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Homenaje al fotógrafo Joan Guerrero con un toque menorquín

David Arquimbau participa en un proyecto conmemorativo con uno de sus retratos

Julio Carbo, uno de los organizadores del homenaje, junto al reconocido fotógrafo Sebastiao Salgado (derecha) contemplando el retrato que Arquimbau realizó a Guerrero | Joan Sánchez

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Era Joan Guerrero un fotógrafo que tendía a huir del protagonismo. Su sitio estaba detrás del objetivo, pero si la ocasión lo merecía, no tenía problema en ponerse delante. Y eso es lo que hizo durante una visita en 2013 a Ciutadella a petición de un colega de profesión, el menorquín David Arquimbau, quien por aquel entonces estaba embarcado en un proyecto fotográfico solidario: la campaña a favor de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Menorca.

Así fue como Guerrero, quien nos dijo adiós el pasado abril a los 84 años y que mantenía cierta vinculación con la Isla, accedió a posar con la señal en la que se podía leer: «Stop desnonaments». Una de las 160 imágenes de la colección que ahora es noticia porque forma parte del libro dedicado a la memoria del fotógrafo («Alma, vida y corazón») y además ha sido seleccionada para la muestra al aire libre que el pasado fin de semana se inauguró en el Parc Fluvial del Besós de Santa Coloma.

Allí se celebró un homenaje póstumo que sirvió de marco para la entrega de la primera edición del    Premio Joan Guerrero, concedido por la asociación Catalunya Mirades Solidàries y que recayó en una de las figuras más destacadas del foto periodismo mundial, el brasileño    Sebastiao Salgado.

Guerrero y Arquimbau se conocían desde tiempo atrás, cuando ambos trabajaban en Barcelona. Sobre una figura a la que admiraba profundamente, el menorquín relata que «era un humanista, fue algo más que fotógrafo». «Alma, vida y Corazón» es un libro que tiene 208 páginas repletas de fotografías, textos, poemas y pinturas que ilustran la vida de Guerrero y en el que han participado cerca de un centenar de firmas. En palabras de sus promotores, «un    sentido homenaje al maestro y a los valores humanos y profesionales que nos trasmitió a lo largo de su vida».

Sobre ese hombre que inmortalizó en una calle del casco antiguo de Ciutadella, añade Arquimbau que era «una persona coherente, un poeta y muy humilde».

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