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"Con algunos delincuentes la relación llega a rozar el cariño"

En la víspera de su jubilación, después de 37 años de servicio en Menorca, destaca el componente vocacional de esta profesión y evoca aquella primera época de tranquilidad y de puertas abiertas

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Amador De la Peña Gómez (Cardeñajimeno, Burgos, 1950) no se jubilará a los 67 años. Mañana dice adiós con la gorra porque nació diez años antes que Zapatero, porque acata la ley y porque se lo pide el cuerpo. Austero por naturaleza como buen castellano viejo, socarrón por la experiencia que le ha dado el oficio y entregado por vocación a la profesión, conoce Menorca y sus gentes con esmero y el cariño propios de quien ha ejercido siempre en esta tierra, a la que llegó en 1973 y a la que se siente estrechamente vinculado. Su mujer es menorquina -"Camps Orfila, de pedigrí indiscutible"- y coincidiendo con la jubilación acaba de ser abuelo -Lucas se llama el retoño-. Su discurso serio y reflexivo sobre el entorno de la seguridad ciudadana está salpicado de humor y de jerga policial, "pinchar un canuto" es pinchar un teléfono y "palero" es un reincidente en hurtos y robos de menor cuantía.

¿Cuándo mira hacia atrás, qué ve?
Que me he hecho muy viejo. Que se han pasado 37 años en un abrir y cerrar de ojos. Yo no había pasado de Zaragoza y cuando llegué aquí recibí el impacto de otra cultura. Ha habido muchos cambios tanto en el Cuerpo como en la sociedad, hemos pasado de una sociedad muy tranquila, de puertas abiertas. En aquella época no todo el mundo tenía teléfono, nos llamaban desde algún punto de la Península para que diéramos noticia de algún suceso a algún familiar de aquí, ibas a la casa, entrabas, dabas en el pestillo para avisar y era lo normal. Los coches, igual, una noche de servicio hicimos una prueba en la calle Josep Maria Quadrado y el 80 por ciento estaban abiertos y la mitad con las llaves puestas.

¿Y qué tipo de delincuencia había?
Delincuencia menor, cuatro sustracciones de radiocasettes que eran novedad en aquellos años, algún robo, algún hurto en bares, se llevaban la calderilla. Si teníamos dos o tres detenidos al mes era todo. Denuncias, muy pocas. Lo que estaba de moda en aquella época era trucar las motos. Esa era la tipología delictiva, no había más.

Y de Policía, después de 37 años ¿con qué se queda?
Hay muchas cosas que te llenan. Tener aquí a una señora a la que han robado en su casa, al margen de lo que pasó hace dos días, que le han quitado las joyas de su abuela, de su madre, su pequeño tesoro sentimental, y se ha recuperado, la cara de alegría que pone esa señora te llena más que la aprehensión de dos mil kilos de hachís o un robo de veinte millones de pesetas. Los pequeños detalles de ayuda humanitaria es lo que te llena. Lo otro es rutina y tiene un reconocimiento menor.

La Policía ¿es oficio o es vocación?
En mi caso es vocación casi como el sacerdocio. Entré porque me gustaba y me gusta, me he dedicado en cuerpo y alma, sin mirar el reloj, anteponiendo el trabajo a la familia, algo que no ocurre ahora. El componente vocacional que puede haber en estas últimas promociones es mucho menor, es una especie de modus vivendi, lo que no quiere decir que no haya buenos policías, pero ya no es aquello.

Sabemos cómo ha cambiado la Policía, pero ¿cómo ha cambiado la delincuencia?
Ha cambiado sobre todo a peor. Hay un componente violento, sin sensibilidad; antes tenías el carterista que te robaba la cartera limpiamente, cogía el dinero y dejaba la cartera en el primer buzón sin causar más perjuicio. Ahora para robarte cualquier cosa de escaso valor causan daños físicos o destrozo material.

Menorca siempre ha presumido de los más bajos índices de delincuencia ¿cuánto de realidad y cuánto de leyenda?
La verdad es que por suerte ese tipo de presunción es cierta. Ahora mismo estamos en unas tasas de criminalidad muy por debajo de la media nacional. Lo que infla la estadística son denuncias de pérdidas de teléfonos o de documentación que, aún siendo falsas, facilitan los trámites para obtener un duplicado. Si dicen que lo han perdido le van a cobrar unas tasas y si dice que se lo han sustraído, aunque sea al descuido, está exento de esas tasas. Por tanto, la estadística hay que estudiarla y valorarla en su justa medida. Por volumen y gravedad de los delitos tenemos relativa suerte.

