Junts per Lô celebró este domingo con un vermut en un día de fiesta su «plácido traspaso» de agrupación electoral, que estuvo en un tris de alcanzar el poder municipal, a asociación ciudadana. Es el fin de una experiencia de la que el éxito y el fracaso se mide en 80 votos, los que le faltaron para ganar en su primera concurrencia ante los electores en 2015.
La experiencia deja una sensación «superpositiva en todos los sentidos», declara Maria Camps, una de las impulsoras de la iniciativa y líder de la misma. Admite, no obstante, la inevitable frustración de no haber alcanzado el objetivo, «muchos electores buscaron unas siglas en las que identificarse y al no hallarlas no nos votaron, no hemos logrado traspasar esa barrera», explica.
Elogia la «propuesta honesta» que ha representado Junts per Lô, «era un pacto preelectoral y esta honestidad no la ha comprado el electorado». Pero valora «la confluencia de rasgos comunes y amplios y el entendimiento durante nueve años», porque se empezó a trabajar con tiempo. Reconoce que ha habido «tiras y aflojas como en todo grupo humano, lo que no ha alterado «un clima de diálogo y consenso, ningún tema ha sido necesario votarlo, internamente hemos sido un ejemplo de democracia y la experiencia ha de calificarse de gratificante», comenta Camps.
De la actividad llevada a cabo, destaca las muchas propuestas sociales, «unas rechazadas y otras aceptadas y no realizadas, creo que eso desprestigia a las instituciones democráticas», dice desde la serenidad que otorga el adiós a esta aventura política.
Soledad
Confiesa que en muchos momentos el grupo ha sentido soledad. Estaban alineados con una política de izquierdas pero sin vinculación directa con ningún grupo, sobre todo durante el primer mandato.
Conserva el orgullo del trabajo municipal e iniciativas como los coloquios que organizaron o la creación del premio «Donasses», se ha generado un «caliu que no queremos perder» y por eso su continuidad como asociación.
Anselm Barber, uno de los ideólogos y promotores de Junts per Lô, concejal durante un año por esta formación, recuerda que se trataba de «hacer una política más avanzada, más de base y menos de partido. No tuvo éxito», afirma, pero mantiene que creía en el proyecto y la idea de alternativa y cree que el fracaso obedece a la pérdida de peso de la parte ciudadana y la intervención de los partidos.
Era una estrategia que, de entrada ilusionó. Llegaba bajo la premisa de listas abiertas, resueltas en votación telemática y presencial posiblemente sin todas la garantías. La elección del número uno causó el primer chasco al quedar la favorita por detrás de Llorenç Pons Llabrés.
No es detalle baladí tampoco que el partido con más fuerza electoral, el PSOE, no encabezara la lista ni presentara candidato a las primarias para encabezarla.
Los números
En la convocatoria de 2011, anterior a la irrupción de Junts per Lô, las candidaturas de izquierda sumaron 1.900 votos. En 2015 Junts solo mejoró el resultado en 86 sufragios pero no logró la movilización del voto de la izquierda. La participación cayó del 69,14 por ciento al 64,81, aunque la mayor abstención castigó sobre todo a Misericordia Sugrañes, que se dejó 300 votos por el camino, suficientes para un escaño, pero obtuvo 79 más que Junts.
Para mayor escarnio, durante ese mandato, solo en Alaior y Es Castell tuvo mayoría el PP, mientras otras agrupaciones electorales como las de Sant Lluís y Maó obtuvieron la alcaldía.
En la revancha de 2019 no logró mejorar el resultado ni subir la participación electoral.