo gala la presidenta de la entidad homóloga en Maó, Júlia Pascual, durante el arranque de la primera tertulia de la mañana («Los festivales y la programación de clásica en las Illes Balears), durante la que Noemí Dalmau, presidenta de JJ.MM. de Capdepera, habló de «conseguir seducir a nuevos públicos como uno de los principales retos».

Fue Pere Bonet, director artístico del Festival de Música de Pollença el que abordó la cuestión desde un punto de vista más crítico, quien habló de un panorama «muy atomizado» y defendió la necesidad de que «cada festival tenga su peculiaridad» para poder seguir adelante. En ese sentido, Carme Garí, programadora de música de la Fundació Sa Nostra, abogó por un cruce entre diferentes géneros, un crossover, como propuesta de futuro.

Hablaron los ponentes de un sector que sobrevive gracias al altruismo, que convive con una profesionalización que no implica beneficio económico. ¿Hay esperanza para el sector? Todos ellos mantienen una visión positiva para que la música de siglos atrás siga sonando con fuerza, pero también se piden subvenciones nominativas y directas.

Clásico y contemporáneo

La jornada continuó con «La programación clásica en las sociedades contemporáneas», y con él surgió el debate sobre cómo generar un relevo generacional en el patio de butacas. Andrea González, directora del IKFEM festival, a medio camino entre España y Portugal, lo tiene claro: «Hay que fusionar a la hora de programar». Actitud valiente de la que también es partícipe Daniel Tarrida, director del festival Bachcelona, una propuesta de carácter más experimental que implica que «abrirse a nuevas disciplinas te acerca a más público».

Explicó por su parte Miquel Cuenca, presidente de Juventudes Musicales de España, que «nunca antes habíamos tenido tanta calidad y cantidad de jóvenes intérpretes», tendencia que no se está traduciendo en un reemplazo entre el público, pero tiene mucha fe en el papel «de las minorías activas y creativas, la sociedad se aguanta gracias a ellas», aseguró.

Sobre la mesa, no obstante, se puso un dato interesante, solo un 3,9 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 24 años, acudió a un concierto de música clásica en 2022. Y en ese sentido, Nieves Pascual, subdirectora del Palau de la Música de Valencia, asegura que la cuestión de fondo tiene que ver con «un serio problema en la educación y un modelo que deja mucho que desear». En lo que se refiere al público en general, Pascual concluyó que «todos somos muy pedagógicos», pero hay que ser realistas: «En un mundo en el que existen muchos estímulos, vemos que se quiere dar a una persona el caviar más exquisito, pero igual lo que le gusta es el pollo frito».

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