El año pasado fue especialmente activo en operaciones antidroga, ¿qué porcentaje representa el narcotráfico en la actividad policial?
Es un asunto que requiere prácticamente dedicación exclusiva. En el último año y medio, debido a que se incrementó la plantilla, montamos un grupo encuadrado en lo que es policía judicial dedicada casi en exclusiva al tráfico de estupefacientes y los resultados están ahí, casi 13 kilos de cocaína y más de 40 de hachís. Es un trabajo muy peculiar, puedes hacer una investigación durante meses y a última hora por un incidente se puede ir todo al traste. No se puede valorar ni cuantificar en su justa medida como la producción de una cadena de montaje. El trabajo policial hay que encararlo hacia la prevención, en particular en materia de delitos contra el patrimonio.

Pero esas operaciones dejan entrever que hay un mercado negro muy activo. Si se pilla un alijo quiere decir que hay muchos que llegan al consumidor.
Es como la punta de un iceberg, vemos lo que aflora, lo que capturan las fuerzas de seguridad, pero la cifra de consumidores habituales y esporádicos puede dar una idea del volumen del narcotráfico. Lo que se corta es lo que se ve, hay tela marinera.

¿Cuáles son la debilidades de Menorca en materia de seguridad?
Quizá que al no haber sido un lugar muy castigado por la delincuencia carece de una cultura de autoprotección. Incluso en las condiciones físicas que presentan algunos comercios se aprecia todavía esa tranquilidad. El "aquí nunca pasa nada" es perjudicial, hay tiendas que mueven mucho dinero y no se gastan en seguridad, cuanto más difícil se lo pongas al chorizo mejor para ti. Quizá nos ha convenido también vender esa imagen turística de calma y se ha intentado ocultar lo poco que hay de malo.

¿Qué tipo de delitos nos aguardan en el futuro?
Tal como está la era informática, los delitos cometidos por estos medios van a incrementarse en una progresión geométrica. En estos dos últimos años tenemos un porcentaje muy elevado de denuncias que se formulan por delitos contra el patrimonio, gente que hoy le han llamado del banco para decirle que le han cargado 4.500 euros, ayer otro que le han cargado cierta cantidad de dinero por operaciones en Singapur, hoy uno que no se ha movido de Sant Lluís y le han cargado otro tanto fuera. Raro es el día que no hay alguna denuncia de este tipo. O el ejemplo de una señora que había comprado por internet un "yorkshire" en Camerún y le habían timado, pero ¡por el amor de Dios!, cómo se cree eso. No hay que dar tantas facilidades. Ofertas de empleo que te piden una cantidad por adelantado, ¡por favor!

¿Qué va a resolver la cárcel?
Es una pregunta para los políticos. Por una parte, comprendo la situación de las familias que tienen presos fuera de la Isla, una situación penosa que implica gasto para familias que por lo general tiene pocos recursos. A esta gente le puede suponer un alivio, una comunicación más directa y frecuente. Por otra, a nivel social, si tenemos una población reclusa de cien, en la cárcel tendremos 200. A nadie le gusta tener un vertedero ni una cárcel ni una central nuclear a la puerta de su casa, pero alguien lo tiene que tener. Qué nos va a reportar? Dicen los políticos que un incremento de puestos de trabajo directos e indirectos. Si me preguntas si yo hubiera puesto la cárcel te contestaría que no, pero yo soy músico.

Odia el delito y compadece al delincuente, ¿cómo se conjuga hoy la frase de Concepción Arenal?
La verdad es que con algunos de los delincuentes llegas a tener una relación tan fluida que casi roza el cariño, sobre todo con los de antes, había más nobleza en los chorizos, un fair play, te reconocían cuando les ganábamos la partida. A final de los 80 la situación se empezó a hacer más violenta, hubo un repunte de la agresividad sobre todo en grupos de chavales con el denominador común del fracaso escolar que realizaron robos con intimidación con armas de fuego, una escopeta de cañones recortados. Se atajó aquel comportamiento, hubo juicio con penas severas, han estado hasta diez años en prisión y luego ha sido una balsa de aceite.

¿Qué supuso para la Policía y para Menorca las vacaciones de Aznar y Zapatero?
Nos supuso ponernos las pilas. Hasta entonces no teníamos experiencia ni estábamos acostumbrados a una serie de dispositivos de esa envergadura. Por una parte, nos vino bien porque aprendimos y, por otra, para la sociedad menorquina vino bien también porque durante el mes que estuvieron aquí había un incremento de policías y guardias civiles que se notaba y bajaba la estadística de delitos, era persuasivo, los chorizos iban a la discoteca y estaba llena de maderos, había controles en los cruces. El primer año fue la novedad, luego fue ya coser y cantar.

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